¿Existe el divorcio perfecto? Álvaro, de 58 años, y Gema, de 56, creían que sí, pero desde nuestra primera entrevista hasta hoy algo ha sucedido que les ha hecho replantearse la respuesta. Estos dos empresarios de la hostelería salmantinos se divorciaron a principios de 2021. Comparten cuatro hijos, todos mayores de edad, que no tienen la sensación de ser hijos de divorciados. Nunca se rompió la unidad. Cuando nacieron los dos menores, gemelos, decidieron comprar el piso contiguo y anexionarlo. "Tras el divorcio, volvieron a ser dos viviendas, pero con las puertas abiertas para los cuatro sin distinción de si hoy toca con la madre o con el padre", cuenta Álvaro.
Ese 2021 las tasas de divorcio en España fueron muy elevadas. Según la Estadística de Nulidades, Separaciones y Divorcios del INE, hubo un incremento del 13,2% con respecto a 2020, alcanzando las 90.582 rupturas. La de Álvaro y Gema fue solo una más y, como hace una buena parte de los españoles en este proceso, contrataron los servicios de un abogado de familia con el fin de coser algunos flecos para no tener problemas. Ocho de cada diez divorcios en nuestro país son consensuados. Es una decisión que, en general, permite resolver el divorcio en menos tiempo y disfrutar de un buen convenio reglador beneficioso para ambas partes en cuanto a la custodia de los hijos, derechos y obligaciones de cada uno, pensiones compensatorias, reparto de bienes o régimen de visitas. Frente a los contenciosos, facilita alcanzar un acuerdo y adaptarse a la realidad familiar. "Es menos costoso y más rápido", indica Álvaro.
En su caso recurrieron a un profesional de máxima confianza, pero realmente no tenía mucho que resolver puesto que tenían, tanto en lo personal como en lo profesional, todo separado. Y la vivienda en común volvió a su estado original. Es decir, dos pisos contiguos. "En las fiestas familiares volvemos a reunirnos como una gran familia. En este tiempo han nacido dos nietos y esto nos hace felices".
Podría decirse que la situación de divorciados era excepcionalmente idílica, pero ha ocurrido algo que puede cambiar las cosas. Álvaro acaba de iniciar una relación con otra mujer, algo más joven, que Gema ha recibido como una intrusa. Prefiere mantenerse al margen en esta conversación, pero, según nos transmite su exmarido, la armonía conseguida podría saltar por los aires de un momento a otro. "Gema es para mí un pilar fundamental en mi vida, independientemente de si inicio una nueva relación. Nadie puede cambiar eso. El respeto y el cariño van a estar siempre por encima de cualquier circunstancia", asegura.
Los americanos llaman divorcio gris a este tipo de ruptura en la edad madura, más por las canas que por lo sombría que pueda ser la situación. Álvaro y Gema se casaron con 23 años. Enseguida llegaron los niños, montaron un bar que con el tiempo ampliaron, ganaron metros a la casa y el tiempo voló sin apenas degustar todo lo bueno que iba sucediendo. "También hubo momentos de incertidumbre económica, enfermedades o las dificultades propias de la crianza de cuatro hijos, pero lo fuimos superando".
El problema empezó cuando la prole creció y fue ganando autonomía. "Por primera vez en muchos años, teníamos momentos para la intimidad, pero absoluta falta de ganas de disfrutarlos. Ese tiempo que un día echamos de menos ahora se echaba de más. Nos evitábamos. Éramos incapaces de estar frente a frente y mantener la mirada. No había motivo para tirarse los trastos a la cabeza, ni siquiera discusiones o desencuentros, pero era evidente que la llama estaba apagada y sin un resquicio de brasas para avivarlo", sigue relatando Álvaro con valentía.
Por fin decidieron hacer frente a esas señales que advertían de que era un matrimonio roto. "Nos dimos cuenta de que el cuidado de los hijos y los negocios hizo que desatendiésemos totalmente la relación de pareja. Fue doloroso admitirlo y enfrentarse a ello como algo irreversible, pero necesario porque seguir escondiendo la cabeza nos habría llevado a un estado de infelicidad injusto para los dos".
Lo siguiente fue exponer la situación a los hijos con mucha claridad y transmitiéndoles su deseo de unidad y respeto. "Aquí no hay culpables ni víctimas. Alguno lo ha vivido con especial frustración, pero no hemos dejado de darnos apoyo y cariño unos a otros". Con la distancia que permite el tiempo, no sabrían decir si como pareja fueron realmente felices, pero al menos sí garantizan que se casaron enamorados y como padres se han sentido muy dichosos". Su intención ahora es demostrarle a Gema que no va a cambiar nada la cordialidad que habían conseguido y responder definitivamente que, definitivamente, existe el divorcio perfecto.
No suele ser lo habitual, pero tenemos algunos casos conocidos. La actriz Gwyneth Paltrow recurrió a la autoayuda cuando se divorció, en 2014, del cantante Chris Martin, padre de sus hijos Apple y Moses. Lo consideró importante por el bien de sus hijos y para poder recuperar una vida sana en lo emocional y en lo sexual. También Chris, integrante de la banda británica Coldplay, tuvo la misma voluntad. Ambos formaban una de las parejas más estables, pero de repente anunciaron su separación con un comunicado en redes: "Hemos llegado a la conclusión de que debemos estar separados a pesar de lo que nos queremos", concluía el texto.
El cantante necesitó más de un año de recuperación, pero le ayudó a salir adelante la lectura de 'El hombre en busca de sentido', el relato de supervivencia del psiquiatra Viktor Frankl. "Podía tomármelo de manera muy agresiva, maldecir y maldecir. O hacerlo de otra manera: como si llevaras el coche al garaje, aparcarlo, limpiar el motor y arrancar de nuevo". Optó por esto último.
Mantienen una excelente relación e incluso han llegado a viajar todos juntos. La actriz publicó en su web Goop una entrada bajo el título Desacoplamiento consciente con el método para un divorcio perfecto. En él aconseja, entre otras cosas, no llamarlo divorcio, sino desconexión consciente para comenzar a proyectar algo diferente en el mundo. Recomienda también recibir las lecciones que la otra persona aún pueda dar y resistirse a cualquier tipo de drama o discusión subida de tono. La clave para conseguirlo está en buscar un sistema de apoyo espiritual interno, algo que ellos han mantenido de manera muy firme