Pija, frívola o millonaria. Esos son solo algunos de los adjetivos con los que muchos se refieren a Carmen Lomana, aunque su lado más personal es el más desconocido para el gran público. La Lomana de la televisión es conocida por todos desde hace ya más de una década y, si algo la define, es su sinceridad, no tiene reparo en decir lo que piensa, como en esta entrevista que ofrece a Uppers y en la que se abre para contarnos cómo conoció a su marido, Guillermo Capdevila, cómo afrontó su repentina pérdida o la forma en la que llevaron no poder tener hijos por una negligencia médica. "Cuando doy una entrevista es para contestar a todo, si no no la hago", dice.
Lomana no deja de evolucionar en los medios de comunicación, acaba de estrenar el podcast 'Té de señoras' junto a Miguel Lago, al que acude prácticamente sin guion porque le gusta decir lo que piensa sin que la condicionen, aunque conlleve críticas. "Estoy bastante curtida, en redes me dejo insultar tranquilamente, qué seríamos sin haters. Lo que más me duele es cuando me dicen que di un braguetazo, que me casé con un viejo, con un hombre muy rico", reconoce sobre los comentarios que recibe a diario.
Fue en su etapa en Londres cuando conoció al hombre que en solo seis meses se convertiría en su marido, entonces ella trabajaba en un banco, "era feliz teniendo mi disciplina, mi horario. Mi primer sueldo fue una ilusión tremenda". 23 años de matrimonio que Carmen Lomana recuerda con cariño y totalmente convencida de que, de no ser por el accidente de tráfico, seguirían juntos. Consiguieron vivir en la casa de sus sueños, eran felices y, pese a no poder tener hijos, siempre se ha considerado una "mujer plena" que compartió su vida con un hombre de "gran generosidad".
Pregunta: Mucha gente tiene una imagen de Carmen Lomana frívola y millonaria.
Respuesta: ¿Eso de millonaria de dónde se lo han sacado? Porque no solo millonaria, también dicen que soy multimillonaria. Ante semejantes ridiculeces prefiero que piensen que lo soy a que crean que soy una pobre desgraciada. No vivo mal, pero no soy una persona que me haya dormido en los laureles, que me he quedado viuda y me he dedicado a gastar dinero. Donde sacas y no metes, nada dura. Yo trabajo porque me gusta vivir bien, soy cualquier cosa menos superficial. Frívola cuando tengo que serlo sí, forma parte de la inteligencia.
P: Al final es una mujer que ha ido muchas veces a contracorriente de lo que, por ejemplo, su familia quería.
R: Si hubiera hecho lo que decían que tenía que hacer, mi vida hubiese sido mucho más aburrida y desgraciada, entre otras cosas no me hubiese casado con Guillermo. Cuando yo tenía 18 años, en según qué familias, estaba muy mal visto que trabajaras, era como que no te podían mantener en tu casa y yo siempre he sabido que la única independencia y libertad de una mujer es tener su propio dinero.
P: Por esa imagen de millonaria muchos creen que ya lo tiene todo, ¿el dinero da la felicidad?
R: No, pero indudablemente ayuda. Te ayuda a vivir dignamente, como tú quieres sin depender de nadie y claro que da la felicidad en muchas cosas. Te hace feliz si tú eres feliz, si tu actitud es positiva, pero como tu estés amargado puedes tenerlo todo en la vida y ser una persona tremendamente triste y malhumorada. Yo cuando estuve en Supervivientes me di cuenta lo feliz que era desprendiéndome de todo, de dormir tirada en la arena y que mi techo fueran las estrellas, me pareció el mayor lujo que he tenido en mi vida.
P: Una de las etapas más importantes de su vida fue en Londres, ¿cómo la recuerda?
R: Fue una etapa preciosa, además de la oportunidad de ir tan joven a la ciudad de mis sueños. Entonces era la ciudad de David Bowie, los Rolling Stones, los Beatles ya me parecían antiguos, no me gustaban tanto. Para mí Londres era la modernidad, era una maravilla, me enseñó a ver la vida desde otra perspectiva. Recuerdo que allí vi el comienzo del punk y siempre digo lo que me impresionó la primera vez que vi dos chicas con esa estética que iban elegantísimas. Eran terribles, pero me di cuenta de que dentro de lo punk eran lo más maravilloso.
P: Allí conoció a su marido, Guillermo Capdevila. ¿Cómo lo recuerda?
R: Lo conocí en un club de jazz con mi hermana. Por lo visto Guillermo estaba detrás de mí y le había gustado mi espalda. Cuando me di cuenta lo tenía delante, nunca había visto a un hombre tan guapo, llevaba el pelo largo, un suéter de cuello alto azul pálido y un jean. Nos quedamos los dos en shock, nos enamoramos al instante. Él me preguntó si era sueca y le dije que era española, así que empezamos a hablar en español. Me pidió el teléfono y no se lo di, así que luego estaba desesperada porque me había enamorado en un minuto y pensaba que no le iba a volver a ver jamás. Pero la vida te da sorpresas y me lo encontré a los 15 días en la calle, en Londres, que no es fácil, y ya no nos volvimos a separar. A los seis meses nos casamos, fue todo muy romántico, con mucho amor, y nos duró 23 años. Estoy segura de que seguiríamos juntos.
P: ¿Cómo llevaban sus diferencias políticas?
R: Discutíamos mucho por eso, sobre todo al principio. Él era muy de Allende, su familia eran todos muy de derechas, pero él no, lógico en esa época de la universidad. Era un hombre con muchísima conciencia social, con ganas de ayudar y tremendamente generoso. Cuando se metió en política le detuvieron y fue preso durante el golpe militar. Por eso le decía que había sido un tonto útil, luego pensé que realmente no era así, sino un tío bárbaro. Le podían haber fusilado en el Estadio Nacional de Chile como a muchos compañeros suyos, pero gracias a su familia, que era muy influyente, pudo salir.
P: ¿Qué le enseñó?
R: Mucho. Me impresionó la cultura que tenía, fue lo que me terminó de enamorar. Guillermo era un hombre muy pragmático, ingeniero, arquitecto, un hombre de ciencias, y yo todo lo contrario. Los dos aprendimos de cada uno. Yo a tener rigor y pragmatismo y él a amar mucho más la música, la ópera, el arte, la belleza de muchas cosas que no había captado antes. Nos complementábamos, eso es lo ideal de una pareja.
P: Ha dicho que poder despedirse de él en el tanatorio le dio paz, ¿cómo enfrentó el duelo y la viudedad?
R: Fue horrible. He sido como una viuda de García Lorca. Pasé casi cuatro años en los que no tenía vida, había dejado de interesarme. Creo que hay unos periodos de luto y unos de tranquilidad y sosiego, hasta que un día, de repente, quieres empezar a vivir otra vez.
P: Si pudiese volver a un momento o época de su vida, ¿a cuál volvería?
R: Cuando conocí a Guillermo. No necesitábamos nada porque lo teníamos todo: el amor, los amigos, lo suficiente para darnos algún capricho y llenar el carrito del supermercado. Teníamos complicidad solo con mirarnos. Conseguimos comprar la casa de nuestros sueños en San Sebastián. Fui muy feliz, vivía en la casa que siempre deseé, con el hombre que quería y no tenía hijos, pero era una mujer plena. Por eso fue tan bestial que un accidente de carretera se lo llevara.
P: No pudieron tener hijos por una negligencia médica, ¿cómo les afectó como pareja?
R: Ese médico me cortó las trompas, yo había tenido un embarazo extrauterino y habría podido tener hijos después perfectamente. Le dije a Guillermo que como no podía darle hijos no podíamos seguir juntos, pero él se negó. Me dijo que estaba conmigo porque me quería, que los hijos son consecuencia del amor y que si no teníamos íbamos a ser igual de felices. Él era así, eso es de una gran generosidad.