La unión sentimental o amorosa con otra persona puede llevarte inevitablemente a hacerlo con su familia, aunque eso no supone asumir un contacto que haga daño. La fama que siempre han cargado a cuestas los suegros y el bruto de la familia política no debe corromper la relación de pareja, más todavía en un momento de fuerte intensidad emocional por las fiestas navideñas. Pero, para lograr ese objetivo, es necesario distinguir qué aspectos de la relación son los menos positivos.
En noviembre salieron a la luz datos recabados por el estudio preparado por Sigma Dos para IKEA: '¿Y si menos Navidad fuese más Navidad?'. Respecto a los sentimientos de los encuestados en estas fechas, el 23% tiene que ver con la alegría, aunque la nostalgia invade a un 27,3%. También se alude a los problemas con familia o amigos: un 17,4% asegura en este tiempo tener más enfrentamientos. Por otra parte, un 39% de las personas participantes en la encuesta revelan la existencia de disputas con su familia política.
"La Navidad es como un apartado del resto del año y generalmente se hace por ver y estar bien con personas con las que habitualmente no", subraya Marcela, de 61 años. Su hijo está casado con Arancha. Ambos saben que sus familias no se llevan demasiado bien, pero les piden reunirse para disfrutar de los nietos y viceversa. “Les pedimos unas pocas veces al año, incluida Navidad, comer juntos y dejar a un lado las diferencias”, manifiesta Arancha.
Herminia, de 62 años y Carmina, de 59, son consuegras. Sus hijos se han casado hace dos años. Las dos mujeres no han logrado tener una relación de confianza ni afecto. Antes de casarse ya no congeniaban y tras la boda las discrepancias han ido a más.
"Mi madre no perdona algunos comentarios que la madre de Rosa hizo de mí y desde entonces se ven, pero no se soportan. Son dos mujeres bastante rencorosas y reservadas y no quieren juntarse para hablar del tema”, explica Nacho, hijo de Herminia. Rosa siente pena por la situación, pero confía en que con el tiempo no se reúnan porque ellos se lo piden, sino por ellas mismas.
Pedro Martínez Ruiz, director de operaciones y fundador de la Escuela de Emprendimiento Sostenible, destaca que frente al conflicto puede darse la cordialidad y superarse las diferencias, con las siguientes recomendaciones:
"La familia debe cuidarse para que todos los miembros se sientan seguros en el vínculo. Si no, no tiene sentido meterse en ningún tema", apunta Marta Panizo, psicóloga y directora de Catarsis Psicología. Tal y como expone previo al encuentro, las personas deberían pensar en qué significa la familia para ellos, porque, para estar unida, ha de ser capaz de tolerarse y trabajar la relación.
“Resulta acertado hablar de un modo abierto con los hijos sobre cómo nos sentimos en relación a estas comidas y conocer qué esperan de nosotros para tener claro cómo proceder al ir, es decir, ir a mínimos (que no haya peleas) y no tanto, a máximos (brindar todos juntos por el bien común)”, perfila la experta.
Esta psicóloga manifiesta la necesidad de valorar si estamos dispuestos a renunciar a algo o queremos tener siempre la razón. “Conociendo que son personas con las que no me suelo encontrar a gusto y con las que suelo tener problemas, hay que tener claro hasta dónde cedo y hasta dónde pongo mis límites”.
Para Panizo sería conveniente hablarlo en pequeño grupo y por adelantado con los miembros de la familia política y ver si se puede lugar el 'me siento' y no el 'tú eres que se achaca más al ataque. Por ejemplo: 'Me gustaría evitar ciertos temas'.
Otra idea es apostar por no estar durante toda la comida o toda la tarde. "Ir tan solo al postre para estar más tranquilo. Optar por puntos intermedios", considera Panizo, que subraya que para los hijos resultará mejor ver a la familia a gusto y sin criticarse, aunque esté separada a juntarse y vivir auténticas batallas campales.