El cerebro erótico es ajeno al paso de los años, por lo que la búsqueda de pareja a partir de los 50 sigue tan presente como a los 20 o los 30 en las aplicaciones de citas y programas de televisión como 'First Dates', donde las parejas deciden si, después de compartir una cena, quieren seguir conociéndose. Incluso en las plataformas para las relaciones infieles como Gleeden el grueso de sus usuarios supera esta edad.
Sea cual sea el método, dejan claro que sus libidos están más despiertas que nunca y se decepcionan si esa persona que acaban de conocer no cumple sus expectativas. Cuando esto ocurre, hay una frase recurrente: "No he sentido esas mariposas que debería haber sentido".
Su lamento nos hace desplegar varios interrogantes: ¿Qué es exactamente ese deseado aleteo de mariposas en el estómago? ¿Es necesario para enamorarnos hasta las trancas, como cuando teníamos 15 años? ¿La química del amor cambia con la edad? Eso que notamos en forma de cosquilleo existe y nos lo provoca un poderoso cóctel hormonal exultante que revoluciona nuestras emociones: dopamina, adrenalina, feniletilamina y otras sustancias relacionadas con el placer y la euforia que nos hacer perder sentido y todo se nos vuelve alegría y efusividad.
Aparecen, según investigadores de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, como resultado de "la liberación de adrenalina que causa un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial y, como consecuencia de ello, se envía más sangre a los músculos". Es lógico que persigamos esa sensación, aunque a menudo la búsqueda nos lleva a un rosario de citas desalentadoras.
Este momento químico que tanto exaltamos es pura atracción sexual y ocurre igual a los 20 que a los 60. Contiene deseo, curiosidad y muchas ganas de enamoramiento, pero a medidas que cumplimos años añadimos nuestras propias condiciones. Por otra parte, este amor a primera vista no es un indicador fiable para valorar el éxito de una relación o la compatibilidad con esa persona a la que acabamos de conocer.
Sheva Rajaee, psicoterapeuta y directora del Centro para la Ansiedad y el TOC en el sur de California, desmonta la trampa del amor a primera vista a través de sus estudios. "La sensación de las mariposas, que hemos convertido en la piedra angular de nuestras fantasías, no tiene absolutamente ninguna correlación con la felicidad a largo plazo, la satisfacción sexual o la compatibilidad en una relación". La ausencia de esa emoción inicial mágica no debería tomarse, en su opinión, como una señal negativa, sino más bien al contrario.
"Podría suceder que esa persona reúne los ingredientes adecuados para convertirse en un compañero de vida, con quien realmente te gustaría estar pero que no desencadena esos sentimientos efusivos, los que nos han enseñado que son los indicadores definitivos del amor verdadero". Tal vez en esas citas que descartamos hemos perdido la posibilidad de un amor que, aunque no revoletee al principio, podría elevarse.
En esto que señala Rajaee estamos todos, independientemente de la edad, pero hay detalles curiosos que afloran con los años. Uno es el diferente rasero para percibir nuestra propia vejez y la de los demás, algo que marca cualquier primera cita. Resulta que pasa la vida, pero en esencia no creemos que hayamos cambiado tanto. La vejez la vemos en los demás. Sus arrugas, su tripa, la falta de lozanía, la ausencia de pelo, el encorvamiento.
Sin embargo, cuando se trata de nosotros mismos, tendemos a pensar que nuestra edad cronológica (la que marca nuestra fecha de nacimiento) no coincide con nuestra edad biológica, social y mental, siempre bastante por debajo. A partir de los 55 años, casi el 80 por ciento de la población se va quitando años.
Es un mecanismo de defensa absolutamente inconsciente y puede que nos haga mucho bien, según ha concluido el psicoanalista Matthew Hughes a partir de una de sus investigaciones en la Universidad de Carolina del Norte. "Las personas que se sienten más jóvenes tienen una mayor sensación de bienestar, mejor funcionamiento cognitivo, menos inflamación, menor riesgo de hospitalización e incluso viven más que sus compañeros que se sienten mayores".
Sus resultados coinciden con los del doctor coreano Jeanyung Chey en su estudio 'Feeling How Old I Am: Subjective Age Is Associated With Estimated Brain Age': "Las personas que se sienten más jóvenes tienen mayor probabilidad de puntuar más alto en los tests de memoria, valoran de manera más positiva su estado de salud y reportan síntomas de depresión menos frecuentemente".
Todo eso es positivo, el problema es que esta percepción no se cumple con la persona que tienes enfrente. Según este último autor, alguien de 50 se ve cinco años más joven y el de 70 siente que tiene 56 o 58 y lo último que desea es encontrarse con una cita que podría servirle de espejo. A nadie le gusta pensar que se está volviendo viejo, pero no deja de ser una creencia limitante que frena la posibilidad de conectar tanto corporal como emocionalmente con ese candidato al amor.
En esa trampa que describe Sheva Rajaee, no se permiten el tiempo necesario para que despierte la erótica, para que fluya una comunicación abierta y honesta con la que superar cualquier sesgo referido a los cambios físicos, para dejar que el tiempo fortalezca la conexión emocional y para ir ajustando las expectativas y formas de placer y satisfacción sexual.
Según un estudio del Centro de Investigaciones Pew, las mujeres de edad madura son las que reportan más citas negativas, aunque habría que tener en cuenta que sus opciones son también menores debido a la menor esperanza de vida que los hombres y la tendencia de estos a buscar parejas más jóvenes. Un trabajo de los profesores Elizabeth Bruch y Mark Newman, de la Universidad de Michigan, concluyó que el punto máximo de deseabilidad de los hombres llega alrededor de los 50, mientras que las mujeres a partir de esa edad se vuelven invisibles para ellos.
Helen Fisher, investigadora del Instituto Kinsey, dice que cuantos más años cumplimos, más exigentes nos volvemos. En una de sus encuestas, en colaboración con la plataforma Match, observó que los mayores de 60 insisten más que los jóvenes en la química sexual para iniciar una relación a largo plazo.
Es un aspecto que priorizan, por encima de otros intereses, como el matrimonio o lo abultada que esté su cuenta bancaria, en el caso de las mujeres. Sólo un 15% tendría esta intención. Los hombres, sin embargo, sí buscan una estabilidad de hogar y una mujer que les cuide.
Lo principal es, según Fisher, que la sexualidad sigue viva. Aunque cambien los cuerpos, existan las disfunciones eréctiles o las mujeres necesiten más lubricación, el deseo sexual se mantiene. En la misma encuesta, las personas solteras mayores de 60 informaron tener orgasmos más frecuentemente que las solteros más jóvenes. Conocen su cuerpo y piden lo que quieren. La cantante Madonna podría dar alguna lección en este sentido con su recién estrenado noviazgo con un futbolista jamaicano de 28 años.
Fisher da con la clave cuando advierte que ese mismo cerebro maduro que anhela volver a sentir mariposas sabe también elegir el camino que consume menos energía para quedare solo las opciones más convenientes. De todos modos, a medida que avance la relación, la relación de pareja madurará sin ese cóctel hormonal de la pasión inicial.