Cumplimos años, atesoramos recuerdos y construimos la memoria que queremos, lo que implica que privilegiamos algunas vivencias y que nos desprendemos de otras. Entre las que siempre forman parte de nuestro disco duro emocional, el primer amor. Da igual lo bien o lo mal que nos esté yendo en la vida, el primer amor no se olvida. ¿Qué mantiene vivo al protagonista de 'La gran belleza'? Ni los encuentros con la curia romana ni las grandes fiestas de la nobleza. Lo que Paolo Sorrentino guarda como un tesoro a través del personaje de Toni Servillo es su primer beso en una playa del sur de Italia. Verano, mucho tiempo por delante y alguien que nos encanta. Como para no recordarlo.
Puede que hayan pasado muchos amores desde tu primer amor. O no. También es muy probable que con alguno de esos amores hayas formado una familia que ha ido evolucionando. Y así te encuentras en el verano de 2022: viviendo el primer amor de tu hijo, casi a la par que él.
Hay muchas cosas que conectan los primeros amores a través de todas las generaciones. La principal, el cambio físico y emocional que todos hemos experimentado en la adolescencia. "Los adolescentes van descubriendo qué es lo que les provoca ciertos estados de excitación sexual. Pero, en la fase inicial, estas experiencias los confunden porque la madurez física no siempre va acompañada de la emocional", explica la pedagoga Lola Álvarez Romano en el libro '¿Pero qué te pasa?' (Planeta).
Se trata de un cambio radical que recoloca el marco social y familiar: por primera vez, los hijos se convierten en seres sexuales, algo que puede incomodar a los padres. De alguna manera, padres e hijos se igualan, ya que ahora los adolescentes tienen la capacidad física para mantener relaciones sexuales e incluso tener hijos.
El reto es abordar este nuevo orden familiar. ¿Cómo? Siendo consciente de las diferencias que marcan el terreno de juego; las dos fundamentales: el mundo online y los nuevos hábitos de comportamiento social.
Cada vez hay más expertos, como Catherine L'Ecuyer en su libro 'Educar en la realidad', que insisten en la necesidad de vivir experiencias y crear recuerdos vinculados al mundo real, el que nos permite experimentar tanto la frustración como la satisfacción de manera tangible. Ambas son 'gimnasias emocionales' que nos permitirán disfrutar de mejor salud mental.
Los beneficios del mundo online -poder hacer casi todo a golpe de clic- están claros, pero también hay que ser conscientes de la cara B para poder esquivarla. "Todo apunta a que, sobre todo, las jóvenes de hoy sufren mayor grado de estrés debido a la actividad en las redes. También suelen llevar una vida menos sana, más sedentaria y con una dieta más deficiente", señala Lola Álvarez Romano. Según esta terapeuta, con frecuencia, lo psicológico impacta lo fisiológico y viceversa.
Desde el punto de vista social, la infancia también parece durar menos y esto implica una pubertad precoz. Las redes sociales alimentan la necesidad de hacerlo todo más deprisa, con unas imágenes cargadas de mensajes insinuantes con connotaciones sexuales. El límite se traspasa con el acceso, cada vez más temprano, a la pornografía y su correlación en conductas misóginas o de simple cosificación.
El primer amor puede ser un reto descomunal para los padres, que tienen que aprender a gestionar cuestiones inéditas. "Tendrán que decidir con sus hijos cuándo es buen momento para conocer a la pareja, hasta qué punto el novio o la novia va va a participar en la vida familiar y si se va a quedar a dormir en casa. En este punto el grado de involucración de los padres no se reduce a la conversación sobre anticonceptivos", señala Álvarez.
No es fácil, pero los padres deben hacerse a la idea de que sus hijos son sexualmente activos. La mayoría de los progenitores no quiere parecer mojigato, pero tampoco quiere normalizar que su hijo mantenga relaciones sexuales en la casa familiar. Aquí la edad importa mucho: lo que a los 15 puede parecer inaceptable, es normal a los 18. Tampoco aquí hay paridad. Normalmente, las hijas están más protegidas y hay menor nivel de tolerancia. Influye de igual manera si el hogar es monoparental o la situación sentimental de los padres, en caso de separación.
Lo habitual es que tanto hijos como padres tengan que ceder un poco, teniendo en cuenta que para los adultos no tiene sentido acceder a algo que les incomoda profundamente en su propia casa. La comunicación es aquí el factor clave. Los padres tienen que elegir el momento para abordar este tema, muy importante, puesto que se van a establecer los límites que hay que respetar dentro y fuera de casa.
Agendar día y hora no es fácil. Y puestos a pedir, mejor en un lugar tranquilo, fuera de casa. Para la pedagoga Lola Álvarez Romano, "el mejor momento suele ser cuando no están discutiendo, porque entonces es mucho más probable que la conversación acabe en una disputa y no sea productiva. Yo suelo recomendar a los padres que se pongan de acuerdo con sus hijos para encontrar un rato en el que puedan hablar y que lo hagan con antelación para que todos vayan más preparados y dispuestos a escuchar y a ser escuchados".