Se acerca el verano y hay ganas de celebrar el cuerpo en todas sus formas, tamaños y colores. Sin más prenda que el bañador, lo mejor será olvidarse del chico anuncio cuyo único propósito es vender cierta estética o estilo de vida. Lo que veremos en los próximos meses será la exposición real del hombre con una indumentaria reducida a la mínima expresión y al descubierto sus michelines, pliegues, imperfecciones o, por qué no, sus hechuras apolíneas. En cualquier caso, la realidad sin aditivos. Es el momento de hacer un repaso por la historia del bañador masculino, que fue y sigue siendo una forma de expresión, de decir quién eres, cómo te sientes y de qué modo lidias con tu cuerpo o encaras tus inseguridades. Su evolución ha sido también la de la masculinidad y su redefinición en diferentes épocas y contextos.
La idea del bañador arranca a principios de siglo XX, cuando la alta burguesía descubre el encanto de la costa para veranear y aparecen los primeros maillots con pantalón largo por encima de la rodilla y mangas cortas. Cubría prácticamente todo el cuerpo. Una década después, la prenda se va acortando, pero sigue ocultando el pecho. La manga se reduce a tirantes y el pantalón deja que asome un poco más de pierna. El cambio radical sucede en los años 30 cuando el hombre aparece con un short, casi siempre con cinturón. Poco a poco, el bañador se va achicando y apretando.
También la mujer deja atrás sus corsés y faldas largas para lucir prendas cada vez más cortas, más ceñidas y con más escote. En 1935, Estados Unidos fabrica el primer traje de baño femenino en dos piezas y ajustado, que poco después empiezan a lucir las actrices de Hollywood. En esa época los hombres ya exponen el torso. El cine es el mejor escaparate para ver esa evolución. Desde el taparrabos de Tarzán o el ceñidísimo Sean Connery en la piel de James Bond, en 1964, los actores en bañador han inmortalizado la deriva de la masculinidad.
En este video realizado por Glam Mode para su canal de YouTube se aprecia bien esta evolución.
En los años 60 el hombre escoge el slip como prenda liberadora, muy ligada a la nueva mentalidad social. Realmente, el slip o turbo nació como prenda pensada para los deportistas dedicados a la natación de competición. La escasez de tela permitía que se ajustase a su cuerpo como una segunda piel y les ayudaba a ganar unas décimas. En los 70 se puso de moda y después del impacto inicial fue normalizándose como traje habitual de baño en la playa o la piscina.
Y en esas llegó Alfredo Landa, "irrresistible" y contoneándose con su minúsculo bañador paquetero por las playas de nuestra Costa Blanca. El landismo reflejó, con un humor de trazo grueso, un panorama que de por sí era bastante grotesco: hombres ansiosos de emociones que desfogan sus apetitos reprimidos durante décadas corriendo detrás de suecas esculturales en ropa interior. Era la España del macho ibérico conquistador y del calentón nacional. La broma del españolito fanfarrón y salivando solo podía entenderse en el contexto del tardofranquismo, los vetos y los viajes a Perpignan para ver lo prohibido. Enseguida empezó a resultar indigesta.
En los 80 aparecen los bañadores con estampados y más parecidos al pantalón corto. Este patrón es el que marcará la imagen playera en las décadas siguientes en todas sus variantes: surfero y largo, estampados de flores, colores ácidos, más cortos… Unos años después, la serie ‘Los vigilantes de la playa’ impone la moda del bañador holgado y largo que, en el cuerpo de sus protagonistas, nos dejaba sin aliento.
Con el nuevo milenio, irrumpe la metrosexualidad. Un artículo publicado en ‘The Independent’ advertía de que la vanidad masculina por fin estaba saliendo del armario y borrando la línea que separa el hetero del gay. El término lo acuñó el periodista británico Mark Simpson dejando claro que esto, más allá de una moda o una tendencia superficial, marcaría una época y una forma subversiva de entender lo masculino. David Beckham representó el canon de la metrosexualidad. El hombre que, como dice el autor, despertaba "el deseo masculino de ser deseado".
Donde dijo metrosexual Simpson habla ahora de spornosexual, que no deja de ser un modo igualmente espectacular de revolucionar el cotarro. Deporte y sexualidad en un mismo concepto. "El deporte se mete en la cama con el porno mientras el señor Armani toma fotos", ironiza el experto británico para describir a los spornosexuales, metrosexuales hipermusculados de segunda generación que adoran el gimnasio, se admiran a sí mismos y desean ser deseados. Inmediatamente llega a nuestras retinas la imagen de Cristiano Ronaldo o la del concursante de realitiy Dan Osborne. "Con sus cuerpos minuciosamente cincelados y bombeados, con esos tatuajes que hacen resaltar sus músculos", describe Simpson.
Hoy la moda viene con muchas variedades y cada hombre ha aprendido a conjugar comodidad y estilo. La mayoría apuesta por lo seguro y va a por el bóxer a un palmo más o menos de la rodilla. Es el más cómodo y triunfa en las playas, piscinas y en el chiringuito. Lo mejor es que se adapta a las diferentes identidades masculinas, según el diseño, el tejido, el color, la largura, el ancho de la pata, el estampado. A pesar de esta aparente uniformidad, el bañador sigue siendo una declaración de intenciones. Solo un consejo: si no quieres que asome un abdomen echado a perder, no lo lleves a la cadera, como tal vez hace tu hijo, sino déjalo a la altura de donde debería estar tu cintura.
Es verdad que pega cada vez con más fuerza en gente joven, pero también en hombres mayores de 50 que pagan con sudor un año de gimnasio y horas de depilación hasta la ingle y más allá. Todavía hoy es uno de los favoritos cuando se trata de lucir un cuerpo tonificado y bien esculpido. El sociólogo Óscar Guasch trata de encontrar el sentido a esta vuelta al turbo: "En la era de la alta definición, el cuerpo masculino es casi tan competitivo como estético y sexualmente atractivo, como se pudo ver durante la retransmisión de los Juegos Olímpicos de Río en 2016". Habla de lo que él llama los placeres spornográficos de la natación masculina y los diminutos bañadores que dan a los nadadores un aire de estrellas del porno. "Esos bañadores que promocionan alegremente la versatilidad masculina, es decir, los paquetes y los culos, lo activo y pasivo, se hacen cada vez más pequeños". Y por si algo faltase, algunos vienen con un relleno que resalta los atributos.
En este vídeo puedes ver a Juan del Val hablando sobre la ‘estética’ del verano: “El bañador de 'slip', solo si eres Michael Phelps o un niño de nueve años”