España y China están a más de 8 mil km de distancia, no obstante, ambos países cuentan con una muralla digna de visitar. Al contrario de la Gran Muralla China, que está hecha por el hombre, la española es totalmente natural y está en un pueblo fantasma de Aragón y se trata de uno de los paisajes más exuberantes, no solo de la comunidad autónoma, también de España.
La muralla de Finestres se erige en un escarpado perfil de dos paredes, que se extienden en paralelo cruzando el pantano de Canelles, y fue moldeada por la erosión del agua y el viento a lo largo de los años, haciendo también que se asemeje a la cola de un dragón. Se cree que sus muros de roca caliza pueden datar del período cretácico, por lo que cuenta con gran valor geológico. A pesar de que ahora tiene el turístico nombre de Muralla China de Finestres, lo cierto es que su nombre es Roques de la Vila. Hoy día la localidad Finestres está abandonada y los vestigios que quedan están en ruinas, lo que dota a la zona de mayor magnetismo.
“La disposición vertical de las capas de roca, unido a los procesos de erosión que han actuado sobre ellas, han dado lugar a una curiosa forma de muralla que recuerda a la conocidísima ‘Muralla China’, por eso popularmente se conoce a este lugar como ‘la Muralla China de Finestras”, confirman desde Turismo de Aragón.
Esta formación de paredes paralelas empieza en lo alto del cerro del pueblo abandonado de Finestres y continúa ladera abajo emergiendo sus crestas de forma más pronunciadas hasta cruzar el embalse en la zona más profunda de la vaguada para volver a subir en la ladera siguiente y perderse dentro del cerro. En total, la formación rocosa de la Muralla de Finestres tiene una longitud en torno a 840 metros.
De las dos crestas paralelas, es el muro sur el que cuenta con paredes más altas, sobre todo en el punto por el que cruza el embalse, con una altura superior a los 20 metros, lugar por el cual las aguas del embalse de Canelles, pasan de un lado al otro de las rocas.
El pueblo de Finestres estuvo poblado hasta 1960, aunque hoy sólo quedan ruinas como territorio fronterizo. Aunque no fue un pueblo muy importante en su época más boyante, lo cierto es que sus ruinas tienen un encanto especial. Está situado en la zona más alta del cerro occidental que mira a la formación rocosa los restos de pueblo, dignos de pasear por sus silenciosas calles. Aunque forma parte de la España Vaciada, una de las casas, la Casa Coix, todavía está habitada.
En el pueblo destaca una ermita del siglo XVIII dedicada a Santa María, así como los restos de un molino de aceite. A escasos metros del pueblo luce la ermita de San Marcos, un edificio modesto que se encuentra abierto al público. Aunque bien merece una visita, lo mejor es que se encuentra muy cerca del mirador de la Muralla de Finestres.
El lugar ofrece una espectacular panorámica de la curiosa formación calcárea, con el aliciente de que se trata de un espacio estupendo para hacer un picnic acompañados de la belleza del espacio presidido por las crestas y por las tonalidades esmeraldas del enorme embalse de Canelles. Desde este lugar se divisa la ermita de San Vicente ubicada entre los dos muros de piedra y que se construyó sobre los restos que en su día fue el Castillo de Finestres.
“La mejor forma de acceder es desde Estopiñán del Castillo, a través de una pista que se puede hacer andando, en bici o en coche todoterreno. La ruta desde este punto tiene 12 kilómetros de ida, lo que puede resultar un tanto costoso para hacer andando y, aunque se puede hacer en vehículo, se recomienda que sea de tipo todoterreno o de altura similar”, aseguran desde Turismo de Aragón.