Cerca de un cuarto de siglo de discreta relación que culmina en boda. Joaquín Sabina y Jimena Colorado se han casado en (relativo) secreto en Madrid. Una boda sencilla, por lo civil, en zapatillas y sombrero de paja y sin vestido blanco: ambos iban de azul. Casamiento marca de la casa que ha tenido lugar en el registro civil de la calle Pradillo, donde se han dado el 'sí, quiero' ante la secretaria del juzgado. Hasta allí han acudido como testigos Marlaska y Joan Manuel Serrat, quien en otoño dio a conocer el compromiso de su amigo -pormenores de la pedida de mano incluidos-.
Pero ha sido el propio Sabina quien, sin querer queriendo y a lo largo de estos años, ha dado a conocer los detalles de su amor por la fotógrafa peruana a través de sus canciones. Una historia que, junto a la de sus otros dos amores, Lucía Inés Correa (su única esposa hasta hoy) e Isabel Oliart (madre de sus dos hijas), hoy recuperamos tirando de hemeroteca y discografía.
La historia con 'la Jime' tiene miga y buen kilometraje. Desde que se conocieran en 1999 en una habitación de hotel durante una sesión de fotos para el diario El Comercio -cuando aún ambos tenían pareja-, ella se ha convertido en su principal apoyo en el plano personal y en el profesional.
Jimena ahora hace las veces de representante del artista, pero es también quien le ayuda a recomponerse tras cada golpe. Desde su caída el pasado febrero justo cuando él cumplía 71 años y lo celebraba junto a su amigo Serrat sobre las tablas, hasta su momento más duro: el ictus que sufrió en 2001. Colorado siempre ha estado a su lado, navegando junto a él sus depresiones, crisis escénicas y adicciones.
Junto a ella ha alcanzado la madurez amorosa y las ganas de dar el paso, convencionalismos románticos incluidos. Según filtraba Joan Manuel antes de que el propio Sabina lo confirmara: el ubetense hincó rodilla con anillo en mano y un poema durante la celebración del 50 cumpleaños de ella. Y aunque resulta raro asomarse a una intimidad que ambos mantienen al margen, Sabina se declaró públicamente a 'la Jime' a la vista de todos mucho antes con Rosa de Lima:
Rosa de Lima, prima lejana
Lengua de gato, bicarbonato de porcelana
Dolor de muelas, pan de centeno
Hasta las suelas de mi zapatos te echan de menos
Prenda de abrigo, ven, vente conmigo
"De haber sido una elección premeditada, nunca habría podido escoger una madre mejor", ha reconocido el cantautor en entrevistas. Doce años de relación de los nacieron sus hijas, Carmela y Rocío. Pero la relación que Isabel Oliart, hija del ex ministro de Industria de UCD y presidente de RTVE Alberto Oliart, y el músico mantuvieron entre 1986 y 1998 no fue un camino de rosas.
Él mismo reconocía en su biografía Pongamos que hablo de Joaquín, de Joaquín Carbonell, el calvario que la hizo padecer cuando en el 92 se enamoró de la modelo mallorquina Cristina Zubillaga. "Yo me iba diez días de casa y no decía dónde, aunque Isabel lo sabía muy bien, yo me iba con Cristina. El caso es que cuando yo volvía, no tenía ni una mala palabra ni un mal modo conmigo", relataba.
De esa rutina y final rinde cuentas el artista en Amor se llama el juego. "El agua apaga el fuego y al ardor los años / amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño / Y cada vez peor, y cada vez más rotos, y cada vez más tú, y cada vez más yo, sin rastro de nosotros". Otro guiño explícito lo dejaba, repasando trayectoria amorosa, en Pero qué hermosas eran:
Mi tercera mujer era, señores
De todos los amores
Que he perdido
El que más me ha dolido
¿Adivinan? Se llamaba Dolores
Se habían conocido en Londres a finales de los 70 y, de vuelta a España, Sabina le pediría matrimonio . A diferencia de la escena que décadas después ha protagonizado junto a Jimena, aquella pedida a la argentina fue más práctica que romántica: el motivo tras el casamiento era poderse escaquear a medias del servicio militar que haría en Mallorca. Entonces, si estaba casado, te dejaban volver a casa cada noche con el pase pernocta.
El tiempo que fueron marido y mujer (entre 1977 y 1985) no lo pasaron estrictamente juntos. Aunque sí en su mayoría compartiendo cama en el piso de Atocha del que habla la canción Rebajas de enero, donde se intuyen los pormenores de su relación.
Como otras parejas vivimos historias de celos
Historias de gritos y besos, de azúcar y sal
Un piso en Atocha no queda tan cerca del cielo
Y yo la verdad nunca he sido un amante ideal
Y contra pronóstico han ido pasando los años
Tenemos estufa, dos gatos y tele en color
Si dos no se engañan mal pueden tener desengaños
Emociones fuertes buscadlas en otra canción