Rebeca, traductora valenciana de 55 años, dice que siempre sintió fascinación por la anatomía femenina: "En mi adolescencia dibujaba en un papel figuras que copiaba de las imágenes de la prensa del corazón, casi siempre actrices espectaculares y con las curvas muy marcadas". Cuando llegaron los primeros flirteos en el colegio y el barrio, se dejó llevar por lo que se consideraba corriente. Chico con chica. No se le ocurrió otra cosa, aunque su libido a menudo disparaba su imaginación por otros derroteros. Con 43 años y a punto de separarse, se dio permiso para sentir atracción por una mujer. "Ocurrió en el trabajo, con una compañera, y creo que la cosa surgió a raíz de un sueño erótico con ella. Aunque al principio obviarlo, como siempre había hecho, esta vez quise escuchar lo que mi cuerpo y mi cabeza estaban pidiendo".
Antes de nada, buscó información porque la situación le creaba confusión. "Mi gran duda era si la orientación sexual cambia a lo largo de la vida". Su conclusión fue que simplemente tenía un nuevo deseo, un pensamiento que por fin se revelaba con mucha claridad. "Al cabo de unos días, esa atracción se desvaneció, tal vez porque no hice nada para alimentarla. Me faltó valentía para dar un paso más, pero el principal, identificar una atracción sin importar si era hombre o mujer, ya lo acababa de dar".
Desde ese instante, Rebeca empezó a preguntarse si ese arrebato era suficiente para considerarse bisexual, puesto que, desde su separación, había tenido un par de relaciones heterosexuales breves que, aunque no cuajaron, le resultaron también gratificantes. Sus dudas se disiparon cuando al cabo de un tiempo, en una cena de amigas del gimnasio, vio que una de las entrenadoras la miraba más de lo normal. "Me gustó y le seguí el juego. Era una sensación curiosa y muy agradable, pero al mismo tiempo me enloquecía. Una cosa era la fantasía o el flirteo y otra muy diferente iniciar una relación a ojos vista".
Después de un tiempo dándole vueltas, decidió inscribirse en una plataforma para conocer parejas lesbianas. "Aquello fue pura adrenalina, perdía la cabeza imaginando cómo sería concretar un encuentro. Hice una selección muy minuciosa y por fin concerté una cita. No resultó como yo esperaba, pero no desistí y al cabo de cuatro o cinco semanas conocí a una mujer con la que encajé. También ella venía de un matrimonio heterosexual y coincidimos en muchos aspectos. Volvimos a quedar y la experiencia fue maravillosa. Hemos cumplido dos años de relación y hace más o menos uno por fin nos atrevimos a dar el paso de contarlo en nuestro círculo más íntimo".
Las reacciones fueron sido dispares. "Unos me reprocharon confusión, aunque yo no lo llamaría así. En este momento tengo claro lo que quiero, igual que en otras épocas he sabido que amaba a mis parejas masculinas. A otros se les ha disparado la imaginación y más de uno nos ha propuesto hacer un trío. Es difícil hacer entender que bisexualidad no implica promiscuidad".
No han terminado de salir del armario. "Ni mis hijos ni los de mi pareja saben lo que está pasando. Tampoco nuestros padres o algunos de nuestros compañeros de trabajo, sobre todo porque mi pareja, María, es profesora en un colegio privado y teme que pueda tener consecuencias. La bisexualidad femenina siempre puede pasar por una amistad y por ahora así lo hacemos, aunque sabemos que esto nos está provocando momentos de mucha ansiedad. Aceptarnos como somos ha sido ya un gran avance para nuestra felicidad".
Rebeca confiesa que se siente orgullosa de explorar otra parte de su sexualidad, sin que esto le obligue a reprimir definitivamente ninguna parte de sí misma. "Me duelen las etiquetas excluyentes. Cuando miro atrás, veo que mi despertar sexual fue indistintamente con mujeres y hombres, pero por educación o por seguir lo que se valida como normal, hice poco caso a esa doble atracción y me decanté en exclusiva por lo masculino. Solo después de estas experiencias ya maduras puedo reconocerme bisexual".
Observa que es algo difícil de entender. "La sociedad admite la homosexualidad o la heterosexualidad, pero esto es algo desconocido aún, sobre todo entre personas de mi generación. No acaba de ser creíble y despertamos la misma curiosidad que un bicho raro. Admito que los hombres bisexuales lo tienen aún más complicado porque suele tomarse como una transición hacia la homosexualidad o una homosexualidad frustrada".
A menudo se plantea cuántas mujeres habrá bisexuales sin explorar esa posibilidad, sin considerar que es una opción más. En una reciente encuesta de la plataforma de encuentros extraconyugales Gleeden, el 70% de sus usuarios ha opinado que, si no fuese por los condicionantes morales, culturales o religiosos, todo el mundo podría ser bisexual. De hecho, más del 45% de los participantes heterosexuales afirma haber pensado en alguna ocasión tener una relación homosexual, aunque solo el 18% lo ha llevado a la práctica, de momento. El 20% de los participantes heterosexuales afirma haber tenido sexting con una persona de su mismo sexo. A pesar de ello, solo alrededor del 10% de las personas inscritas en Gleeden se declaran bisexuales.
Laia Cadens, psicóloga clínica especializada en sexología y asesora de Gleeden, encuentra varios motivos en esta tendencia al alza de la bisexualidad. "Uno de ellos es por identificación de la propia sexualidad; otro, por curiosidad y necesidad de experiencias sexuales más diversas". Influye también su aceptación. Al 96% de las personas que han participado en el estudio les parece bien la bisexualidad. "Si a todo esto le sumamos el auge de contenidos audiovisuales, en los que el eje principal es la apertura sexual, y que se consumen desde la adolescencia, nos encontramos ante una realidad donde la bisexualidad se visualiza de forma expansiva".
La psicóloga reconoce que este incremento exponencial de orientación bisexual se da en mayor medida entre los jóvenes de 14 a 25 años, "si bien cada vez son más las mujeres adultas que manifiestan un cambio en sus necesidades y amplían su abanico hacia la diversidad". Para Rebeca lo más agotador es tener que dar explicaciones y razonar con la gente que le pregunta. Su pareja se queja aún más y no deja de preguntarse si de verdad es necesario gritarlo a los cuatro vientos. "Hemos conseguido días enteros sin pensar en nuestra condición de bisexuales y esos días es cuando más disfrutamos de nuestra libertad y de la posibilidad de vivir un amor importante".