De la ciudad al monte: los cinco miradores en España que te dejarán sin palabras

  • España está repleta de lugares con encanto, pero para poder admirar su belleza por completo a veces hace falta coger distancia

España está llena de lugares con encanto, rincones en los que podemos sentir el rumor del oleaje o la naturaleza salvaje de las montañas y en los que la historia ha dejado monumentos preciosos para el recuerdo. Su belleza es superlativa, pero a veces no basta con recorrerlos a pie para admirarlos por completo. No. Al igual que ocurre con las buenas obras de arte, en ocasiones hay que tomar distancia para poder contemplar la magia de la naturaleza por completo, sin perder detalle.

Hoy os proponemos cinco miradores situados en puntos estratégicos de nuestro país desde los que podréis disfrutar de unas vistas de infarto. Enclaves en los que el tiempo parece detenerse, el mundo parece inabarcable y la vida plena, bonita y sencilla. ¿Con cuál te quedas?

Mirador de San Nicolás (Granada)

Es el mirador más emblemático de toda Granada y uno de los más conocidos de toda España, así que es probable que todo lo que digamos se quede corto. Pero vamos a intentarlo.

Ubicado en el corazón de Albaicín, barrio que fue el germen de la Granada actual y que todavía guarda toda la magia de su etapa árabe, el mirador de San Nicolás nos ofrece una panorámica completa de la Alhambra y la ciudad granadina, con la Vega y Sierra Nevada de fondo. Se dice que Bill Clinton afirmó que desde aquí se puede presenciar la mejor puesta del sol del mundo, pero sea o no verdad, la realidad es que sigue una visión sobrecogedora que tardarás mucho en olvidar.

Mirador del Río (Lanzarote)

Situado en el norte de Lanzarote, en el imponente acantilado del Risco de Famara, este mirador es una de las obras más representativas del artista canario César Manrique, un enclave que aúna arte y naturaleza y que se camufla con el entorno gracias a la piedra volcánica que lo recubre.

El Mirador del Río domina la pequeña franja de mar que separa Lanzarote de La Graciosa y nos ofrece una vista única del archipiélago de Chiijino, conformado por la isla de La Graciosa y los islotes de Montaña Clara, Alegranza, Roque del Este y Roque del Oeste.

Mirador del Valle (Toledo)

Toledo es la ciudad medieval por excelencia de nuestro país, un lugar en el que podemos sentirnos parte de la historia y que nos conquista incluso antes de que lleguemos a poner un pie en su casco histórico, pero si queremos disfrutar por completo de toda su belleza tenemos que parar obligatoriamente en el mirador del Valle. ¿El motivo? Sus sobrecogedoras vistas.

Para muchos, este mirador nos ofrece la mejor fotografía de todo Toledo, una panorámica que enmarca la ciudad sobre el río Tajo y que aparece dominada por el Alcázar, la Catedral y las famosas murallas. Está ubicado a escasos kilómetros de la ciudad, en un tramo de carretera en el que es habitual ver a multitud de turistas sacando fotografías para el recuerdo. Y no nos sorprende.

Mirador de Santa Catalina (Cantabria)

En el municipio de Peñarrubia, a medio camino entre los pueblos de Cicera y Piñeres y en el corazón del monte de Hozarcu, se alza el Mirador de Santa Catalina, uno de los mejores de toda Cantabria.

Construído en 1999, este mirador se asienta sobre las ruinas del castillo de la Bolera de los Moros, a más de 1.000 metros de altura del río Deva, y se abre hacia el Desfiladero de la Hermida para ofrecernos las mejores vistas del tramo más profundo de esta garganta, con los Picos de Europa asomando en el horizonte. Para quitar el aliento.

Mirador del Salto del Gitano (Cáceres)

Situado a las puertas del Parque Nacional de Monfragüe, en Cáceres, este mirador se sitúa en un acantilado de 300 metros que se despeña sobre el río Tajo para ofrecernos una panorámica de infarto de uno de los parajes más espectaculares de la región.

Su curioso nombre viene de una vieja leyenda. En ella, un bandolero gitano huía en la sierra de Las Corchuelas perseguido por una pareja de guardias civiles hasta que llegó a la peña Falcón, el punto más alto. Acorralado, con el río Tajo delante y los guardias detrás, el bandolero decidió saltar, y fue tan grande su salto que consiguió pasar el río y caer de pie en la otra orilla, para sorpresa de sus perseguidores. La hazaña fue tal que acabó bautizando a este enclave, donde, historias aparte, merece la pena detenerse si eres un amante de las aves. Además de las vistas, podrás avistar cigüeñas negras, alimoches, buitres y águilas imperiales, entre muchas otras.