José Ángel, veterinario madrileño de 57 años, asegura que se ha cosido un punto en la boca, aunque alguno de sus cuatro hijos se pregunta, sin perder el sentido del humor, dónde está ese punto que no le ha impedido seguir siendo "un bocazas". "Si le digo a uno que para cuándo la novia, me llama antiguo; si le propongo a mi hija el nombre de mi madre, Catalina, para el bebé que acaba de nacer, echa a correr. Entre todos, me vuelven loco", dice.
Mónica, la mujer de José Ángel, de 56 años, solo le pide delicadeza, una cualidad de la que ella tampoco anda muy sobrada. En plena polémica familiar sobre los nuevos tiempos, la necesidad de cambiar el discurso en torno a las relaciones o el uso de un lenguaje inclusivo, se le ocurrió proponer una baby shower para celebrar el sexo del bebé que espera su hija con ideas muy creativas e incluso lista de invitados. Las carcajadas se debieron de escuchar en todo el barrio.
La hija es lesbiana y esta circunstancia genera cierta controversia a la hora de hablar sobre la maternidad y otros asuntos. Mónica es también veterinaria y comparte con su marido la gestión de una clínica, lo que les permite dedicar muchos ratos a conversar y exponer sus criterios. Ella le recuerda el ejemplo de Emme, la hija de Jennifer Lopez, que fue bautizada con el nombre de Emma y ahora se define con género neutro. "Hemos asumido con alegría -explica- que los tiempos hoy son diferentes a cuando todo se reducía al rosa y al azul, pero la aceptación implica utilizar un lenguaje para nosotros desconocido. Y ahí caemos una y otra vez".
Lejos de considerarse una rareza, los atolladeros en los que se ve envuelto este matrimonio al dialogar con sus hijos son algo corriente, pero un gran paso. Lo importante es entenderse desde la empatía.
Mercedes Valladares, psicóloga experta en Coaching Transcultural que trabaja en temas relacionados con la diversidad y la inclusión teniendo en cuenta las diferencias culturales, aporta unas ideas que van a ayudar a renovar el diálogo con los hijos cuando empiezan a formar sus propias familias. Como ella avanza, el asunto va más allá de la división equitativa de las tareas o el replanteamiento de los roles de cada miembro de la familia, independientemente del género o sexo de cada miembro. Nos lo resume a modo de manual:
El lenguaje crea realidades. Es conveniente hablar de forma abierta y, más importante aún, con honestidad sobre los diferentes modelos de pareja que existen en la actualidad. El lenguaje que se debe utilizar es el de respeto y aceptación ante las diferentes alternativas.
No existe una receta sobre las preguntas que se les pueden hacer a los descendientes. La comunicación entre padres, madres, hijos e hijas se inicia desde el momento de su nacimiento. Si se establece un vínculo de confianza y se fomenta un ambiente de apertura, los miembros de la familia pueden expresarse con libertad sin ser juzgados cuando una pregunta pueda ser inoportuna.
Si preguntamos al hijo si tiene novia, él sentirá la suficiente confianza para responder con honestidad y contestará con naturalidad. Sin embargo, cada persona es un mundo con diferentes rasgos de personalidad. Hay algunas personas que son muy reservadas que, aunque tengan un vínculo de confianza, prefieren no contestar a las preguntas que están relacionadas con su vida íntima. Y, eso también hay respetarlo.
La clave de la buena comunicación está en la apertura mental de los progenitores. Conozco a muchos padres que han asumido con naturalidad el cambio de sexo de sus hijos y una orientación sexual que no va acorde con el sexo y las normas establecidas por la sociedad.
Una madre en estado de gestación siente mucha curiosidad por el sexo de su bebé. Esa es una realidad que no se puede cambiar. Lo que sí podemos cambiar son las expectativas que tenemos ante el sexo del bebé y dejar de proyectar deseos en base al sexo del bebé.
Una madre puede pensar que las mujeres sufren más que los hombres y, por esa razón, desea que nazca un niño. Un padre puede desear que su primer bebé sea hombre para que siga algunas tradiciones patriarcales y se haga cargo del negocio familiar. Pero puede resultar que es su hija la que tiene los rasgos de personalidad, actitudes e intereses para los fines que él desea.
Tenemos que hacer una limpieza de mente y prepararnos para apoyar a nuestros hijos o hijas para que desarrollen sus talentos. El trabajo consiste en acompañarlos en su camino sin presionarlos para que tomen las decisiones que las personas adultas en base a su sexo creen que son correctas.
Debemos tomar con naturalidad el sexo que viene, entendiendo que las cosas están cambiando. Cuando no existían ecografías y no se sabía el sexo del bebé, había más expectación. Ahora esas expectativas han cambiado mucho.
No nos informamos sobre los diferentes modelos de pareja que se permiten de forma más abierta en la actualidad. Estos modelos han existido en diferentes culturas, en algunas de forma abierta y en otras de forma encubierta. En el último caso se puede aplicar el dicho "ojos que no ven, corazón que no siente". La alternativa para evitar este error es informarnos de lo que está pasando en la actualidad. De esta manera, nos actualizamos y podemos dar respuesta a las inquietudes de nuestros hijos e hijas.
Es un error creer que nuestro modelo de pareja es el más adecuado. Esto se produce porque aceptamos a pie juntillas los modelos tradicionales y válidos en la época en la que crecimos y nos cerramos a aceptar que los tiempos cambian. La alternativa a este error es el respeto a diferentes tipos de pareja.
¿Por qué forzar a nuestros descendientes a que tengan un modelo de pareja tradicional? Muchos padres y madres con un modelo de pareja tradicional, de una manera bien intencionada y creyendo que están actuando por el bienestar de sus descendientes, no aceptan otro modelo de pareja diferente al tradicional. Esta actitud ocasiona el efecto contrario, que es el distanciamiento. La solución es aceptar el camino que elijan. Se dice fácil y pronto, pero esto requiere de un trabajo personal y de un acompañamiento psicológico adecuado.