Querer por razones humanitarias: cuando tus padres te han tratado mal y ahora necesitan tu ayuda

  • No tenemos los padres que queremos, sino los que la vida ha decidido, una situación de la que surgen distintos desencuentros vitales

  • ¿Qué hacer cuando llega el momento de cuidar a nuestros padres y no nos inspira el cariño, sino las razones humanitarias?

  • En una muestra de madurez, debemos quererlos para confortarlos y agradecerles lo que han hecho por nosotros; en ese viaje, recuperaremos nuestra infancia y daremos un paso más hacia nuestra felicidad

No tenemos los padres que queremos, sino los que la vida ha decidido. Esta afirmación lleva implícita la complejidad de las relaciones entre padres e hijos. La familia feliz es un ideal que pocas veces se alcanza y así llegamos a la edad madura con el objetivo -y la necesidad- de cuidar a quienes nos cuidaron cuando la relación filial no ha sido tan fluida como debiera.

Las causas de esta infelicidad sostenida son múltiples. A veces, hacemos responsables a nuestros padres de nuestro malestar. Otras veces, son los progenitores los que no han ejercido bien su rol. De una manera o de otra, esta circunstancia está a la orden del día: llega el momento de cuidar a nuestros padres y no nos inspira el cariño. Nos toca querer por razones humanitarias. ¿Cómo hacerlo? No es imposible; de hecho, se puede crecer como persona teniendo en cuenta algunas de estas pautas.

Toma distancia

Es el momento de tomar distancia respecto al pasado. Nadie es completamente responsable de sus acciones porque hay circunstancias muy poderosas que nos hacen actuar de determinada manera. Además de las circunstancias, el contexto cultural y social también ejerce una influencia poderosa. No es lo mismo vivir una infancia en el estado del bienestar o en una sociedad en vías de desarrollo donde la mujer no está incorporada al mercado laboral y el nivel de formación de sus ciudadanos es bajo. Para hacer esto, obsérvate desde fuera, mira quién fuiste y cómo fue la convivencia familiar como si fueras el espectador de tu vida.

Sé empático

Ahora que ya eres el espectador de esa fase de tu vida, dirige una mirada empática y compasiva. Seguramente, los padres de los años 2000 son totalmente distintos a los de los años 60 o 70. Las relaciones entre padres e hijos se escribían entonces de manera diferente y nuestra capacidad de acción, tanto la de los adultos como la de los niños, era muy limitada.

Mira al ser humano, no al padre

Como explica el psicólogo Borja Vilaseca en su blog, para superar cualquier relación fallida entre padres e hijos, hace falta mirar al ser humano que hay detrás de "mamá" y "papá".

Son seres humanos llenos de aspiraciones, pero también de miedos, frustraciones y complejos. Al quitarles la etiqueta -cualquier etiqueta- empezamos a ver a las personas, personas con su propia carga en la mochila emocional y, probablemente, con unas circunstancias más adversas que las nuestras.

Acepta la realidad y tu parte de responsabilidad

Después de observar con distancia y sin etiquetas la relación con tus padres, la consecuencia natural es aceptarla, incluyendo tu parte de responsabilidad. Es posible que ahora tengas tus propios hijos y sabes que la crianza idílica no existe. Has madurado lo suficiente para saber que cada uno es co-creador de su realidad.

Esa misma madurez nos hace aceptar a nuestros padres como son, sin pretender cambiarlos y sin que juzguemos cada una de sus acciones. Ni ellos tienen el poder de hacernos completamente felices ni nosotros somos responsables de su felicidad. El ser humano tiene múltiples dimensiones y aspiraciones. Nadie puede colmar todos esos deseos. Si somos capaces de este paso, nos habremos liberado emocionalmente de esa responsabilidad.

Perdona

En la mejor de las relaciones, siempre hay algo que nunca tuvo que haber ocurrido. La gravedad de los hechos puede hacer que sea más o menos difícil perdonar, pero es algo que debemos intentar. El perdón significa que entendemos que somos vulnerables e imperfectos, y demuestra un nivel altísimo de sabiduría emocional. Detrás de un grito, suele haber una persona que sufre.

Recuerda también las veces que no estuviste a la altura y perdónate a ti mismo. Practicar una mirada amable hacia los demás y hacia ti mismo no significa olvidar lo malo, hay que identificarlo para no repetirlo, pero es fundamental asumirlo para incorporarlo a nuestra experiencia. Será uno de los recuerdos más importantes y valiosos.

Agradece

Los hijos no vienen con manual de instrucciones. Nadie nos enseña a ser padres. Tener hijos es la experiencia más desafiante de la vida. Nuestros padres lo han hecho lo mejor que han sabido desde sus circunstancias porque no seguir los cánones que impone la vida diaria es muy difícil.

Por fortuna, hay pocas personas intrínsecamente malas. Quienes se comportan mal en un momento determinado están sufriendo o no tienen las herramientas necesarias para gestionar su malestar. La ignorancia y la inconsciencia están detrás de muchos actos cuestionables. Recuerda que eres como eres por ellos y que las personas más admirables no lo son por lo que les haya pasado, sino por cómo han reaccionado ante esos hechos. Quizá ha llegado el momento de mostrar tu madurez, quererlos para confortarlos y agradecerles lo que han hecho por nosotros. En el viaje hacia el agradecimiento, recuperaremos nuestra infancia y daremos un paso más hacia la felicidad.