¿Hay vida más allá de la pandemia? Tiene que haberla. Y puede que hasta mejor. En algún momento de la cuarentena la cabeza se nos ha ido a esas pequeñas o grandes cosas que merecen un lugar en nuestra existencia. Algunas siempre han estado ahí, otras han aparecido durante la crisis y muchas tienen que ver con nuestro espacio vital. Cinco uppers nos cuentan cuáles son y cómo van a llevarlas a cabo D.C. (Después del Coronavirus).
Con Lola, su bebé de pocos meses, y como toda madre primeriza, a Toñi Moreno le faltan horas en el día. Entre cuidar de su hija, conectarse con la familia, resolver temas profesionales vía online y mantener el orden en el caos que implica la crianza de un recién nacido, la periodista centra sus energías en el día a día, aunque este día dependa de una cuarentena por pandemia.
Al margen de aparcar las grabaciones de 'Mujeres y hombres y viceversa', su vida, al menos por el momento, ha cambiado menos que la de otras personas sin hijos o con hijos mayores. Cosas de la maternidad. ¿Pero de verdad no ha cambiado? "No te voy a decir que cocine más, porque siempre he cocinado, pero sí estoy aprovechando para empezar a hacer cosas que me apetecían y que estaban aparcadas", explica Toñi.
Más que pensar qué va a hacer después de la cuarentena, la periodista ha decidido cumplir desde ya un viejo sueño: "Siempre he querido aprender a tocar la guitarra y nunca he tenido tiempo; así que ahora, cuando termino de cuidar a la niña y de hacer otras cosas en casa, cojo la guitarra".
La enseñanza a través de internet es su aliada. "Me he bajado unos tutoriales de Youtube, hago las clases online y también tengo un profesor con el que me comunico a través de las redes. Ya estoy aprendiendo: ya sé tocar sevillanas", explica con una sonrisa. Para esta comunicadora incansable, a la que no le asusta compatibilizar varios proyectos simultáneamente, este parón forzoso tiene muchas cosas positivas. "Lo mejor de este momento tan duro que estamos viviendo todos es poder hacer algo que para mí era un sueño y nunca podía había podido llevar a cabo", nos dice antes de despedirse. Lola reclama su baño.
El coach reivindica el poder de la calma. "No somos superhéroes, pero si tuviera que elegir un superpoder para estos días sería la calma". Moldeado por su profesión, Barrera ya tiene puesta la mente en lo que vendrá después de la cuarentena. "Me da miedo que cuando esto acabe salgamos todos en estampida. Será una explosión de alegría y de vida. Yo también lo voy a hacer, claro", advierte divertido desde su casa, en el campo gaditano.
Y además de abrazar el sol, las terrazas abiertas, los cines, la compra tranquila en el mercado, ¿qué otros deseos quiere llevar a cabo? "Estoy echando mucho de menos el mar, así que estoy valorando seriamente cambiar de casa e irme a alguna en la que pueda abrir una ventana al mar, el horizonte, el azul…", señala. Acostumbrado al trato directo con las personas, Ramón tiene ‘mono’ de cercanía. El distanciamiento social impone sus leyes y el coach, creador del 'sorprendizaje', un método didáctico cuyo objetivo es aprender a través de experiencias que logren asombrar, añora la interacción con los otros. Sus viajes para participar en congresos y sesiones formativas se han visto interrumpidos y a Ramón, una persona de desbordante vitalidad, la casa comienza a caérsele encima. Y eso que mientras habla con Uppers el trino de los pájaros suena como relajante banda sonora.
Pero ni la naturaleza más serena consigue hacer olvidar un confinamiento forzoso. "Con esas ganas de divertirnos y de vernos que vamos a tener, tengo ganas de bailar, así que creo que voy a apuntarme a clases de baile, quiero juntarme con gente y bailar". Su tercer proyecto es algo más personal: se trata de abrazar. Temo que cuando esto acabe más que abrazar, estruje a la gente y le rompa los huesos".
Esta abogada, creadora junto a sus hijos y su marido, el ingeniero Joaquín Pais, de unas gafas de memoria para ayudar a los enfermos de alzhéimer, sueña con un placer propio de los meses de verano. "Planeo organizar una barbacoa con mis vecinos. Hace cinco años que los conocemos, pero apenas hemos tenido contacto. Los aplausos han hecho que empecemos a hablarnos desde los balcones y a conocernos cada día un poco más".
Alicia y su familia viven en un chalet en las afueras de Madrid. Hasta ahora, la vida comunitaria era la básica. Pero, de repente, los aplausos de las ocho le han hecho apreciar a sus compañeros de urbanización, hasta el punto de convertirlos en los protagonistas del plan estrella de la postcuarentena.
El otro deseo, y nunca lo hubiera sospechado, tiene que ver con el trabajo. "Según avanza esta cuarentena me veo más decidida a comprarme un 'standing desk', un escritorio que suba y que baje automáticamente como tienen los nórdicos. Ellos están más habituados al cocooning que nosotros. Desde ya le veo la utilidad", señala mientras teletrabaja en la buhardilla, el espacio ‘colaborativo’ de la casa durante el confinamiento. El mismo en el que prepararon la enorme pancarta con la que su hija celebró su cumpleaños. Fue a las ocho de la tarde cuando los vecinos, después de aplaudir el trabajo de los sanitarios, batieron las palmas por Fiona.
Con un trabajo full time y cuatro hijas, el periodista Alejandro del Real es consciente de que cuando todo vuelva a la normalidad no va a tener mucho margen para cumplir sueños. "Creo que vivir un amago de Apocalipsis no va a bastar para, puestos a soñar, estudiar Medicina, mi verdadera vocación. Cuando la rueda vuelva a girar, seguirá haciéndolo tan deprisa como antes", explica.
Sin embargo, lo que sí tiene claro es que después de la pandemia habrá cambios, sobre todo en su manera de ver las cosas: "siempre miraré el mundo desde la terraza a la que me asomo cada día. Allí soy más consciente que nunca de lo afortunado que soy, de lo que importan las distancias con los que más quieres". Cada tarde, asomado a esa terraza con su familia, Alejandro ha descubierto lo que pervivirá después de la crisis: "Voy a mirar con otros ojos a los que me rodean. Muchos llevan un héroe escondido".
¿Y sobre los sueños por cumplir? La cuarentena ha hecho posible que Alejandro, muchas veces acompañado de sus hijas, dedique parte de su día al fitness, una de sus grandes pasiones. Preguntado por los otros proyectos que quiere realizar después del coronavirus no tiene que pensar mucho: "aprender a tocar la batería para darle alas al roquero indómito que un día sepulté bajo capas de convencionalismos, escribir algunas de las historias que me asaltan de madrugada o empezar a pintar, algo que cada vez me atrae más".
Los días de confinamiento están haciendo que Pepe Castro 'oiga' lo que su casa le está pidiendo. Vive en un chalet en Toledo y allí dispone de su propio espacio. "La verdad es que vivo en una casa cómoda que disfruto en cada momento y cada estación. Tiene dos plantas y ahora ya sin niños viviendo en ella, mi mujer y yo podemos hacer un reparto estratégico de zonas. Todo es común, pero yo trabajo y por consiguiente paso más tiempo en la planta baja", señala el fotógrafo.
La actividad de Pepe Castro es incesante. Es el 'Peace shooter' o 'fotógrafo de la paz', un proyecto documental en busca de instantáneas que muestren el trabajo de aquellas personas que trabajan para la paz en el mundo. Entre ellos, muchos Premios Nobel, pero también muchos héroes anónimos. Docente, coach para otros fotógrafos, autor de libros sobre fotografía… Castro no para. Es decir, no paraba hasta que el coronavirus le hizo parar y quedarse en casa. Y fue entonces cuando empezó a 'escucharla'. "He pasado por alto un montón de cosas que con los años ya van necesitando una manita, y que ahora en este tiempo de encierro forzosamente voluntario, aparecen y molestan bastante. Cada día veo algo que me dice "Pepe, chsst! Ya va siendo hora de que me prestes atención", explica divertido.
Ya sabe lo que hará en cuanto pase la cuarentena: "Urge pintar la fachada de la casa. Ya no tiene el color original, sino uno paliducho y feo, por el desgaste del sol, supongo. También quiero cambiar las puertas de la planta baja. Venían de serie con la casa y toca reponerlas". Hasta que llegue el momento, Castro, como Serrat, ha descubierto que tampoco "le iría nada mal una mano de pintura" a los muebles de exterior. En la parte creativa, el fin de la cuarentena traerá consigo un viaje a Colombia, Chile, Uruguay y Argentina para hacer lo que mejor sabe: fotografiar y enseñar.
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