De la ropa de luto a "no me llames así": cómo ha cambiado ser abuelo en España en cuarenta años

  • España celebra cada 26 de julio esta jornada para recordar lo que significa esta figura en la vida familiar y social

  • El perfil ha cambiado. Ahora es una persona vital, activa y preocupada por su bienestar y sus relaciones, pero a menudo los hijos abusan de ello

  • Isabel Menéndez nos ofrece su testimonio como psicóloga y abuela. También Alejandro Quintanilla, un empresario que ha decidido abdicar

España celebra cada 26 de julio el día del abuelo. Según Eurostat, la esperanza de vida es la más alta de Europa, con una media de 83,3 años, y vamos hacia una expectativa de 92 años para los hombres y 94 para las mujeres. Somos uno de los países del mundo más longevos y esto significa que a los abuelos les queda mucha vida por delante. ¿La emplearán en sus nietos o en su propio bienestar? ¿Les gusta que les llamen abuelo, abu, yaya, tata… o prefieren su nombre de pila? ¿Qué significa hoy ser abuelo? Recogemos dos testimonios muy reveladores. El de Alejandro Quintanilla, un empresario que se cansó de ejercer con sus nietos a tiempo completo, y el de Isabel Menéndez, que nos da su visión como abuela y psicóloga.

"Estoy hecho un pibón"

Alejandro, de 64 años, no es de esos abuelos con remedio para todo e historias maravillosas para contar a sus nietos, Álex, Macarena y Jorge, de ocho, siete y cinco años. Es empresario y ya está decidiendo en qué empleará su tiempo tras la jubilación. Presume de una salud de hierro y dedica sus ratos libres a nadar, leer, montar en bici y cenar con los amigos. Está divorciado y no descarta volver a enamorarse. Nos cuenta sin modestia que "estoy hecho un pibón" y así se ve cuando sus nietos le dibujan.

"Realmente no son más que garabatos, pero quiero pensar que me dibujan tal y como yo me veo cuando me pongo frente al espejo". Por si queda alguna duda, aclara que en esos bocetos infantiles suele aparecer montando en bici o con una raqueta en la mano. Otro detalle más: nunca le llaman abuelo, sino Ale.

Llegar hasta aquí le supuso una disputa familiar que le sirvió para poner los puntos sobre las íes. "Poco después de nacer los niños -cuenta-, mi horario flexible se convirtió en pretexto para convertir mis tardes y fines de semana en una condena de idas y venidas. Conmigo tenían canguro a tiempo completo. Me veían feliz y abusaban un poco de mí. Hace dos años, después de que me cayera una bronca absurda por la merienda, me planté. Decidí que tenía derecho a disfrutar de ese tiempo que hasta ahora me habían robado el trabajo y la crianza de mis cuatro hijos, con los que me partía literalmente el lomo. Ahora estoy en otra etapa y quiero vivirla. Con mis nietos, evidentemente, y mi familia, pero sin más obligaciones que las necesarias".

Su perfil encaja con la idea que se desprende de una encuesta de la plataforma de citas Ourtime. Ahora los abuelos son personas con una vida social, personal y emocional muy activa. Encaran la búsqueda de nueva pareja con la mente mucho más abierta que en su juventud, son independientes económicamente, están satisfechos con su cuerpo y se sienten libres de amar a quién desean.

Isabel, psicóloga: "Nos exigen mucho y con demasiada frecuencia"

Alejandro se plantó ante las exigencias cada vez mayores de sus hijos, se resistió a arrinconar su vida afectiva y social por el cuidado de los nietos, pero no es lo habitual. Nos lo asegura Isabel Menéndez, de 67 años y abuela de dos niñas, de dos y ocho años. Ella vive la nueva realidad de los abuelos en primera persona y también en consulta, por lo que su testimonio es doblemente válido. Además, está muy comprometida con la población mayor en su localidad, Gijón (Asturias) e imparte frecuentemente charlas y talleres.

"La figura del abuelo -explica- ha dado un vuelco en los últimos años. Ahora somos personas activas, que en muchos casos seguimos trabajando. Adoramos a nuestros nietos y somos capaces de hacer de padres a los 60, 70 y 80, pero no significa que sea ese nuestro cometido. Veo muchos abuelos ancianos y con poca movilidad que se encargan de llevar y traer a los niños del cole a diario. Los llevan al parque con muchísima dificultad". Lo que ocurre, en su opinión, es que los hijos a veces no asumen la paternidad desde esa renuncia que sí caracterizó a los padres en épocas anteriores. "Reivindican su juventud, su deseo de prosperar profesionalmente, sus salidas, aficiones y tiempo libre. Y todo esto a costa de la figura de los abuelos, a quienes exigen mucho y con demasiada frecuencia", indica.

Las reglas las ponen los padres y ellos las acatan

Tanto Alejandro como Isabel observan que los abuelos asumen la misma responsabilidad que los padres, pero sin opción a imponer su propio criterio. "Las reglas las ponen ellos y entonces es fácil discrepar. Ya sea por la alimentación, la disciplina o cualquier otro aspecto. Ejercemos de padres, pero sin el privilegio de la educación", advierte Isabel.

La consecuencia es una sociedad de abuelos que, por encontrarse estupendamente, acaban con un estrés que no les corresponde. Isabel lo detecta en su consulta, con un número de abuelos cansados, especialmente abuelas, que no deja de crecer. "Sufren agotamiento físico, pero también mental a causa del egoísmo de unos hijos que piden sin llegar a agradecer como es debido, sin compensar afectivamente el esfuerzo realizado. Los abuelos han criado y educado a muchas generaciones de nietos. Siempre ha sido así y ha habido mucha felicidad en ello. A veces incluso convivían en el mismo hogar".

Amortiguan la pobreza con su pensión

Pero aquellos modelos de familia están muy alejados de la vida actual. Hoy más de 850.000 personas mayores de 80 años viven solas en España. Cuando el abuelo comparte hogar con sus hijos suele ser por una necesidad mayor. Según la Fundación Madrina, la crisis obliga a muchos abuelos a mantener hasta tres generaciones en su propia casa con una pensión mínima.

Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) desvela que las principales contribuciones de los abuelos a la sociedad son la ayuda económica y el mantenimiento de la familia unida. Ligeramente por detrás, cuidar a la familia y dar apoyo emocional. La costumbre de transmitir historias queda ya lejos. Isabel añade algún dato más: el 70% de los abuelos ayudan tres veces por semana y el 32% todos los días. En esta nueva radiografía, ellos son los que amortiguan la pobreza de los nietos y facilitan la conciliación familiar y laboral. Son cuidadores, padres, sostenedores económicos. Todo a la vez.

Los nietos son fuente de felicidad

Isabel, a quien sus nietas llaman "tata", reconoce que "la posibilidad de cuidar a los nietos incrementa el bienestar y el sentimiento de utilidad. Los nietos aportan mucha felicidad y generan un vínculo familiar muy fuerte, siempre que eso encaje en las rutinas de un abuelo que se ocupa también de su propio bienestar, cuida sus relaciones sociales o que está dispuesto a darse una nueva oportunidad en el amor". El problema es que son incapaces de decir que no y la gran desventaja es que, en lugar de vivir su vida tal y como la habían planeado, se ven obligados a desempeñar otras labores relacionadas con el cuidado, el sustento y la atención.

La revolución de la 'nietidad'

Hay otras realidades nuevas, como la alta probabilidad de que la mayoría de los niños conozcan a sus cuatro abuelos vivos y que, gracias a la expectativa de vida, la relación sea duradera. Puede incluso que los abuelos vean nacer a sus bisnietos. También es un nuevo el hecho de que cada vez con más frecuencia haya hombres que son padres y nietos al mismo tiempo, como el exfutbolista Roberto Carlos, Bertín Osborne o Robert de Niro.

A medida que crezcan, Alejandro espera tener una relación con sus nietos mucho más próxima que la que tuvo él con sus abuelos y confía en la tecnología para hablar el mismo lenguaje. Está dispuesto a reciclarse y a ponerse continuamente al día porque es consciente de que quizás no existirán demasiadas formas de demostrarse cariño si no es así.

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