Aunque se puede dar de baja o transferir a otra persona la línea telefónica de un ser querido que ha fallecido, más si se trata de familiares tan próximos como una pareja o un hijo, no resulta una gestión agradable de realizar, incluso algunos optan por no hacerlo o por retrasar el trámite. Los motivos para ello son varios y las historias particulares, diversas.
Las personas y expertos consultados confirman que nadie está en la potestad de asegurar con qué enseres del familiar fallecido quedarse o cómo gestionar la pérdida. Sin embargo, las psicólogas consultadas coinciden en que dejar todo tal cual estaba como cuando la persona vivía puede impedir afrontar la evidencia y el conveniente paso al duelo.
Descubrimos las consideraciones de algunas personas que han pasado por este trance, al tiempo que las profesionales en psicología exponen hasta qué punto no alterar algo respecto al fallecido puede ser perjudicial a nivel emocional.
Como asegura Lorena, comercial de la compañía R en Ourense, los familiares pueden esperar a dar de baja la línea de teléfono del ser querido fallecido: "Deben saber que esto supone seguir pagando y el trámite a realizar no reviste dificultad”. Asimismo, expresa: “Es una gestión que se resuelve en tienda, aunque dada la situación se dan facilidades. Lo que pide cualquier compañía es el certificado de defunción y el DNI de la persona difunta".
Esta empleada resalta que algunas personas deciden mantener el número de teléfono por recuerdo a la persona que ya no está o porque quieren usarlo ellas. “Lo más habitual es la baja de la línea en cuanto pasa una semana más o menos desde la defunción, ya que aprovechan para arreglar todas las diligencias respecto a la persona fallecida”.
“Mi hijo falleció hace cuatro meses en un accidente de moto y pese a que hemos solventado la mayoría de gestiones administrativas, todavía no he querido retirar sus cosas y ropa de su habitación ni dar de baja su línea de teléfono móvil", explica Elena, farmacéutica de 57 años.
Elena comenta que su hijo tenía amigos por todo el mundo porque le gustaba mucho viajar y pasar largas temporadas fuera conociendo otras culturas, por lo que todavía hay personas que no saben nada de su fallecimiento y a ella le gustaría informarles según se vayan comunicado al teléfono de su hijo.
Explica que su marido quiere que dé de baja la línea porque cada vez que suena el tono tan característico del móvil (una canción que le gustaba mucho al joven) le da un vuelco el corazón y siente ansiedad. “Todavía no quiero que esa melodía deje de sonar o no pertenezca a él. Siento como que es una parte suya que no quiero que desaparezca y no me hace mal, me hace sentirlo cerca. Necesito más tiempo para tomar la decisión", confiesa Elena.
María Jesús, profesora, perdió a su marido hace cinco años y señala que dar de baja la línea telefónica es un trámite que no reviste ninguna complicación, pero el hecho de hacerlo es cortar otro tipo de contacto y comunicación. Y duele mucho.
“Yo quise hacerlo sola y tras guardar en un USB mucho del contenido que guardaba entre notas, imágenes, mensajes de WhatsApp para poder releerlos cuando me sintiese con fuerza. Hoy en día lo hago y escucho sus audios", apunta la viuda. Como añade, para algunas personas llamarse desde ese móvil y ver el nombre en sus propios dispositivos móviles les reconforta, aunque cree que no se puede alargar mucho esa ilusión.
“Quienes quieren tener el aparato bien o que se queden el número para ellos, lo que veo contraproducente es quienes lo guardan todo porque sí, aunque todo es muy personal y no soy quién para juzgar”, indica.
“Pese a que no se puede hablar de estadísticas exactas, no dar de baja la línea telefónica de un ser querido fallecido es una práctica muy común y resulta una conducta que observamos con frecuencia en nuestros pacientes", revela Irene Del Moral Grau, fundadora y psicóloga sanitaria de EREA Centro de Psicología y Salud.
Según certifica la profesional, mantener operativa la línea telefónica refleja varias necesidades emocionales que pueden surgir en el proceso duelo:
Esta psicóloga sostiene que la decisión de mantener activa la línea telefónica de un ser querido fallecido es demasiado personal, pero admitir la pérdida y lograr nuevas formas de gestionar el malestar emocional puede representar un proceso de duelo saludable y adaptativo.
Silvia Álava, psicóloga sanitaria y educativa, asevera que enfrentarse a la pérdida de un familiar cercano, sobre todo si se habla de una pareja o un hijo, se traduce en una de las situaciones más complicadas a las que se puede hacer frente en la vida.
La autora de '¿Por qué no soy feliz?' (Editorial HarperCollins, 2022) afirma que nunca se supera el fallecimiento de un familiar, sino que se acepta e integra en la vida. "Aprendemos a vivir y a ser felices de forma diferente".
Uno de los momentos más complicados es tener que deshacerse de los enseres de las personas que han fallecido, ya que -como argumenta la psicóloga- representa un paso para la aceptación de que no están ni volverán y muchas veces no se está preparado. “Hay quien demora esa labor o incluso se aferra a sus útiles prosiguiendo en una fase de incredulidad, enfado o rabia"
Álava señala que no todas las personas pasan por las mismas fases de duelo ni en el mismo orden y que lo óptimo es respetar las emociones de cada uno en cada momento.
Para la profesional resulta conveniente descubrir qué comportamientos se esconden tras ciertas actitudes en los familiares. “No dar de baja una línea de teléfono puede hacerse por un tema práctico, para tener el móvil operativo y enfrentarse a ciertas llamadas y resolver alguna cuestión pendiente, sin embargo, convendría cuestionarse si es algo que hace bien o, si se está haciendo por la incredulidad de que esa persona no va a volver".
La especialista aclara que hay que ir al paso de cada individuo y no marcar el ritmo, pero ver qué puede y qué no facilitar el proceso de adaptación emocional.
Es positivo quedarse con algún recuerdo y no obligar a alguien a deshacerse de algo si no quiere. "No obstante, si pretendemos dejarlo todo tal cual como si no hubiera ocurrido nada (todo intacto en la habitación, la ropa en el armario...), se puede estar entorpeciendo el proceso de duelo y negar la evidencia no es beneficioso e impide integrar la falta de la persona querida en la vida", mantiene Álava.