Si echamos la vista atrás seguro que podemos recordar a nuestros padres y abuelos durmiendo en el mismo lecho. Siempre se ha dado así, pero una nueva tendencia se está abriendo paso, sobre todo a partir de cierta edad, para favorecer el descanso. Los (conocidos por todos) ronquidos y otros problemas respiratorios son la principal causa de este cambio sociológico y generacional. Hemos hablado con psicólogos expertos y parejas para que nos expliquen qué beneficios derivan de esta ‘separación’ al finalizar el día, que para muchos está trayendo más intimidad y buen humor durante el día.
El 45% de la población española sufrirá en algún momento de su vida algún trastorno del sueño grave, según un informe de la Sociedad Española de Neurología el año pasado. En nuestro país más de 12 millones de personas no presentan un descanso óptimo.
No es de extrañar que ya estén surgiendo además los estudios sobre las consecuencias de esa falta de sueño. La American Academy of Sleep Medicine, por ejemplo, revela que dormir en habitaciones separadas conlleva mejoras para la salud. Ya en 2015, una encuesta de la organización estadounidense National Sleep Foundation, indicaba que el 25% de las parejas dormían en camas separadas y el 10% en habitaciones aparte, algo que para nada perturbaba su nexo.
María Isabel, de 57 años, comercial, explica que tomó la decisión de dejar de dormir con su esposo a los dos años de casarse: “Hay noches que todavía escucho sus ronquidos de una habitación a otra, pero no es lo mismo que hacerlo justo al lado de él; además, es una persona a la que le gusta mucho pegarse a mí y eso no me permite estar relajada”.
La mujer, que admite haber afrontado dos años un descanso pésimo, explica que le era muy difícil contárselo a su marido, así que fue acumulando ansiedad y malhumor. Hasta que se liberó: el día que se lo contó y cambió de habitación, todo mejoró: “Tenía ganas de verlo por las mañanas y de tener más momentos de intimidad con él durante el día cuando nuestros hijos no estaban. Creo que mudarme de habitación salvó nuestro matrimonio”.
Candela, de 51 años, abogada, relata que cuando se convirtió en madre a los 40 años dejó de dormir con su marido. “Amamantaba a mi hija y los tres en la cama no estábamos a gusto así que pusimos una cama grande en la habitación del bebé y me instalé ahí”.
Con el paso del tiempo confiesa que se acomodaron y ambos se encontraban a gusto. “La gente piensa que dejas de querer a tu pareja, pero no es así. Concebir el sexo solo en la noche es bastante penoso y de mentalidad anticuada. Mi marido así lo entendía hasta que lo hablamos”.
La abogada indica que continúan manteniendo relaciones sexuales, más ahora que su hija no es tan pequeña, pero no duermen juntos. “Descansamos perfectamente y tenemos más ánimo para afrontar el día”.
Hay muchos mitos en torno a cómo han de dormir las parejas. Alma García, psicopedagoga y orientadora/mediadora familiar, asegura conocer a muchas parejas que en las sesiones de orientación familiar le cuentan que el dormir separadas ha reintegrado la armonía. “Roncar es una de las mayores preocupaciones, tanto por las molestias al hacerlo tu pareja como por no conseguir dormir al creer que tú puedes hacerlo”.
¿Qué hay del sexo? Para la experta se trata del mito en mayúsculas: “Las relaciones sexuales se pueden tener en cualquier momento del día al igual que en cualquier lugar”, explica García.
En cuanto a los hijos y que no vean a sus padres pernoctar en la misma alcoba, esta psicóloga lo tiene claro: “Lo que en verdad les removerá es comprobar que no se tratan bien, que no se respetan o no pasan tiempo juntos”. Además, cuando hay hermanos, es frecuente dormir en estancias diferenciadas o al menos en distintas camas, entonces, “se parece bastante a lo que puedan vivir con sus progenitores”, indica la orientadora familiar.
María Magdalena Orosan, psicóloga, sexóloga y terapeuta de pareja, también es partidaria de separar el sueño: “Dormir juntos es más una cuestión emocional que fisiológica y lo hacemos porque lo damos por sentado creando una conexión con nuestra pareja. Si no es así, no tiene sentido”.
En muchas ocasiones, al decidir dormir con nuestra pareja dejamos en segundo lugar nuestro reposo. “El descansar y el dormir es una necesidad fisiológica primaria. En la pirámide de Maslow se encuentra en la base junto al alimentarse y el beber”, aclara Orosan.
La sexóloga asevera que cada vez se dan más investigaciones donde se puede comprobar que se suma un lugar preferente al reposo y no tanto a la presión social, costumbre o norma de dormir con la pareja. Aunque también refiere que al dormir con otra persona hay abrazos, se escucha su respiración, hay calidez... y eso puede aumentar el vínculo. “No obstante, cada caso es particular y debería tenerse en cuenta las circunstancias del tándem o de cada miembro”, subraya.
Orosan recuerda que hay personas que padecen problemas de sueño, dificultades para respirar y roncan y otros, necesitan una zona propia o se despiertan con el mínimo ruido o movimiento. “Aunque algunos se lleven las manos a la cabeza no se deben obviar ciertas circunstancias que pueden hacerlo lo más recomendable”.
“Dormir juntos no indica que en la pareja todo fluya adecuadamente por lo que hay que optimizar. La alianza puede desarrollarse en otros momentos: pasando tiempo juntos, dándose cariño, en las relaciones sexuales...”, zanja la psicóloga de pareja.