"No hay que tenerle miedo", afirma Paula Echevarría hablando sobre el momento en que su hija, Daniella Bustamante Echevarría, de 14 años, le diga que tiene novio. La reacción de la actriz conecta con la de miles de padres y padres. No hay que tenerles miedo a la primera pareja de los hijos, pero sí hay que conocer algo de su dinámica y de cómo puede impactar en la vida familiar para que la nueva relación sea positiva en el entorno doméstico.
El primer amor y la primera relación de pareja entre adolescentes son vitales porque permiten experimentar y aprender. A su vez, van a marcar el tono de las relaciones que vendrán después. Por esta razón, la figura de los padres es esencial: hay que apoyarles sin agobiarles, ayudándolos cuando sea necesario y fomentando los habilidades emocionales que les serán más útiles en la vida adulta.
Si algo caracteriza a la adolescencia es la confusión, una confusión lógica en un mar de cambios físicos, emocionales, sociales, intelectuales, y, por supuesto, sexuales. La incertidumbre genera en los jóvenes una inseguridad que impacta precisamente en la etapa en la que están construyendo su identidad, consolidando su personalidad y experimentando un catálogo de emociones hasta entonces desconocidas. En esa fase, creen que los que mejor les comprenden son sus iguales, sus amigos y compañeros y no sus mayores, ni mucho menos, sus padres, con los que probablemente, en una primera reacción, tratarán de cortar lazos.
A su vez, dentro de la vida social que mantienen, las primeras relaciones de pareja cobran especial relevancia. Esta persona va a tener una enorme influencia en su vida y probablemente va a convertirse en su primera fuente de apoyo. De ahí, que sea vital que los padres conozcan el tipo de vínculo que está construyéndose.
La adolescencia comienza antes y cada vez dura más. Por razones socioeconómicas los hijos cada vez tardan más en poder vivir de manera independiente, pero, paradójicamente, empiezan a tener pareja a edades cada vez más tempranas.
La manera en la que las vivan dependerá de factores sociales, pero también culturales y familiares. Comenzarán a reflexionar y darse cuenta del significado que le otorgan al concepto de pareja, qué esperan de la relación, cómo les gustaría que fuese, qué tipo de persona quieren como pareja y qué implica tener una relación afectiva de este tipo.
Actualmente, hay mucha información y contenido en diferentes medios de comunicación y redes sociales sobre lo que significa "tener pareja". La información que llega a los adolescentes es muy variada y de todo tipo, incluso la tóxica, que puede colarse con frecuencia. La función de los padres en esta situación es aclarar sus dudas, generando un ambiente de confianza en el cual se sientan libres para que puedan compartir sus emociones. Solo así sabremos si está viviendo su relación en armonía o está creando vínculos con los que no se siente cómodo.
Lleva un tiempo distraído y con las emociones a flor de piel. Te animas a preguntarle y te lo confirma: sí, hay alguien que le gusta y ya han salido algunas veces. Es importante encontrar un momento tranquilo donde se pueda mantener una comunicación fluida y serena. La escucha activa será fundamental para dejar que cuente lo que quiera contarnos, manteniendo una actitud abierta y asertiva, sin interrumpirle y sin juzgar en esta primera toma de contacto ninguna de sus decisiones.
Los padres a veces no quieren conocer a la pareja de sus hijos porque piensan que sería como validar esa relación. Por su parte, los hijos tampoco están dispuestos a presentarles su pareja a sus padres. ¿Cómo actuar? El hecho es que al interesarnos por sus parejas, confiarán más en nosotros para compartir cualquier aspecto de su relación. Los padres también conocerán así, de primera mano, la persona en quién su hijo confía más, al menos en esa etapa.
Podemos pensar que son muy jóvenes o que no es la persona idónea para ellos, y tenemos la tentación de explicarles que es mejor romper. Pero si no hay razones objetivas, la prohibición solo hará que los vínculos se consoliden. Si consideramos que hay aspectos de la relación que son tóxicos, lo mejor es hablarlo directamente con nuestro hijo y hacerle ver lo que le está aportando realmente la relación.
La naturalidad es la mejor actitud para hablar de un tema que está ahí: las primeras relaciones sexuales. Es importante generar una situación de confianza en la que ellos sientan la libertad necesaria para contarnos sus dudas respecto a este tema. También tenemos que implicarles en su responsabilidad a la hora de mantener una vida sexual sana y satisfactoria para ambos, sin enfermedades ni embarazos no deseados.
Empatía en este caso es mostrar que también hemos sido adolescentes y que entendemos la etapa de cambios y emociones que están viviendo. Esto ayudará a que se abran con nosotros; al tiempo que podremos compartir nuestra propia experiencia con el fin de ayudarles a gestionar algunas situaciones que pueden parecerles angustiosas.
En tu regreso a la adolescencia, piensa en ti a la edad de tu hijo. ¿Le contabas todo a tus padres? Seguramente, siempre haya una parte de su vida que no quieran compartir y que corresponde a su intimidad. Tener espacio propio es necesario y vital en esta etapa. La labor de los padres es acompañar, sin agobios ni intentos de control que podrían provocar el efecto contrario.