Cada mercadillo es único, pero todos encierran la magia de la Navidad. Con sus casetas, luces, dulces típicos, las plazas abotargadas, la variedad de aromas y un pasado casi siempre fascinante, merece la pena dejarnos llevar por su embrujo. Nunca se sale de ellos con las manos vacías.
Su origen es incierto, pero es probable que se crearan con el objetivo de tener un espacio cálido donde reunirse cuando llegaba el frío del invierno. El escritor alemán Ludwig Tieck los describió exactamente al ambientar uno de sus cuentos románticos en el mercado navideño de Berlín de finales del siglo XVIII: "Miles de gentes paseaban, joviales con planes de comprar, contando historias, riendo, gritando entre los dulces aromas de las diversas pastas de azúcar y mazapán, esas frutas, en seductora imitación, figuras de todo tipo, animales y personas, todo resplandeciente con colores brillantes, que sonreían a los ansiosos espectadores".
En España tenemos el mercadillo de la Plaza Mayor de Madrid, todo un clásico desde el siglo XIX, sobre todo para renovar las figuras del Belén y comprar instrumentos musicales o artículos de broma. Además, a pocos metros, en la plaza de Santa Cruz, está el tradicional mercadillo de artesanía, en pleno corazón de los Austrias. Barcelona, en los alrededores de su catedral, expone unas 200 casetas en su Fira de Santa Llúcia, un mercado en el que su producto estrella son los caganers, unas figurillas típicamente catalanas. Cada ciudad tiene el suyo y lo dota con rasgos que lo hace peculiar.
Pero si tenemos previsto viajar al resto de Europa, deberíamos recalar en algunos de los destinos que albergan los mercadillos con más encanto y disfrutar de esa magia que confieren al resto de la ciudad. Generalmente están abiertos hasta la primera semana de enero. Desde aquí proponemos un recorrido por los más pintorescos o tradicionales. Verás que algunos parecen sacados de un cuento. Su imagen hará que nos llegue la alegría de la gente y el olor a canela, jengibre, vino calentito y castaña asadas. No obstante, para degustar sus especialidades y hacernos con alguna de sus piezas artesanales, lo mejor es hacer una escapada de fin de año y dejarse contagiarse por su ilusión.
En el corazón del casco histórico de Estocolmo, este mercado navideño tiene un marcado sabor medieval. Se compone de 41 puestos en los que se sirven salchichas, carne de venado, vino caliente, algodón de azúcar, forja artística y artesanía muy característica. Es el más antiguo en Suecia y está considerado como una de las principales atracciones de Europa en esta época. Stortorget es una plaza muy pequeña, con un carácter intimista y muy poético. Las características casas antiguas que la rodean, exquisitamente conservadas, realzan su belleza. Aquí tuvieron lugar algunos acontecimientos tan dramáticos como la masacre de Estocolmo en noviembre de 1520, después de que las fuerzas danesas de Cristian II invadieran Suecia. El mercado es el resultado de la evolución del comercio en Suecia desde época medieval.
Su atmósfera la recrea con absoluta fidelidad la escritora sueca Astrid Lindgren, autora del personaje literario Pippi Calzaslargas, en un cuento basado en la historia de Kajsa Kavat, una niña que ayudaba a su abuela a vender tebeos infantiles en el mercado navideño. La autora describe vívidamente cómo cruje la nieve bajo los zapatos de paja de Kajsa o cómo el frío eleva su aliento como humo que sale de la boca.
Además del Concierto de Año Nuevo que ofrece cada año la Orquesta Filarmónica de Viena en la mañana del 1 de enero, esta ciudad imperial adorna su plaza Rathausplatz con un mercadillo que se esfuerza en la sostenibilidad. Este año, para ahorrar energía, su característico árbol de 28 metros de altura, decorado con 1.650 luces led, se ilumina una hora menos. Además, dada la situación política en Ucrania, su ayuntamiento ha querido que la luz sea un signo de esperanza y el símbolo de la paz. Se encuentra frente al Ayuntamiento de Viena y la mayoría de los productos y bebidas que se sirven tienen certificación orgánica.
Destaca su nostálgico tiovivo de dos pisos con música de organillero y pintado a mano que anima los puestos de artesanía tradicional o el parque decorado con cuentos de hadas que invitan a vivir el sueño de la Navidad, especialmente hermoso en esta populosa ciudad.
Su mercado es el espacio perfecto para encontrar el espíritu navideño y dejarse arrullar por su famoso hygge, ese concepto cien por cien danés que sintetiza la mayor felicidad humana. Equivale a sentir calidez en sus noches frías, aunque realmente es una actitud. Los jardines de Tivoli invitan a relajarse, disfrutar de sus tradicionales panes y dulces daneses y sentir el embrujo de sus miles de luces parpadeantes y el aroma que desprenden sus abetos.
La visita a Tivoli sabe mejor con los æbleskiver, una especie de rosquillas que, a pesar de su aspecto sólido, son ligeras y muy esponjosas. Están deliciosas si se empapan con mermelada y se espolvorean con azúcar glas. Una bomba calórica, pero muy apetecible para calentar el alma, sobre todo acompañadas de un vaso de glogg, un vino caliente aromático muy apropiado cuando las temperaturas bajan de 0 grados.
En esta plaza, que invoca la figura de Miguel el Valiente, considerado héroe nacional, se celebra el mercadillo navideño más popular de Rumanía. Está ubicado en pleno centro de la capital transilvana y se encuentra muy próximo a los Palacios de Szeky y de Urania. Aparece en el ranking de los mercados navideños con más encanto del mundo. El visitante puede disfrutar de sus algodones de azúcar o vino caliente con canela mientras escucha uno de los conciertos que programa el Ayuntamiento por la tarde. La nota más pintoresca la ponen sus 25 casas pintadas, cada una con su historia, que rodean las casetas. No hace falta rebuscar demasiado para descubrir auténticas joyas de bisutería y artesanía.
Escaparse a Praga siempre es un buen plan y la Navidad es una magnífica excusa para disfrutar de sus calles iluminadas, los escaparates decorados o los mercadillos que abarrotan las plazas de dulces, aperitivos, árboles, luces y detalles se pueden adquirir a muy buen precio.
El de la Plaza de la Ciudad Vieja es especialmente lucido, con la fachada de la catedral asomando detrás de las casas y el Ayuntamiento del siglo XVI, célebre por su reloj astronómico medieval, construido por el maestro relojero Hanus. Imposible resistirse a los juguetes de madera, cajas de música y marionetas que dan a la plaza esa cálida nota de mercado tradicional. La estampa es imponente de noche y más desde la torre del Ayuntamiento.