Es más difícil de lo que podría parecer para una pareja definir qué es una infidelidad y qué una deslealtad, pero en términos generales y convencionales, los ‘cuernos’ en un matrimonio lo son y no hay que darle mucha más vuelta. De hecho, según un estudio de Sigma Dos, el 34,4% de los encuestados de entre 46-55 años confesó haber sido infiel al menos una vez. Pero, ¿qué ocurre cuando lo sabes pero prefieres mirar para otro lado?
Es el caso de Concha (nombre ficticio), de 51 años, quien estaba casada cuando su vida dio un vuelco de 180 grados. Es una mujer tímida y reservada con su vida privada, por lo que nos advierte de que quiere contar muy por encima su historia: “Siempre he estado muy enamorada y bien cuidada por mi marido”, añade.
“Permití que durante año y medio mi marido, con el que llevo casada 18 años y con una hija adolescente, mantuviese una doble vida. La gente me juzgará, pero cada uno lleva sus cosas como quiere”, explica.
Pero no solo eso: la infidelidad se asentó en una especie de doble vida. A sus oídos llegó que su marido iba a ser padre con otra mujer, bastante más joven que él. “Sabía de sus devaneos extramatrimoniales y era algo que podía admitir siempre y cuando volviese a casa. Cuando supe esto me afectó mucho. Se trataba de un bebé, eso eran palabras mayores”, refiere.
“Llegué a pensar que lo del embarazo había sido un desliz, un error, pero me confesó tener sentimientos por ella y que no pusieron medidas. No sé cómo, pero tras mi enfado inicial, le dije que decidiese, pero yo no me iba a divorciar”, sostiene.
En los dieciocho meses en los que Concha soportó las idas y venidas de su marido, destaca que él dejó de quererla. “Llegué hasta a desarrollar empatía hacia su amante”, confiesa.
Pocos meses después de que naciera el bebé, el marido de Concha decidió volver con su mujer. “Me dijo que la quería, ayudaría y vería al niño, pero que llevar esa doble vida era imposible y que era a mí a quien veía como su única mujer", remata.
Puede ser recurrente para muchos el temido pensamiento de imaginar a una pareja con un amante, sobre todo con el nuevo universo que se ha abierto gracias a las aplicaciones de citas y redes sociales.
Según el mismo estudio de Sigma Dos, el 22% achaca la infidelidad a la rutina, el 18,6% al hallazgo de nuevas experiencias y el 17,3% por puro placer sexual. Si nos preguntamos si tras hacerlo se es más feliz, un 65% desvela que no fue así.
El pasado 30 de abril, la empresa Diversual hizo público el Estudio sobre hábitos sexuales de los españoles, desde la mayoría de edad a más de 60 años. El 28,97% de los ciudadanos de nuestro país confiesan haber sido infieles alguna vez. Concretamente y clasificando por provincias, Tarragona se sitúa en el puesto de honor con un 39,77%, seguida por Cantabria con un 39,68%, y, Guipúzcoa, llegando a un 38,24%.
Carla Bruni, modelo, cantante y actriz ítalo-francesa confesaba recientemente: "Soportaría un adulterio físico, pero no que se enamore". Las relaciones son un batiburrillo de emociones y es complejo atreverse a pronosticar en uno mismo qué sería capaz de perdonar y cuándo.
Mara Mariño, terapeuta de pareja y sexóloga de Bienquererse, autora de ‘Todo lo que mi novio debe saber sobre feminismo’ (Grijalbo, 2023), cree que es algo muy personal perdonar a la pareja cuando no existe un vínculo afectivo con el amante. “Podemos hablar de una doble traición: la de haber intimado con otra persona (sexual solo o sexual y emocionalmente) y la traición a la propia confianza de la pareja, quien experimenta dolor, enfado y confusión”, concreta.
Mariño subraya que el amor se basa en la confianza mutua y compromiso y que por norma general se hace ‘balance’ entre el grado de satisfacción en pareja y el grado de disposición a soportar lo que es menos satisfactorio. “Si el balance es positivo porque tenemos más tolerancia a que sólo se base en algo sexual y no emocional, puede ser más fácil de perdonar”, confirma.
Asimismo, recuerda que el perdón es algo gradual que precisa de un proceso de reconstrucción de la relación, con el trabajo de ambas partes. Para la sexóloga, pueden influir, además: la duración de la infidelidad, la percepción de la sinceridad en el arrepentimiento o la voluntad de ambos para superar la crisis.
Para Mariño hay algo común en las parejas: la necesidad de apoyo a la persona afectada. “Necesita poder expresar todas sus emociones y que estén ahí para ayudarla amistades, familiares o profesionales”, aclara. “Luego ya se establecerán los nuevos límites y las expectativas respecto al futuro juntos”.
“Si no hay intención de dejar a la otra persona, pero es uno de los límites para reordenar el funcionamiento de la pareja, habría que explorar cuál es realmente la viabilidad de la relación, ya que puede ser idóneo considerar la ruptura”, certifica.
En el caso de necesitar comprender los factores que llevaron a la pareja a ser infiel (algo que puede llevar a descubrir otros problemas) o tener una conversación con el amante, siempre y cuando la persona agraviada se sienta cómoda, resultaría preciso la mediación de un terapeuta que ayudase a manejar la situación.
Bárbara Esteve Subirana, psicóloga sanitaria, sexóloga y terapeuta de pareja, “la novedad y el juego son componentes cruciales en cualquier relación, pero tienden a desvanecerse con el tiempo, lo que a menudo lleva a buscarlos fuera”. Esteve entiende que la búsqueda de otra persona puede reflejar carencias emocionales o sexuales o la falta de comunicación y conexión con la pareja actual.
“Enamorarse de dos personas es un tema complejo y controvertido. Aunque es posible desarrollar sentimientos profundos por más de una persona, mantener relaciones amorosas con ambas puede generar conflictos éticos, emocionales y prácticos”, añade.
Asevera que la honestidad, la comunicación abierta y la ética son fundamentales para abordar estos desafíos de manera saludable. “El poliamor es un ejemplo de cómo las relaciones pueden adoptar formas diferentes, desafiando las convenciones tradicionales del amor y la monogamia. Las nuevas formas de amor, cada vez más comunes, nos enseñan que hay personas capaces de querer a alguien más e integrarlo en su vida en pareja”, explica.