El contacto físico nos hace sentir bien. 'El roce hace el cariño' y nuestro sistema bioquímico se revoluciona: segregamos endorfinas y la serotonina, la hormona del bienestar, se dispara. De ahí que, desde tiempos inmemoriales, las parejas, independientemente de su cultura, hayan preferido dormir juntas todas las noches. ¿Todas? Cada vez más, dormir en habitaciones separadas empieza a ser una opción, muchas veces fundada en razones prácticas, sobre todo si el compañero de sueños ronca o tiene un mal dormir.
Pero no siempre hay una razón de salud, aunque sea el argumento más lógico. Cuando no hay nada de eso detrás, ¿por qué se prefiere dormir cada uno por un lado? Sebastián Girona, psicólogo especialista en vínculos y uno de los divulgadores más conocidos en las redes sociales (@sebastiangirona en Instagram), comparte algunas de las claves que hay tras este tipo de acuerdos en esta entrevista para Uppers.
Algunas parejas longevas, con muchos años de convivencia, deciden no compartir la misma habitación a partir de cierta edad. ¿Por qué crees que se produce este fenómeno?
En primer lugar, yo creo que todas las parejas, y también, por supuesto, las que conviven y también las que conviven durante mucho tiempo, necesitan oxigenar el vínculo. Y en ese sentido, eso puede implicar distintas cuestiones. Eso dependerá de cada pareja y de cada lógica de cada pareja. Es decir, la posibilidad de no compartir la misma habitación puede significar oxigenar el vínculo.
¿Implica algo más?
Sí, en segundo lugar, también implica la lógica de renegociar un contrato. Todas las parejas tienen un contrato y ese contrato se va a tener que renegociar a lo largo de la vida. Si la pareja se sostiene en el tiempo, varias veces. Cambiar esa dinámica, no compartir la habitación, tranquilamente, puede ser una modificación del contrato. Tanto la modificación del contrato como la oxigenación del vínculo, apuntan a sostener la convivencia y sostener la relación. Estas pueden ser dos herramientas que pueden servir para poder sostener el vínculo a lo largo del tiempo, sobre todo cuando llevan muchos años de convivencia.
¿Dormir en habitaciones independientes es una decisión fácil de tomar?
Puede ser una situación fácil si se da de común acuerdo, pero eso a veces es difícil. En general uno lo va a pedir y el otro va a tener que adaptarse a eso aunque esa adaptación puede llevar tiempo. Si bien puede ser positivo no deja de ser una renegociación estructural del contrato de la pareja y eso a veces puede generar crisis dentro del vínculo.
En tu opinión, como experto, ¿qué suele haber detrás de este ‘divorcio’ de habitación?
Plantearlo como un divorcio es plantearlo con cierto dramatismo. Quizás puede tener una connotación positiva. Y como decía, puede ser una forma de sostener el vínculo y de generar mayor o mejor convivencia. Incluso no necesariamente es algo negativo. Dependerá de cada pareja y de cada relación. Todas las parejas tienen un contrato y cada contrato es diferente. Y el contrato que le sirve a una relación no necesariamente le sirve a otra y cada uno va encontrando la forma de sostenerlo en el tiempo de ambos.
Por tanto, para ti no es la antesala de un desencuentro real de la pareja.
No necesariamente, sobre todo si los dos están de acuerdo, puede ser una forma de ganar calidad a la hora de encontrarnos, en el sentido de no sostener una habitación en común por el solo hecho de que haya que sostenerla. Por supuesto que esta lógica de no dormir en la misma habitación se puede ver enmarcada dentro de una cuestión de estímulos más individuales. Hace muchos años, las parejas dormían en una misma cama y la almohada era una almohada única para los dos, una almohada muy larga y muy grande para ambos. Eso se dividió en almohadas diferentes. Muchas camas por encima son una, pero a veces son dos separadas por debajo que se unen. De alguna forma, hay muchos estímulos que apuntan a dividir esa lógica, por supuesto, también la da el hecho de dormir en habitaciones diferentes. Eso puede atentar contra la relación, como ser una herramienta que de alguna forma oxigena el vínculo y sea positiva, dependerá de las razones por las cuales se toman esa medida, pero no necesariamente es negativo.
¿Crees que hay una tendencia creciente a no compartir espacios: cama, habitaciones, baño, incluso casa?
Creo que hay una tendencia creciente a la lógica de revisar la pareja clásica. No solamente en términos de parejas abiertas o poliamor, sino a pensar distintas formas de pareja que pasan a formar parte del abanico que durante muchos años solamente tuvo a la pareja clásica. En ese sentido, creo que son formas de buscar que la pareja pueda sostenerse de otra manera. Pueden darse estímulos más individualistas, pero que, en definitiva, pueden ser otra forma más de estar en pareja.
¿Es más frecuente en las parejas senior?
En las parejas senior en todo caso implican mayor tiempo de convivencia y ese desgaste puede a veces llevar a la lógica de dividir las habitaciones, dormir en habitaciones diferentes. En todo caso, habría una relación directa o directamente proporcional con la cantidad de tiempo de convivencia y la necesidad de oxigenar el espacio después de tantos años de convivencia.
En algunos casos, no querer vivir en la misma casa que la pareja se da en las segundas o terceras uniones. ¿Está cambiando el concepto de pareja, incluso entre personas mayores?
Yo creo que sí, claramente. Durante muchos años existió un solo modelo de pareja y ahora comienzan a existir varios modelos de pareja. El clásico, el de toda la vida, va a permanecer, pero va teniendo que compartir el espacio con otras formas de convivencia.
¿Por qué no se quiere compartir tanto la vida doméstica?
Muchas veces esa vida doméstica y esa cotidianidad puede llegar a atentar contra algunos aspectos de la relación, puede desgastar mucho el vínculo, sobre todo si la convivencia es compleja. Por eso, muchas personas tienen el prejuicio (que de algún lado sale, por supuesto) de que la convivencia mata el amor. Desde ese punto de vida de vista, se apuntan a buscarle formas alternativas para que la relación se sostenga con calidad a lo largo del tiempo.
En una buena relación, ¿es necesario compartir todos los espacios? ¿Las micro-separaciones no pueden, de hecho, fortalecer una relación?
Por supuesto que sí. En una relación sana no necesariamente tenemos que compartir y hacer todo con nuestra pareja, ni siquiera tenemos que estar de acuerdo en todas las cuestiones. Tenemos que estar de acuerdo en cuestiones de base, por supuesto, y en algunos valores fundamentales. Pero, de hecho, yo creo que es necesario que la relación pueda tomar aire en determinados momentos, pueda echarse de menos, volver y contarse cosas diferentes, por ejemplo.
¿Cuál es para ti la fórmula del éxito de pareja cuando hay muchos años de convivencia?
Las parejas tienen este contrato del cual hablaba. Para mí la fórmula del éxito es poder renovar ese contrato cada determinada cantidad de años. No hay un tiempo exacto, sino que cada pareja puede establecer o darse cuenta cuando es necesario, renovar y modificar aspectos de ese contrato. Y a partir de ahí, en esa renovación, hay muchas cosas a revisar que tendrán que ver con cada relación.
Esa es una fórmula de éxito. El éxito aparece cuando la pareja o cuando los integrantes de la pareja pueden tener la flexibilidad psicológica necesaria para renovar ese contrato, entendiendo que lo rígido se rompe y lo flexible se dobla, pero no llega a romperse. Ese es un gran secreto de las parejas. Una pareja que comienza de una manera en el año número uno no va a seguir de la misma forma exacta en el año número diez, por ejemplo. Esa es una clave fundamental para cualquier tipo de relación.