En el mejor caso, pueden parecer personas misteriosas, siempre vigilantes desde la atalaya de su ego. Este tipo de personalidades tienen, incluso, su punto 'cool' cuando no son muy cercanas. Pero, llevadas a la pareja, resultan frustrantes. Esos hombres o mujeres que no terminan de comprometerse y que siempre parecen estar al otro lado de nuestros sentimientos y necesidades no son seres exquisitamente complejos, sino tacaños emocionales.
La tacañería emocional es uno de los rasgos más tóxicos de una pareja y uno de los que pasan más desapercibidos porque en un mundo que prima lo material y la palabra 'crisis' se aplica a todo controlar a la baja cualquier cosa, incluidos los sentimientos, se considera bueno.
Los tacaños emocionales hacen que el valor y el peso de la relación siempre caiga en la otra parte 24 horas 7 días a la semana. Racanea la manera de celebrar la vida, la manera de valorar a su pareja, la manera de socializar con la familia y amigos y, claro está, la manera de aportar. Su tacañería va aparejada con la inacción. Si hay un problema, el tacaño hará lo mínimo posible y dejará que la otra parte cargue con la tarea principal.
Si no suena familiar, algunos hábitos pueden dar pistas. Cuando jamás nos dicen que hemos hecho algo bien, cuando nos nos agradecen nada, cuando toca invitar a la familia o a los amigos y todo es demasiado, y cuando nunca se valida ninguna de nuestras necesidades, el diagnóstico es claro: estamos ante un roñoso vital.
Además, los psicólogos hablan de otros cuatro rasgos:
Detrás de un tacaño emocional puede haber una experiencia traumática en la niñez, situaciones de abuso, de falta de autoestima o de haber vivido en un ambiente de escasez no solamente económica, sino sentimental.
A los tacaños emocionales les cuesta mucho verbalizar sus emociones porque no están acostumbrados en poner el foco en ellas. Ven la vida como una balanza en que se gana o se pierde. Ser generoso, en cualquier aspecto, incluido el emocional, se considera un dispendio innecesario que conduce a las temidas pérdidas en esa balance de pagos imaginario.
Mirar por nuestros intereses no está mal. La pregunta de si compensa o no seguir en una relación siempre es necesaria y la respuesta está en qué nos da y qué nos quita esa relación.
Con los tacaños emocionales, el retorno es muy pobre y el trabajo que tenemos por delante, ímprobo porque tienen una resistencia descomunal hacia la entrega que se presupone en cualquier vínculo amoroso. En este tipo de relaciones, hay una parte que lo hace casi todo y otra que hace mucho menos y no parece apreciar nada. Sin llegar a la alexitimia (la imposibilidad de disfrute), un tacaño emocional añade plomo a cualquier relación.
Si el objetivo es revertir la situación, se impone la ayuda profesional. El objetivo de la terapia psicológica será que los tacaños emocionales conecten con su empatía y aprendan a escuchar de manera activa. En esto, los tiempos son importantes. Si una persona siempre se ha comportado de manera alegre y vital y, de repente o de manera progresiva, comienza a dar síntomas como los descritos, puede haber un fondo de depresión que también necesita terapia.
Ser tacaño emocional es, como anticipábamos, uno de los hábitos que más daña a la pareja. Pero no es el único. De su mano van otros comportamientos que terminan minando la relación: