Cuando se comete una infidelidad, la duda que surge es si es mejor o no confesarla. En general, cuando el otro no lo sospecha ni lo ha descubierto y es un hecho aislado, la mejor alternativa es guardar silencio. En este caso, confesándolo sólo le causarás dolor a tu pareja. Nadie niega que la verdad es un valor primordial, pero si lo que necesitas es limpiar tu conciencia porque sientes mucha culpa, el trabajo emocional te corresponde solo a ti. Confesar una infidelidad esporádica no te hará más fiel y la relación se verá muy afectada.
Esta es, probablemente, la mayor consecuencia de cometer 'sincericidio'. A veces, por un sentimiento de culpabilidad o de impotencia, decimos cosas que nos parecen verdad, pero que pueden hacer daño a los demás. Es lo que Laura Rojas-Marcos, en su libro 'Convivir y compartir' (Grijalbo) llama sincericidio. La persona sincericida expresa verbalmente todo lo que piensa sin poner ningún filtro y sin pensar en los sentimientos del otro. Estas personas comunican sus opiniones sin empatía. Utilizan palabras duras y a veces crueles sin importar el daño que puedan causar. Todo vale en nombre de la sinceridad.
Lo cierto es que no todo vale. Especialmente, si el daño va a ser irreparable. Si confiesas tu infidelidad, la otra parte de la pareja sentirá celos, desconfianza, culpabilidad, decepción, coraje, resentimiento, falta de confianza en sí mismo y miedo a que la situación vuelva a repetirse. Es una combinación emocional letal que pondrá en peligro la relación.
Para superar tu crisis interna es necesario que te preguntes lo siguiente: ¿Qué estabas buscando en la otra persona? ¿Por qué sucedió? Una vez que encuentres la respuesta, haz el esfuerzo para enmendar tu relación, para lo que seguramente necesitarás ayuda terapéutica. Aunque el infiel es quien comete la falta, no es raro que subyazcan problemas en la relación y que la otra parte también sienta de una u otra manera que algo no funciona.
Hay tres situaciones en las que sí hay que compartir que se ha sido infiel. La más obvia es si crees que te has enamorado y quieres empezar una nueva vida; se trata, sin embargo, de una decisión que hay que madurar mucho.
El segundo caso en que es necesario contar la infidelidad es si se han mantenido relaciones sexuales sin protección, aunque haya sido una sola vez, hay que confesarlo. No solo porque pueda haber un embarazo indeseado, sino porque se puede contraer una enfermedad de transmisión sexual. Seguramente supondrá un punto de inflexión en la relación, pero hay que compartirlo.
La otra situación es si tu pareja lo sabe o lo sospecha. Estar viviendo en la duda puede arrastrar a cualquiera al límite de la obsesión. Puede que incluso tu pareja se convierta en un guardián de tu intimidad y empiece a revisar móviles, mails o a comprobar todo cuanto dices.
En ese punto, solo cabe compartir la historia. No es el único caso de infidelidad en la Tierra y las consultas de los terapeutas de pareja están llenas por este motivo. No es imposible superarlo si se encuentra un profesional que ayude a transitar y resolver este conflicto. La buena noticia es que las parejas que se recuperan se vuelven más cercanas y apasionadas. Salir a flote tras una infidelidad y dejar atrás el resentimiento y la desconfianza los hará mucho más fuertes.