Al norte de Burgos, en una de las sinuosas carreteras que llega hasta Santander se encuentra el cenote español, un mágico lugar conocido como el Pozo Azul que incluso atesora una trágica leyenda. En Uppers nos hemos acercado hasta el pueblo de Covanera de donde parte el camino para ver este cenote en Burgos, un pozo de aguas subterráneas que enlaza con la galería inundada más larga de toda España y que todavía no ha sido posible explorarla en su totalidad.
A Covanera se llega por la carretera nacional 623 que une la meseta con la costa cantábrica a través del Puerto del Escudo. Está dentro del Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón. Precisamente, el pueblo está a orillas del río Rudrón que a su paso ha ido erosionando la roca creando curiosas formaciones como el Perentón, una única columna de piedra de gran altura, y dejando a la vista los distintos estratos geológicos. Dando un paseo desde esta localidad aparece el Pozo Azul, una profunda poza que se llena de las aguas heladas subterráneas que están entre los 9 y 11º C y que adquieren un color azul verdoso cristalino y transparente. Además, el manantial vierte sus aguas al Rudrón.
Estos pozos o estanques de agua dulce que son abastecidos por ríos subterráneos y que son conocidos como cenotes son muy habituales de la península de Yucatán en México. Para los mayas eran lugares sagrados y donde celebraban sus ritos. En esos tiempos fueron bautizados como Dz’onot, que significa “caverna con agua”, un nombre que terminó derivando en el actual: cenote. En la cultura maya representaban la vida, porque proveía de agua a sus ciudades, y la muerte, significaba la puerta de entrada al mundo de los muertos: el Xibalbá.
Lo cierto es que son lugares mágicos por la pureza y la profundidad de sus aguas y la naturaleza que les rodea tal como sucede en el cenote de Burgos que también está envuelto en el misterio. Para su formación es necesario que el subsuelo sea de roca caliza ya que una de sus características es la porosidad. El agua va horadando un río subterráneo y en ocasiones las lluvias terminan por derrumbar la capa que lo cubre quedando al descubierto y formándose un cenote.
En el cenote de Burgos, a la vista solo se ve el Pozo Azul, que se asemeja a una pequeña cala de interior. Sin embargo, bajo la montaña se abre un larguísimo túnel inundado de agua helada del que por el momento los espeleólogos solo han podido recorrer hasta 13 kilómetros de tramos y galerías. A su vez, las características del lugar y de estas aguas hacen que se encuentren especies de fauna y flora que son únicas del lugar.
También se cumple una tradición cada Navidad. Los vecinos de Covanera llegan al Pozo Azul junto a los buzos del club de buceo Delfín Burgos que se sumergen y depositan a unos cinco metros de profundidad un belén. El agua es tan transparente que las figuras se ven desde el exterior.
El cenote del Pozo Azul además esconde una trágica leyenda de amor. Cuentan que, a mediados del siglo XIX, Isabel II cruzaba el Puerto del Escudo para llegar a Santander desde Madrid y bañarse en el mar. La comitiva paró a descansar en Covanera y una dama de la corte llegó hasta el Pozo Azul siguiendo una bonita melodía que escuchaba a lo lejos. Junto al cenote había un pastor con su rebaño tocando la dulzaina, un instrumento de viento de la familia del oboe típico español. La joven le robó el corazón al pastor y a su marcha no era capaz de concentrarse en nada porque solo pensaba en ella.
A la vuelta de Isabel II a Madrid desde Santander, hicieron una parada en el mismo lugar y buscaron al pastor para que volviera a tocar la dulzaina. Lo hacía tan bien que le convencieron para que dejara su rebaño y se marchara a la urbe de modo que pudiera seguir entreteniendo a la corte con sus melodías. Él no lo dudó, ya que significaba seguir a la dama de la que se había enamorado.
Sin embargo, una vez en la ciudad ella enfermó y murió. El pastor quedó traumatizado y decidió dejar la corte y volver a su pueblo. Vagaba sin rumbo en busca de su amada y su vida ya no tenía sentido hasta que una noche se dejó caer en el cenote cuyas aguas profundas se lo tragaron. El pastor solo quería reunirse con la doncella y así lo consiguió. De este modo cuenta la leyenda que las aguas del Pozo Azul atesoran el amor del pastor y la doncella.