“Hacía tiempo que no tenía entre manos una historia como esta: un bebé enfermo, solo en el mundo y que está siendo criado por sanitarios en la UCI de un hospital”. Estas eran las palabras con las que el periodista Javier Fernández se hacía eco en X (antes Twitter) hace unos días de la última historia que ha publicado. Un relato triste a la vez que ofrece un poco de luz en un mundo en el que las malas noticias parecen estar a la orden del día.
El periodista cuenta en La Gaceta de Salamanca la historia de una niña que ha pasado su corta vida entre las paredes de la UCI pediátrica del Hospital de Salamanca, el que se ha convertido en su hogar junto a su atípica familia: el personal del centro sanitario, desde los pediatras hasta las enfermeras, celadores o personal de limpieza. “Es la hija del Hospital de Salamanca. Llegó aquí con solo unos meses y desde entonces vive con nosotros”, narra al medio mencionado el jefe del servicio de Pediatría, Eduardo Consuegra.
La historia parte de unos antecedentes sociales problemáticos en los que la niña necesitaba cuidados durante las 24 horas del día por sus patologías de nacimiento. Unos cuidados que ha necesitado hasta hace bien poco al padecer una enfermedad sin cura, pero con tratamiento. Gracias a eso, la salud de la niña ha podido estabilizarse poco a poco, pese a no ser suficiente para abandonar la UCI.
La soledad de la niña ha hecho que toda la plantilla del hospital se vuelque con ella porque no es una paciente más y, con el tiempo, se ha ganado un hueco en los corazones de todos ellos, que siempre que pueden pasan a verla. “Tendría que estar acompañada por un familiar o por alguien de un centro de acogida, pero no existe esa figura que pueda estar con ello todo el día. A esta niña no la hemos cuidado, la hemos criado”, cuenta la doctora Vega Murga.
Tal es el vínculo que la niña tiene gestos diferentes y personales con cada uno. “A mí siempre me imita a un bebé. A una compañera le dice ‘guapa’. A otra le hace el gesto del cerdito…”, cuentan. Entre todos han conseguido hacerse cargo de ella, pues la niña crece y, por ejemplo, va necesitando ropa nueva que le han ido comprando, incluso la doctora Murga le tejió una cola de sirena porque le dijeron “que era bueno para ella tener las piernas juntitas”.
Además, el equipo del hospital explica al medio salmantino que gracias al permiso de los Servicios Sociales y con medidas de seguridad pueden sacar a la niña a dar paseos cerca del hospital, donde “siente la hierba, los sonidos, se queda mirando los animales…”, con especial admiración por los perros.
“Algunos la hemos llevado a nuestras casas para que juegue con nuestros propios hijos y se relacione con niños. Estar durante tantos meses al inicio de su vida sin poder socializar es muy negativo para ella y tratamos de reducir ese déficit con vistas al momento de que abandone el hospital”, cuenta Consuegra.
Allí todos son conscientes de que la conocida como ‘la hija del hospital’ se irá un día del centro, por muy difícil que les resulte tras haber creado un vínculo tan fuerte con ella, aunque resaltan que ese cariño nunca ha empañado su faceta profesional y siempre han hecho lo debido desde una perspectiva médica. Pero también tienen claro que debe irse con seguridad, ya sea a un centro o junto a una familia.
Un proceso de búsqueda que no es sencillo debido a su salud y a la facilidad con la que puede contraer enfermedades respiratorias que pueden ser perjudiciales para ella. “Es una niña que requiere cuidados y su evolución es compleja. De no haber pasado todo este tiempo en el hospital no podría hacer nada. Ahora se mantiene sentada, mueve las manitas, aprende el lenguaje de signos, nos reconoce a todos y no para de sonreír”, explican.
Ahora saben que es muy probable que en pocas semanas la niña se traslade a un centro de acogida mientras se le sigue buscando una familia que no solo le dé el cariño que merece, sino también pueda atender sus necesidades y cuidados. Una despedida cada vez más cercana y que los trabajadores del hospital saben que será dura y que acabará provocando en ellos el síndrome del nido vacío.