En el interior de cualquier persona, ilustre o anónima, piadosa o despiadada, late un corazón que, al menos una vez, fue acunado por una madre. ¿Cómo no celebrarlas en su día? "Para todas las madres del mundo, vivas, añoradas y por venir", se dice en la dedicatoria del libro 'Cartas a la madre' (Penguin Random House), de Nicolas Bersihand, una selección de las misivas más emocionantes escritas por artistas, escritores, músicos, filósofos y políticos a lo largo de la historia. En las cuatro cartas seleccionadas, del inclasificable Marqués de Sade al músico Richard Wagner, asoman atisbos de intimidad, de respeto y también, en algunas casos, de añoranza. Felicitemos a las madres presentes y ausentes, y si estas cartas inspiran tu lado creativo, dale rienda suelta. Seguro que en casa tienes algún papel en blanco. Y si no, siempre nos quedará el whatsapp.
Resulta sorprendente y paradójico que uno de los mayores elogios dedicados a una madre venga del epítome de la violencia. El controvertido marqués de Sade define en la carta a su amigo Charles Quesnet la aportación única e inigualable de su progenitora.
"Esta existencia de la que disfrutas, querido Charles, no es más que una emanación de tu madre [...] Te lo he dicho a menudo: una madre es una amiga que la naturaleza solo nos da una vez, y que nada en el mundo puede sustituir cuando hemos tenido la desgracia de perderla. Entonces, nada nos protege: las flechas envenenadas de los hombres, su maldad, sus calumnias, su perversidad nos hieren sin encontrar obstáculo alguno. Nos consolamos en el pecho de un amigo, de una esposa. Pero ¡qué diferencia, mi querido Quesnet! No encontraremos nunca las atenciones desinteresadas de una madre, aquella sensibilidad preciosa que ningún interés particular pervierte: en pocas palabras, mi querido amigo, ya no nos consuelan las manos de la naturaleza".
El compositor fue el quinto y último hijo de Christiane Schnabel y August Schumann. Pasó su infancia cultivando la literatura tanto como la música influenciado por su padre, librero, editor y novelista. En la adolescencia decide dedicarse a la música y empieza a su formación como pianita con el maestro alemán Friedrich Wieck, con cuya hija, Clara, terminó casándose. El matrimonio tuvo su mejor ejemplo en los padres de Schumann, y, especialmente, en Christiane Schnabel, inspiración eterna del músico como se ve en una de sus cartas.
"Pienso en ti a menudo, mi buena y querida madre, y en todas las excelentes máximas con las que me armaste para la batalla de la vida. ¡Qué extraordinario ascendiente tienen los padres sobre sus hijos! Solo a ti te debo mi vida feliz, mis expectativas de contar con un futuro alegre y sereno. Que tu hijo se muestre siempre digno y responda siempre al amor de su madre llevando una buena vida. Pero tú debes ser, como siempre, mi madre bondadosa e indulgente, y juzgarme con benevolencia cuando cometa una transgresión, amonestarme con delicadeza cuando mis extravagancias me adentren en exceso en el peligroso laberinto de la vida".
Adam Smith, el padre del liberalismo, se despide de su madre, Margaret Douglas, con una sentida carta dirigida a uno de sus pocos amigos. Smith vivió toda su vida en casa de su madre, entregado a su obra intelectual, sin colaborar de ninguna manera en las labores o en la economía domésticas. El economista no fue consciente del sacrificio realizado por su madre para que pudiera dedicarse a la investigación; de la misma manera, que no fue consciente de la importancia de los cuidados femeninos. Sin embargo, cuando Douglas muere, el vacío se hace insoportable.
"Acabo de cumplir el último deber con mi pobre y anciana madre. Aunque la muerte de una persona en el nonagésimo año de su vida es, sin duda, un acontecimiento de lo más agradable para el curso de la naturaleza -y, por lo tanto, que puede ser previsto y para lo que cabe prepararse-, debo decirte, sin embargo, lo que ya he explicado a otras personas: no puedo evitar sentir que la separación definitiva de una persona que ciertamente me quería más de lo que cualquier otra persona me ha querido o me querrá nunca, y a quien ciertamente quise y respeté más de lo que jamás querré o respetaré a ninguna otra. Es como si alguien me hubiera asestado un fuerte golpe [...] Mis amigos son cada vez más escasos en este mundo, y no creo que nadie pueda ocupar su lugar".
El músico alemán se dirige a su madre, Rosine Wagner, en una emotiva carta, fechada el 25 de julio de 1835, con la que se despide de ella para una larga temporada. El autor de 'Tristán e Isolda' demuestra en la misiva un amor incondicional que va más allá de lo materno-filial para adentrarse en la complicidad de las almas gemelas.
"Solo de ti, querida madre, puedo pensar con el más sincero amor y la más profunda emoción. [...] Tú has llegado a ver con frecuencia una parte de mí mucho más tierna. ¿No es el amor de una madre muchísimo más impoluto que cualquier otro? No voy a ponerme a filosofar, solo quiero agradecerte todas tus pruebas de amor. En ti, todo aflora del corazón, ese buen corazón que pido a Dios que siga inclinado hacia mí porque sé que que, si todo lo demás me abandonara, seguirías siendo mi último y mi más querido refugio".