Iñaki López, experto en el Camino Lebaniego, da las claves de esta joya 'secreta' cántabra: "Hay zonas todavía muy salvajes"

  • El Camino Lebaniego es uno de los secretos mejor guardados de Cantabria, que celebra el año jubilar

  • Este profesor jubilado nos invita a recorrer sus 81 kilómetros, llenos de gastronomía, paisajes e historia

  • Él acaba de completarlo junto con otros compañeros docentes y su relato sirve de guía ejemplar

Decir 'el camino' lleva inmediatamente a pensar en Santiago de Compostela, Jerusalén o Roma. Allí peregrinaba el pecador arrepentido para obtener el perdón, aunque los nuevos tiempos han cambiado la naturaleza religiosa de la aventura y muchos caminantes hacen la mochila por otros motivos no menos importantes, como el simple placer de la experiencia. Naturaleza, gastro, historia, ir más allá de los propios límites físicos. O quizá simplemente porque sí. El caso es que, más allá de los motivos que llevan a alguien a ponerse las botas, hay otro 'camino' menos conocido pero igual de importante. Hemos hablado con Iñaki López, un profesor cántabro jubilado y un experto en el Camino Lebaniego, para que nos descubra los secretos de esta joya no masificada.

Es uno de los 'secretos' mejor guardados del norte. El itinerario atraviesa Cantabria desde San Vicente de la Barquera hasta el monasterio de Santo Toribio, en el municipio de Camaleño, próximo a Potes, en la comarca de Liébana. En 2015 fue declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO y este 2023 ha celebrado su año jubilar número 74. Es decir, es tiempo de renovación. La ocasión no podía ser más oportuna para Iñaki, que ha recorrido junto a un grupo de antiguos compañeros de profesión, todos entre los 60 y 70 y pico años de edad, los 86 kilómetros que completan el peregrinaje.

Como superación personal

Su relato nos invita a caminar con la imaginación entre cimas, valles y aldeas, a disfrutar de sus innumerables atractivos naturales, culinarios y culinarios. Sobre todo, es la crónica de una amistad. Como en el resto de las peregrinaciones, no solo la fe es el motivo. Puede ser simplemente por el placer de caminar, vivir una experiencia nueva, buscar la espiritualidad o un modo de superación personal. En la cuadrilla de Iñaki cada uno habrá tenido su razón, pero el placer común ha sido reencontrarse.

Dicen que en los largos caminos se conocen los amigos. En su caso la unión venía de atrás. Han compartido la misma vocación y convicción de inspirar en sus alumnos el deseo de aprender, una biografía entre pupitres y pizarras. El grupo se hace llamar Rama y coinciden, según nos cuenta Iñaki, en "el gusto y la afición por la cultura, la naturaleza, el senderismo, el arte y la etnografía". Cada martes se congregan para recorrer rutas tanto por Cantabria como fuera de ella.

Este 2023, año jubilar lebaniego, hacer el Camino era casi una imposición. "El próximo será dentro de once años y teníamos prisa por hacernos perdonar nuestros pecados", dice con ironía. Nos recuerda que se celebra cuando la festividad de Santo Toribio, el 16 de abril, cae en domingo. Ese día se abre la Puerta del Perdón del santuario.

Un poco de historia

Antes de relatar su aventura, Iñaki comparte un poco de la historia que impulsa al caminante hasta este templo franciscano: "La peregrinación a Santo Toribio, en origen monasterio de San Martín de Turieno, cobra importancia cuando queda depositado en él el Lignum Crucis, un fragmento de la cruz en la que, según la tradición, fue crucificado Jesucristo. Este fragmento fue recogido en Jerusalén por Elena, madre del emperador Constantino, y fraccionado en tres trozos que quedaron depositados en Roma, Jerusalén y Constantinopla".

En el Siglo V, Toribio, obispo de Astorga, viaja a Jerusalén y, ante la inestabilidad de la zona, consigue permiso para traer a la Península el fragmento de la cruz. En el año 711, durante la invasión musulmana, los cristianos buscan refugio en la zona lebaniega y trasladan los restos del obispo astorgano y la reliquia a este monasterio. Fue a principios del siglo XVI cuando el papa Julio II emitió una bula que otorgaba al monasterio el privilegio de celebrar el jubileo, con indulgencia plenaria, para los años en que la fiesta de Santo Toribio cayese en domingo. Su sucesor, León X, la ratificó y extendió la gracia a los siete días posteriores. En 1967, Pablo VI amplió el jubileo a todo el año.

86 kilómetros de paisajes fantásticos

El grupo de Iñaki decidió hacer el recorrido íntegro, desde San Vicente de la Barquera hasta el monasterio. Unos 86 kilómetros, divididos en cuatro etapas. Es un trayecto especialmente interesante porque, además de introducirse en el corazón de los Picos de Europa, es el lugar donde se pueden obtener indulgencias plenarias. Completo lo realizaron solo cuatro y fueron de San Vicente de la Barquera a Cades; de Cades a Cicera; de Cicera a Ojedo; y de Ojedo al santuario. En la penúltima etapa, a la altura de Lebeña y Cabañes, se incorporó el resto.

Tanto para Iñaki como para algunos de sus compañeros y compañeras de viaje, el itinerario era familiar, puesto que había formado parte de algunos proyectos educativos y también por iniciativa personal. La mayoría tenía también veteranía en grandes recorridos a pie o bicicleta, lo cual no quita ni mérito ni complejidad a la hazaña lebaniega. Además, cada uno defiende su terruño e Iñaki es excelente embajador: "El Lebaniego -explica- tiene la singularidad de transitar desde las maravillas que ofrece la costa del Cantábrico a las altas cumbres de los Picos de Europa en un trayecto relativamente corto y diverso. Atravesando paisajes fantásticos y parajes rurales únicos".

Marcaron el recorrido siguiendo caminos reconocidos y rutas históricas de tránsito del mar al interior o de un valle a otro. "Los tramos más difíciles y, por lo tanto, más espectaculares han sido estos últimos. Zonas todavía muy salvajes, con bosques donde la naturaleza se muestra en todo su esplendor y con cumbres todavía cubiertas por algunos neveros".

Un buen cocido y unos chupitos

Durmieron, desayunaron y cenaron en albergues y casas rurales. "Las comidas las hacíamos en plena ruta a base de bocadillo y pequeñas ingestas", advierte. No obstante, sugiere una alternativa más turística para aprovechar la riqueza gastronómica de Cantabria: productos de costa e interior, pescados, cocidos, dulces o quesos.

Nos confiesa que, antes de reclamar su particular indulgencia, se permitieron un último pecado en forma de buen cocido lebaniego, unas tablas de quesos variados, unos postres caseros y unos chupitos de excelente orujo. "Esto último con receta médica. No nos vayan a reñir nuestros doctores", bromea.

Pies cómodos, lo más parecido a la felicidad

Es una aventura que Iñaki aconseja, tanto si tienes 40 como si pasas de los 70, pero no sin antes hacer una buena provisión de sentido común. ¿Qué quiere decir? "Que, por ejemplo, podemos olvidarnos del peine o del móvil, incluso de la ropa interior, pero nunca del cuidado de los pies. Van a ser nuestro vehículo y una ampolla el primer día es garantía de sufrimiento para las siguientes jornadas. Y no estamos para sufrir".

Sigamos su sabio consejo y emprendamos el camino con unas botas ya usadas y familiarizadas con nuestros pies, calcetines sin arrugas y una buena capa de vaselina pura antes de cada jornada. Iñaki, un hombre muy caminado, promete que el resultado al final de cada tramo es lo más parecido a la felicidad.

Guía para que hasta los ronquidos suenen a música celestial

  • En primer lugar, un entrenamiento previo. Caminar antes, durante y después de una experiencia como esta.
  • Buscar información previa para sacar el mayor partido posible al viaje.
  • Organizar las etapas según las características de los integrantes del grupo. Y especifica: "No deberíamos ser dogmáticos e inflexibles obsesionándonos con seguir rutas predeterminadas en guías y folletos turísticos. Los antiguos peregrinos, teniendo un destino común, utilizaban itinerarios diversos según fuese su punto de partida, sus condiciones de salud o su situación económica".
  • Y al hilo de la recomendación anterior, tener mentalidad abierta para cambiar los planes sobre la marcha.
  • No es una competición. Hay que llegar con y no delante de.
  • Viajar con la cabeza levantada.
  • Si se camina con mochila, evitar el exceso de peso y llevar lo estrictamente imprescindible. Y cuando dice imprescindible, incluye el agua, que garantiza una buena hidratación. Aconseja evitar aguas de manantiales, fuentes o arroyos que no estén señalizados como potables.
  • Indispensables son también unas barritas energéticas y alguna fruta, como el plátano, fácil de digerir, cómodo para llevar y con un buen aporte de energía.
  • Un bocata a mitad del camino sabe de escándalo.
  • Revisar la medicación que cada uno pueda necesitar. Tampoco está de más portar un pequeño botiquín.
  • El buen humor es casi un deber. Igual que la empatía y la buena relación con los compañeros de viaje.
  • Por último, pastillas de compromiso, jarabe de tolerancia y dosis de querer compartir, disfrutar y pasar buenos ratos. Los ronquidos del albergue pueden sonar a música deliciosa y los malos momentos, las mojaduras y las molestas ampollas se olvidan rápido.

No echemos sus consejos en saco roto. Si la ruta es de por sí agradable, más puede serlo la estancia en el albergue y no querremos desperdiciarla por llegar abatidos por el mal humor, el dolor y el cansancio o lamentándonos por haber sido poco precavidos. Iñaki guarda un recuerdo especial del albergue El Cárabo, en Cades. "La dureza de la etapa, el contacto con peregrinos de procedencias diversas, el trato y hospitalidad de Erika, su alberguista, reproducen fielmente el espíritu y el sentido de estos lugares", detalla. Como observación, y por si sirve de aviso a navegantes, señala que algunos albergues, dependientes algunos de instituciones públicas, se encuentran necesitados de una evidente remodelación.

Pensando en la siguiente

Por tradición, el peregrino busca la indulgencia de sus pecados y el remedio a todos sus males y dolencias. Independientemente del objetivo que cada uno persiga, Iñaki asegura que la sensación "al llegar al destino, a un lugar tan escondido en su época, tan lleno de historia, tradiciones y cultura, es de tranquilidad y sosiego. Necesidad de sentarse y pensar. Satisfacción por lo compartido con los compañeros de viaje. Lo que se ve a la vera del camino, lo que se reflexiona sobre algo o alguien o lo que se siente sobrepasa cualquier expectativa".

El final del trayecto le hace cavilar: "Puede que sea el cansancio, puede que sean las ampollas convertidas en llagas, o sea el peso de la mochila lo que nos oprima y preocupe. Seguramente no. Quizás sea otra la razón de nuestros pesares. Algo que no se soluciona con las plantas medicinales que se usaban en conventos monasterios y hospitales que jalonan el Camino Lebaniego ni con el paso bajo la Puerta del Perdón. Y como pecadores que somos, desprovistos del propósito de la enmienda, ya tenemos en marcha otro itinerario medieval".

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