La culpa es un sentimiento de malestar profundo y angustioso que surge cuando consideramos que somos responsables de perjudicar o dañar a otra persona. Así es como la psicóloga Laura Rojas-Marcos describe la culpabilidad en el libro 'Convivir y compartir' (Grijalbo).
La culpa está asociada al remordimiento y al arrepentimiento, una actitud que nos puede llevar a hacer algo a favor de la persona que consideramos damnificada. Aunque parezca extraño, poder sentirnos culpables es algo saludable porque es un mecanismo de control de nuestra conducta y nuestros impulsos. Puede ser útil si, por ejemplo, nos debatimos entre dejarnos o no llevar por el deseo de ser infieles a nuestra pareja. Pero, si esto ya ha sucedido... ¿Cómo podemos gestionar la desagradable sensación de ser culpables?
La culpa es una emoción compleja que puede llevar a la manipulación y al reproche, dos bombas emocionales en cualquier relación. Por eso, es muy importante disponer de los recursos básicos para 'cargar' con la culpa de manera razonable. Paradójicamente, solo cuando aceptamos los hechos y entendemos las razones podremos vivir en paz, lo que implica el desarrollo de estas estrategias.
En ocasiones, la culpa aparece por un inadecuado nivel de autoexigencia o por el miedo a cómo responderán otras personas a lo ocurrido.
Hay personas que siempre se muestran insatisfechas, creando relaciones de dependencia culpable con los demás, y personas que se creen responsables de todo lo que pasa. En el caso de la infidelidad, al menos, la cuestión está clara: has sido infiel a tu pareja. La responsabilidad es única y exclusivamente tuya. Y hay que saber cómo gestionar este sentimiento para que no acabe en ruptura.
No se trata de buscar atenuantes o de encontrar excusas, pero es cierto que hay momentos de la vida que pueden empujarnos a distintas situaciones. ¿Vuestra pareja pasaba por una mala racha? ¿Hay alguna cuestión personal o profesional que os ha alejado?
Analizar el grado de culpabilidad real es el primer paso para poder aceptar la culpa y realizar los cambios necesarios en el propio comportamiento.
Cuando uno se siente culpable, tiende a aislarse de las otras personas, alimentando su sentimiento de culpabilidad. En ese estado es muy frecuente compartir con la pareja el episodio de infidelidad. En este punto, los expertos advierten de que antes de compartir hay que valorar muy bien las consecuencias. Va a suponer un punto y aparte que cambiará la relación. También conviene ser claro con los propios sentimientos. ¿Ha sido algo esporádico o hay detrás un deseo profundo de estar con otra persona? Expresar lo ocurrido, disculpándose si es necesario, es fundamental para poder aceptar la culpabilidad de una manera sana, pero hay que tener mucho cuidado con los sincericidios.
Perdonarse a uno mismo es uno de los actos más complejos en la relación con nosotros mismos. Implica aceptarse y admitir que no podemos controlar la propia vida. Así, podremos reconocer las propias limitaciones, evitando descalificarse a sí mismo por el error cometido, fomentando la autocompasión. El pensamiento que más puede ayudar en este caso es pensar cómo hablaríamos a una persona arrepentida que quisiera superar algún desliz.
Analizar las consecuencias de los propios actos es apropiado, pero autocastigarse sólo sirve para dañar la propia autoestima. En lugar de perder el tiempo fustigándose por lo ocurrido, es más sano liberarse de la culpa poniendo remedio a la situación, evitando volver a cometer los mismos errores, los cuales pueden llevar a crecer como persona.
A veces, se tiende a dramatizar sobre las repercusiones de los propios acontecimientos. Flexibilizar el propio código de exigencia hará que se sienta menos culpabilidad ante los errores, aunque en un primer momento te parezcan tan graves como haber sido infiel. Si no logras superar el episodio, acude a terapia profesional. Un buen psicólogo te ayudará a transitar por la culpa y a saber si ese desliz, aparentemente irrelevante, tiene causas más profundas.