Quien tiene hijos adolescentes reconoce el patrón: hablarles y sentir que nos ignoran olímpicamente. No es por disculparles, pero no son ellos. Es su cerebro. Alrededor de los 13 años, los cerebros de los niños ya no se sienten atraídos por las voces de sus madres y sienten más interés por voces desconocidas, según un estudio de la Escuela de Medicina de Stanford.
La investigación usó escáneres cerebrales de resonancia magnética funcional para dar la primera explicación neurobiológica detallada de cómo los adolescentes comienzan a separarse de sus padres. El hecho de que el radar auditivo de los adolescentes sea selectivo; es decir, empiece a ignorar la voz de su madre y a ampliar la recepción de otras voces, parece responder a un mecanismo evolutivo. Conforme se va creciendo y madurando, vamos siendo sensibles a otros adultos relevantes.
Al principio de la vida, es esencial que haya una conexión materno-filial fuerte. Es lo que garantiza nuestra supervivencia. Por esta razón, los fetos, por ejemplo, reconocen la voz de su madre en el útero materno. También se sabe que las madres e hijos sincronizan sus corazones en diferentes momentos. Toda esta sintonía maravillosa entre madres e hijos comienza a disolverse en la adolescencia, en torno a los 13 años, cuando el adolescente empieza a socializar de manera independiente y ya se ha producido la poda sináptica, la actualización neuronal de todas las conexiones cerebrales.
En los cerebros adolescentes, los circuitos de recompensa y los centros cerebrales que priorizan estímulos importantes se activan más por voces desconocidas que por las de sus madres. Sin embargo, hay que verlo con buenos ojos. Según el estudio de Stanford, el cambio del cerebro hacia nuevas voces es un aspecto de la maduración saludable, según los investigadores del estudio. De hecho, insisten los expertos, es como si los adolescentes estuvieran 'programados' para desconectarse de unas voces y conectar con voces nuevas, necesarias para la nueva vida que emprenden.
El estudio también muestra que los adolescentes no ignoran la voz de sus madres, simplemente amplían su radar de escucha y son sensibles a nuevos estímulos. Los investigadores encontraron que entre los adolescentes, todas las voces, incluidas las de sus madres, provocaron una mayor activación en varias regiones del cerebro en comparación con los niños más pequeños: el surco temporal superior selectivo de la voz, un área de procesamiento auditivo; regiones de procesamiento de prominencia que filtran qué información es importante; y la corteza cingulada posterior, que está involucrada en aspectos de la memoria autobiográfica y social, que, además, representa la frontera frente al subconsciente.
Según el estudio, las respuestas cerebrales a las voces aumentaron con la edad de los adolescentes. Lo que distinguía a los adolescentes de los niños más pequeños era que las voces desconocidas provocaban una mayor actividad que la voz de mamá en el núcleo accumbens del sistema de procesamiento de recompensas y en la corteza prefrontal ventromedial, una región relacionada con la valoración de la información social, eso que nos permite distinguir qué es o no es importante. El cambio hacia voces desconocidas ocurrió en estos centros cerebrales entre los 13 y 14 años de edad, y no hubo diferencia entre niños y niñas.
La investigación ayudará a estudiar lo que sucede en los cerebros de los adolescentes con autismo y otras condiciones que afectan la forma en que sintonizan las voces y otros estímulos sociales. Los niños más pequeños con autismo no tienen una respuesta cerebral tan fuerte a las voces de sus madres como los niños con un desarrollo normal, según indica el estudio.
Este trabajo también permite establecer la importancia de la voz humana en las relaciones humanas. El hecho de que el cerebro esté tan sintonizado con las voces tiene como objetivo hacer más profundos los vínculos entre los miembros de al especie. "Las voces en nuestro entorno son esta fuente de sonido increíblemente gratificante que nos permite sentirnos conectados, incluidos, parte de una comunidad y parte de una familia", explica Daniel Abrams, profesor clínico asociado de psiquiatría y ciencias del comportamiento y uno de los responsables del estudio. "Las voces son realmente lo que nos conecta", señala el científico. Tengámoslo presente para cuando el adolescente que vive con nosotros vuelva a ignorarnos.