Durante más de dos siglos, las legiones romanas aplastaron la resistencia de las tribus aborígenes que poblaban la península ibérica. Las últimas en caer, las tribus cántabras y astures del norte, eran tan belicosas que el mismísimo emperador Octavio Augusto se vio obligado a acudir en persona a doblegarles, al mando de siete legiones, 70.000 hombres que componían la mayor maquinaria bélica de la época.
Tardó diez años, del 29 al 19 antes de Cristo, en conseguir la victoria total, que más que una victoria fue un genocidio. Las tribus del norte prefirieron la muerte a ceder un ápice de su libertad, de su amor a la tierra y a su estilo de vida milenario, incompatible con el romano… y desaparecieron. Valdinienses, tamaricos, salaenos, oegenomescos, vindios, plentusios, concanos, coniscos, aunigaínos, avariginios, blendios... su cultura, sus tradiciones, y su historia fueron aplastados por la rueda del tiempo, pero dejaron testimonios de valor y heroísmo que han perdurado hasta hoy. Los historiadores reflejan cómo las madres mataban a sus hijos antes de verlos esclavizados, y cómo los miles de prisioneros cántabros crucificados cantaban alabanzas a sus dioses por permitirles morir sin ser doblegados. Al igual que en Numancia, en Lugo, en Calahorra, en Amaya, en el monte Bernorio y en otros lugares, las gentes de estos clanes prefirieron la muerte a la capitulación. Después de haber pasado a cuchillo a todos sus enemigos, se impuso la Pax Romana, la historia siguió su curso, y estos pueblos fueron borrados por el olvido.
Desde hace 22 años, los descendientes de aquellos guerreros celebran unos días de fiesta para rememorar a sus ancestros en las montañas que fueron testigos de tantas hazañas. Todo comenzó con la idea de un grupo de aficionados a la historia que formaron la asociación Aguecan, con la idea de celebrar unas jornadas que recordaran aquellas guerras olvidadas. Poco a poco los habitantes de Corrales de Buelna y de las localidades cercanas se implicaron en la iniciativa que ahora congrega a miles de visitantes y ha sido declarada de Interés Turístico Internacional.
Durante los 10 días que duran los festejos, del 23 al 1 de septiembre, uno puede formar parte de la historia, y participar en las muchas actividades abiertas al público. En una amplia pradera se puede pasear por el campamento romano o por el de los cántabros y sus diferentes tribus, además de recorrer un anfiteatro romano, un ágora y diferentes espacios donde se desarrollan muchas actividades.
Hay concursos de cocina y fotografía, talleres, conferencias, y zonas de juegos para niños y mayores. La noche del 23 se produce el encendido de las antorchas y un desfile nocturno, que comienza el relato de los acontecimientos más destacados de las guerras contra los romanos. La noche del 24 se produce el enfrentamiento entre romanos y cántabros, seguido de una fiesta con conciertos y música en directo. El domingo 25 continúan las actividades, entre las que destaca la boda cántabra.
Durante la semana siguiente siguen los actos con juegos, conferencias y talleres diversos, para llegar al viernes 30 con los platos fuertes. Se día se inaugura el mercado de la época, donde se pueden encontrar distintos motivos de artesanía, así como juegos y utensilios de tiempos de los romanos. Por la noche hay una marcha de antorchas y distintos espectáculos, como la proclamación de Corocota, el héroe de la resistencia cántabra, y en algún momento y por sorpresa aparecerá la diosa de Cantabria. La noche termina con un concierto de música folk.
El sábado 31 hay concursos curiosos como el de lanzamiento de uva y de sandalias, así como un concurso de disfraces. Por la tarde se puede disfrutar de una lucha de gladiadores, así como de uno de los actos más vistosos de las fiestas, la crucifixión nocturna de los prisioneros a manos de Agripa, el general romano. El triunfo romano se celebra por la noche con juegos para adultos y una bacanal, aunque el programa no especifica de qué tipo de bacanal se trata.
El domingo se continúan las fiestas con un certamen de pócimas y brebajes, una degustación de viandas a modo de banquete romano, un desfile de las distintas tribus y legiones, y termina la fiesta con el apagado del fuego sagrado.
Los visitantes pueden formar parte de la fiesta ya que cualquiera puede disfrazarse y participar en el concurso de vestimentas o en el concurso de fotografía abierto durante los diez días de celebración.
Hoy la autopista A 67 ha abierto numerosos túneles en los antaño infranqueables desfiladeros que cerraban el paso desde la meseta a las montañas, lo que facilita el acceso al lugar. Merece la pena acercarse y sentirse por unos momentos romano, cántabro o un poco de cada, a conveniencia.