Hemos conseguido acoplar nuestra propia corpulencia en el ínfimo espacio del asiento de la cabina del avión. Por delante se presentan más de 12 horas de viaje hasta llegar al destino. Lo ideal sería superar la experiencia durmiendo del tirón pero pocos afortunados lo consiguen. No desesperes, hay varias cosas qué puedes hacer para dormir mejor en un vuelo de larga distancia, según una experta en salud del sueño del departamento de neurología de uno de los hospitales de referencia de nuestro país.
Esta neuróloga puntualiza que dormir de seis a ocho horas en un avión es una tarea bien difícil. Apunta que principalmente hay cuatro aspectos en contra: el primero es que el hombre por naturaleza no está diseñado para dormir sentado, el segundo es el ruido, el tercero es la temperatura y el cuarto que el trayecto debe coincidir con nuestro tiempo destinado al sueño de forma habitual.
Los precios de primera clase con esas super butacas que se transforman en cama son muy elevados. La mayoría de los pasajeros viaja en clase turista en un asiento muy normal, incluso incómodo. Además, se reclina tan poco (5 centímetros) que es imposible que el cerebro asocie esa diferencia a que se ha producido un cambio a posición horizontal, que es la que ayuda a conciliar el sueño, tal como destaca la experta. La reclinación es escasa para quien pretende dormirse y agobiante para el pasajero de detrás que la sufre.
Principalmente, esa incomodidad para dormir se debe a que las compañías aéreas han cambiado mucho sus prioridades; el área de primera clase es cada vez más increíble y placentera en detrimento de la zona de segunda clase o turista en la que el objetivo es vender más pasajes reduciendo a la mínima expresión el espacio destinado a cada viajero.
Los que eligen ventanilla sienten enclaustramiento, los que van sentados en el centro auténtica claustrofobia y los que han elegido pasillo sufren los golpes de los carros y los empujones de la tripulación y de los paseantes, sin mencionar las veces que tienen que levantarse para dejar salir a los de su fila. En clase turista el ancho de los asientos actualmente es de 43 centímetros de reposabrazos a reposabrazos y antes era de 47. Lo mismo que el espacio para las piernas, que se ha rebajado de 89 a 78 centímetros. Al final no hay asiento bueno y el que ha conseguido conciliar el sueño acaba despertándose. Además, a estas limitaciones físicas se añaden el ruido y la temperatura de la cabina.
Una cabina de un avión comercial repleta de pasajeros genera ruido, mucho ruido, una condición incompatible con dormirse. La gente habla, ríe, estornuda y tose, los niños gritan, los bebés lloran y el personal empuja los carritos para servir comidas y bebidas con el cacharreo y la manipulación de elementos sonoros consiguiente. Por otra parte, el propio avión en vuelo genera 85 decibelios en el interior de la cabina, un volumen que no es ni bueno para los oídos ni relajante para conciliar el sueño.
La neuróloga adelanta que la temperatura ideal para dormir oscila entre los 18 y los 21º C, sin embargo, lo habitual es que en la cabina haya entre 21 y 23º C. Algunos pasajeros notan calor y en cambio otros tienen frío y echan en falta una manta. A ello se añade que dentro del avión la humedad es baja con lo cual el aire seco puede irritar los ojos y la nariz. Del mismo modo, la presión atmosférica es más baja y a bastantes personas les provoca dolores de cabeza y náuseas. Se trata del mal de altura y se produce cuando el vuelo se eleva hasta a los 1.300 metros después de unos 10 minutos tras el despegue.
El vuelo de larga distancia más adecuado si lo que se pretende es dormirse, tal como insiste la experta, es aquel que despega entre las 18 y las 20 horas. Una vez acomodados en el asiento, al poco tiempo se sirve la cena y después se apagan las luces y todo queda en calma lo que facilita las condiciones para el descanso.
Una vez claras todas las circunstancias que hacen difícil conciliar el sueño durante un vuelo de larga distancia, la neuróloga enumera una serie de consejos que sí pueden ayudar a dormirse aunque sea unas horas. Antes de exponer su lista primero apunta que es importante rebajar las expectativas. Esto quiere decir que el objetivo debe ser simplemente desconectar un rato o dormir unas horas y no las 12 del trayecto.
Detalla que cuando no se consigue conciliar el sueño es más aconsejable leer un libro, escuchar música o ver tres películas antes de insistir y ponerse de los nervios. Apunta que las expectativas del viaje en sí mismo o la ilusión que se ha puesto en esas vacaciones tan lejos de casa también impiden relajarse.
Estas son las recomendaciones para dormirse en un vuelo: