Llega una etapa en el ciclo de la vida en la que los padres deberán lidiar con la independencia económica y personal de sus hijos junto con nuevos momentos de soledad habiendo salido los hijos de la casa familiar. Los hijos viven lo que los padres han vivido anteriormente, hacer un esfuerzo por recolocarse, ponerse en el lugar de los vástagos y desearles lo mejor, les ayudará a sentirse seguros y amados.
Los progenitores -tal y como indican los expertos- puede vivir la situación de dos modos: uno viendo lo positivo del momento y otro sufriendo en exceso. Asimismo, los adultos deben trabajar la autoestima, prestarse para abordar nuevos proyectos y exponer la situación emocional que se afronta. Aquellos padres que necesiten encauzar sus emociones y verse parte de algo diferente pueden proveerse de las enseñanzas detalladas a continuación.
De adultos, los hijos pondrán en práctica las directrices recopiladas de sus padres y resolverán por sí mismos. La emancipación de los hijos afecta a la salud psicológica del padre o madre. “Es un período que nos va a requerir un ajuste emocional, en el que los progenitores deben equilibrar su papel de apoyo, con la necesidad de una completa autonomía por parte del joven”, afirma J. Pablo Cobreros, psicólogo sanitario y psicoterapeuta.
Este profesional determina que en esa etapa pueden sucederse emociones, a mayores de la soledad, de nostalgia o pérdida y puede ser óptimo el soporte de recursos externos. “Atendiendo a estados de ánimo que supongan un bajón emocional, probablemente sea de ayuda consultar con un psicólogo o acudir a grupos de apoyo”.
Cobreros recomienda intentar no vivir el momento como una carencia, sino como una etapa más que será positiva para ambas partes y donde se pueden plantear “nuevas fronteras que abordar”.
Maruxa Fernández Hermelo, psicóloga general sanitaria, especializada en Terapia Sistémica-Familiar y Mediación, señala que es algo normal y natural que la relación entre progenitores e hijos cambie en el transcurso hacia la edad adulta. “Es bueno que así sea”, certifica.
“Cuando los hijos se convierten en adultos a veces es difícil saber cómo comportarse con ellos. Uno de los aspectos más importantes es buscar el equilibrio entre 'entrometerse en su vida ' y 'desaparecer' como figuras de referencia. Lo ideal es establecer una relación de confianza, respeto y apoyo mutuo”, asegura Fernández.
La psicóloga aconseja. estar emocionalmente disponibles para los hijos, pero ofrecerles la libertad e independencia que demandarán cada vez más.
Fernández subraya que a los padres y madres puede dolerles, pero han de comprender que su labor como padres no termina, sino que se inicia un nuevo momento donde pueden significar mucho para los hijos. “Ya no son niños a los que se debe cuidar, proteger y aleccionar, pero seguirán siendo personas que valorarán la ayuda y el cariño”.
“Pueden surgir dificultades cuando uno rechaza el cambio y se empecina en mantener la misma estructura y dinámica. Por esto, resulta clave como padres poder ser conscientes de las necesidades emocionales de los hijos y, además, serlo de lo que nos pasa a nosotros”, expresa Marta Segrelles, psicóloga sanitaria integradora, especialista en trauma de apego.
Como apunta la también, autora 'Abraza a la niña que fuiste' (Editorial Bruguera): “Es común sentir alegría y tristeza a la vez, es un tiempo que indica que ya no nos necesitan como antes, aunque no quiere decir que no les importemos”.
Desde otra perspectiva, la experta invita a pensar que también los hijos están viviendo un proceso complejo y se sienten vulnerables ya que ellos son los encargados y responsables de solucionar sus problemas. Tal y como señala Segrelles, la autonomía es necesaria para sentirnos dueños de nuestra vida y nuestras decisiones. “Algunas familias se sentirán mejor y a otras les dará miedo no hacer todo en conjunto como anteriormente”.
Hay que pensar que, aunque no se vea tanto a los hijos seguirán siendo parte de nuestra vida. “Dentro de toda esta transformación conviene hablar de los sentimientos y entender qué necesitamos como padres para adaptarnos a la nueva fase”, refiere la psicóloga. Segrelles apunta que probablemente sea preciso un acompañamiento y si el malestar se incrementa o la adaptación se resiente, pedir ayuda.