De dónde viene que París y Venecia sean las ciudades más románticas

  • Del 'siempre nos quedará París' al 'Venecia sin tí', el imaginario colectivo ha hecho de estos dos destinos el epicentro de la pasión

  • ¿Qué hace la diferencia entre estas dos ciudades y otros grandes escenarios universales?

  • Dicen que el amor romántico implica una intensa idealización del otro, y lo saben también las oficinas de turismo.

Una de las mejores definiciones del 'amor' es la que le dice Don Draper a una señora que quiere seducir en la serie 'Mad Men': "Eso que tú llamas amor fue inventado por tipos como yo para vender medias de nylon". No hablamos de la emoción, claro. Hablamos del 'amor'. Digamos que las comillas encierran una serie de aspectos culturales, sociológicos y comerciales que hacen de ese 'amor' el producto más exitoso de todos los tiempos. Porque el amor vende. Sin ir muy lejos, la industria de la música -cuya materia prima es en un 99% el amor, mueve, por ejemplo, alrededor de 50.000 millones de dólares al año. Y a eso debemos sumarle las oficinas de turismo.

MItos

Dicen que el amor romántico implica una intensa idealización del otro. Eso explicaría porqué la humanidad está enamorada de París. O de Venecia. Pero esa idealización no surgió de la nada. Hagamos la salvedad, para empezar, la salvedad de que cuando en Europa decimos 'universal' casi siempre queremos decir 'occidental'. Dicho esto, pocas ciudades son, en efecto, tan percibidas como escenarios amorosos como París o Venecia. Aquí hay que fijarse en la palabra escenario, que no deja de entrañar su cuota de artificio. En efecto, cualquier paneo por las webs que ofrecen paquetes turísticos románticos, hablan de una combinación (ciertamente notable, en ambos casos) de belleza arquitectónica, gastronomía y oferta cultural. Es decir, que ambos lugares reúnen el telón de fondo (la torre Eiffel o el Gran Canal), la velada (una cena, por ejemplo) y los estímulos externos para hacer de cualquier cita una velada... de manual. Decía un poeta que encontraba París demasiado parecida a su postal, para decir que hay ciudades cuya 'imagen' proyectada es tan fuerte que terminan siendo una copia de sí mismas.

Y solo hay que salirse un poquito del guión para darse cuenta de que probablemente se come mejor en Madrid (o en Lima),que la arquitectura de Viena o Budapest es igual de evocadora, y que la oferta cultural (en el sentido más amplio) de lugares como Ciudad de México es tan o más estimulante. El hecho es que lugares como Venecia o París suman a estas ofertas un buen porcentaje de construcción cultural, de mitología. Las oficinas de turismo no hacen más que aprovechar una 'tradición' que data de la edad media pero que se fijó en s. XIX, con el romanticismo literario.

Cultura del amor

Es decir ¿puede haber una historia más romántica que 'Notre dame de Paris', de Víctor Hugo? Pues el mismo proceso por el que la historia trágica de Quasimodo y Magdalena acabó siendo edulcorada por Disney (y cantada por Luis Miguel) ha operado con la ciudad, convirtiéndola en el imaginario 'universal', en el escenario ideal para las pasiones más desbordadas. No hay que olvidar tampoco que París no solo fue el escenario del romanticismo sino que antes lo había sido de la revolución Francesa, y posteriormente de las vanguardias de comienzos del s. XX, de los movimientos juveniles de mayo del 68, y, en general, tiene una historia innegable asociada a la libertad y a la expansión de las ideas.

Hablando en términos mas inmediatos, en la primera década del milenio muchos jóvenes que leyeron la novela 'Tengo ganas de ti', del escritor italiano Federico Moccia (o que vieron la película con Mario Casas y Clara Lago), se volcaron en masa a llenar el Pont des Arts de París de 'candados del amor', cuando en la novela esto ocurre en un puente sobre el río Tíber y se trata de una tradición serbia de antes de la Primera Guerra Mundial. París siempre gana.

Venecia sin tí

Venecia por su parte ha sido también el escenario de infinidad de novelas y películas que han afianzado su mitología. Se entiende por sus laberínticos pasajes que 'invitan a perderse', como diría un novelista juvenil, y su riquísima historia. No olvidemos que 'Otelo' apodado el moro de Venecia, es un arquetipo del amor romántico (y tóxico) que debemos al mismísimo William Shakespeare.

Pero pongamos solo dos ejemplos contemporáneos de como se ha llevado el amor al paroxismo en Venecia. 'Il Casanova de Federico Fellini' (1976), con un pletórico Donald Sutherland haciendo del dios del amor (y el engaño, que es casi decir lo mismo) hecho carne; o, en otro registro 'Muerte en Venecia' -libro de Thomas Mann, película de Visconti- en el que Aschenbach se enfrenta al amor (imposible, a su pesar) y pedófilo por el adolescente Tadzio.

Cada una de estas estampas culturales han calado profundamente en el ánimo romántico del gran público y son ampliamente apuntaladas por la industria turística. Da igual si, poco a poco, se va desmantelando eso que conocíamos como el amor romántico, siempre nos quedará París.