Una de las personas que están a tu lado en la oficina se ha liado con un compañero de trabajo. Y si sabes que no es así, es porque quien ha caído eres tú. Con la llegada de las fiestas y las cenas de empresa, la sangre se altera. Mucho más de lo que piensas. Tanto, que está hasta en el refranero popular. "Donde tengas la olla…", comienza el dicho, gráficamente. Hay otra versión, más puritana y algo escatológica, aunque también muy clara, que viene a decir aquello de "donde se come no se caga". Pero a veces la sensatez no se lleva bien con la piel. Incluso con el corazón. Hemos hablado con personas que han traspasado los límites laborales (y siguen juntas) y con un experto psicólogo, y no, no siempre las cosas salen tan mal. Aunque hay que estar preparado/a para el desastre.
Mi madre solía utilizar ambos refranes, pero añadía un tercero: "haz lo que digo y no lo que hago". ¿Por qué hablo ahora de ella? Porque el problema es que mi madre conoció a mi padre mientras trabajaban juntos. Un mantra de lemas variados que se dicen a sí mismos uno de cada tres españoles. De acuerdo con un estudio realizado por Infojobs, un 31% de los trabajadores españoles confiesa haber mantenido una relación con una persona de su entorno laboral. Uno de cada tres: piensa en tu oficina.
"Cuando nos conocimos –nos explica H, una periodista de 36 años– los dos éramos solteros. Las horas de cierre, hasta la madrugada, la tensión y el tiempo compartido en reuniones, hicieron que pasáramos mucho tiempo juntos. Sin darnos cuenta casi, empezamos a buscarnos con la excusa de hacernos una consulta, compartir una gracia. Pero no pasó de ahí hasta la cena de Navidad".
Este inicio es, para Sergio García Soriano, psicólogo clínico especializado en pareja, una consecuencia lógica de la combinación entre tiempo juntos y empatía. "Compartimos una misma mirada, estamos más cerca de las personas que ven una misma realidad, donde se comparten objetivos, horarios, códigos. También hay un sentimiento de pertenencia: quienes pertenecen a nuestro grupo más cercano nos resultan más atractivos en términos sexuales", explica.
Y añade un plus, al abordar la importancia de la cena de empresa en este proceso de acercamiento: "Lo que suele suceder es que un ambiente rígido o protocolario no da lugar a relaciones más personales, en cambio el entorno de mayor espontaneidad y flexibilidad de una cena de Navidad, da pie a otras conductas".
Las estadísticas confirman la afirmación de García Soriano. La mitad de las parejas nacidas en la oficina surgieron fuera del horario o el entorno laboral: el 29% con una copa a la salida, el 21% por un encuentro casual fuera de la empresa, un 11% por una convención o un viaje de trabajo y un 8% nacieron en la cena de empresa.
"Nos habíamos hecho tantas bromas, en los lugares de siempre –continúa H–, que el cambio de lugar, al principio nos inhibió. Supongo que el alcohol nos ayudó un poco porque una semana después, cuando ya estábamos saliendo, nos confesáramos que al principio de la fiesta, nos evitábamos. Pasaron ya cuatro años y todavía seguimos juntos".
El amor, el sexo. La confusión. La aventura en el trabajo es, como mínimo, complicada. Se pueden mezclar los roles, la rutina pesa el doble y a eso hay que sumar que los involucrados no siempre están en el mismo rango laboral.
Es el caso de M., de 32 años: "Me habían trasladado desde Madrid a Asturias para ocupar el puesto de recepcionista en el hotel en el que trabajaba. En ese momento no tenía pareja, estaba en una ciudad nueva y me costó adaptarme. La primera vez que vi a J, fue a la semana de haber llegado. Había estado haciendo el turno de noche, eran las ocho de la mañana y faltaba muy poco para que me fuera. Solo tenía ganas de dormir y unas ojeras que necesitaban sujetador propio. Y entonces llegó J, oliendo a ducha, con el uniforme inmaculado. Casi me echo a dormir sobre su hombro. Pero en lugar de eso me echó un rapapolvo por no tener preparadas las salidas para el próximo turno, que estuve a punto de tirarle todos los registros por la cabeza".
J. entra en la conversación (siguen juntos después de varios meses): "Por suerte no lo hizo. Los siguientes meses se los pasó evitándome o hablándome en modo monosilábico. El día antes de la fiesta de Navidad de la empresa, le pedí unos minutos y le dije que quizás no habíamos comenzado con buen pie, pero que consideraba que hacía muy bien su trabajo y que esperaba que el año que viene fuera distinto, cuando me viera con seis sidras de más en la fiesta. Eso aflojó la tensión, nos reímos y estuvimos toda la cena hablando. Y toda la noche".
Según un estudio de InfoJobs, esta situación, liarse con un superior, no es muy habitual. El 80% de las parejas que comienzan en el trabajo se dan entre compañeros y apenas un 9% con el o la jefa. Y hay varios motivos. Para García Soriano se tata de algo complejo ya que tiene un calado en ambos perfiles. "Por un lado hay una relación laboral y por otro la afectiva. Hay que intentar diferenciar los roles de empleados y empleador, muy diferentes a los de amante y amado. Cuando se confunden esos códigos es cuando va mal la pareja". Compartimentar, dialogar y mantener siempre el respeto, son las claves. Pero en este caso, sobre todo, el meollo del asunto se centra, según el experto en parejas, en no dejar "que lo que es una relación de jefe y empleado en el trabajo, se lleve a la pareja".
Finalmente hay otro capítulo en las cenas de Navidad y las parejas de oficina. El roce hace el cariño, pero también puede hacer un calentón, un desliz... o un divorcio cuando hay una tercera persona incluida. Una reciente encuesta llevada a cabo por la web de encuentros Ashley Madison entre quinientos usuarios señala que el 22% admite que ha sido infiel a su pareja con alguien de la oficina y en la fiesta de Navidad. La proporción aumenta cuando se trata de quienes quieren 'tema' en el trabajo: un 50%. Si bien la encuesta tiene trampa (Ashley Madison es básicamente una web para quienes quieren una aventura y sus usuarios son mayoritariamente hombres), sí refleja algo interesante: el morbo.
Esto le sucedió a F., empleado de una inmobiliaria en la Sierra de Madrid de 49 años: "Es lo típico, siempre hay alguien de la oficina con quien no te llevas muy bien y otros con quienes congenias a los pocos minutos. A mi me pasó con A. Enseguida nos pusimos a hablar de cosas que no tenían que ver con el trabajo. Compartíamos gustos musicales, nos pasábamos muchas horas juntos haciendo visitas, pero yo no me di cuenta de nada hasta que empecé a bloquear sus llamadas cuando llegaba a casa. Solo las de ella. No me importaba que me llamara mi jefe o algún otro compañero o compañera. Yo estaba casado y, típico escenario, no estábamos bien. Entonces me di cuenta que algo pasaba aunque todavía no había pasado nada. Pedí que me cambiaran de turno para no estar más con A y me dijeron que al mes siguiente lo harían. Después de Navidad. Y fue entonces cuando la liamos, después de la cena, a la que fui solo. Un tiempo después, dejé a mi mujer, me mudé con A y fin de la historia".
La clave aquí es "un tiempo después". En las relaciones, el sexo es como el vapor: da calorcito, pero también puede empañar las cosas y hacer que sea más difícil ver lo que nos rodea. "Una infidelidad no es lo mismo que un enamoramiento, un sentimiento que se prolonga en el tiempo o un capricho", añade García Soriano.
"Hay que esperar meses para saber si hay algo más profundo, para diferenciar una atracción física de un sentimiento que puede prolongarse en el tiempo. También es cierto que se puede ratificar el enamoramiento con un desliz o por el contrario descubrir que solo haya sido un capricho", afirma el experto.
El día después es otro gran problema, ya que comienzan, serenos, las preguntas. Y una de ellas tendrá que ver con la logística: ¿decimos en la oficina que 'ha surgido el amor'? El psicólogo lo tiene claro: "Todo depende". Si ha sido una sola vez, nadie ha sido testigo, ambos están de acuerdo que todo queda allí y no influirá en lo laboral, pues no tiene sentido. El problema es si se busca algo más y la empresa tiene una política de 'cero intimidad'. "Allí habrá que evaluar si la relación es lo suficientemente sólida e importante como para arriesgarse a un traslado o a un despido, si así lo contempla la empresa". Para García Soriano, de todos modos, "se debería tomar como algo normal de la convivencia, sin darle mayor importancia. No convocar una reunión pero tampoco ocultarlo. Aunque a veces esta última opción puede ser un afrodisíaco que estimule la pasión y la creatividad".
Eso sí, ocurra lo que ocurra en las próximas fechas, seguro que no estaremos preparados. Os lo dice alguien que nació de un amor de oficina.