Por todos es conocida la mala fama de la suegra, solo hay que recordar el refranero popular y descubrir el inmenso listado en ‘San Google’ que hace referencia a ella: ‘De la suegra y el doctor, cuanto más lejos mejor’.
Suegra y suegro parecen entes discordantes con la pareja del hijo o de la hija. Los expertos consultados recuerdan no olvidar el autocuidado, el respeto y conciben que la comunicación es clave para no llegar a malos entendidos. Entonces, ¿puede hablarse de ventajas estando todos bajo el mismo techo? Quizás pasar tiempo con los nietos resulte positivo para todos.
Conocer a los suegros ya presupone que haya que tenerlos contentos en la medida de lo posible. Rescatamos frente a esta consideración una encuesta de 2015 de YouGov que refleja las opiniones de los suegros sobre sus preferencias respecto a los empleos de las parejas de sus hijos. ¿Alguien duda que tuviesen algo que decir al respecto?
Aunque los resultados pertenecen a las familias de Reino Unido, podrían tratarse de respuestas de gente de nuestro país. Las profesiones más valoradas son las de medicina, enfermería, docencia, arquitectura o abogacía; no así de igual modo en hombres y mujeres. Los suegros prefieren que sus nueras se dediquen a la enseñanza o la enfermería, esto es, un 26% y un 16% respectivamente; en el caso de los hombres, arquitectos con un 23%.
En España los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en su Barómetro de 2018 no van tan acordes con esa incrustada fama que persigue a estos parientes políticos. Los datos de ese barómetro reflejan que el 35% de las personas que han participado en la encuesta destaca como total o “bastante satisfactoria” el trato que mantienen con ellos. Por otra parte, el 2% constata no tener una relación agradable con sus suegros.
En ese mismo estudio, uno de cada cuatro encuestados convive con un familiar que supera los 65 años de edad. Además, es insólito que los niños no tengan relación con sus abuelos o no los hayan conocido: tan solo 1 de cada 10 niños.
La suegra de Amparo ha fallecido hace un mes quedándose solo en la casa su marido. Carlos (53 años) y Amparo (55) han decidido llevárselo a vivir con ellos y su hijo adolescente. "Ha pasado solo un mes, pero le notamos muy apagado y desorientado. Parece que le hayan caído 10 años más de golpe y él era muy alegre y activo".
Para Amparo no supone un problema que viva con ellos, aunque sí entiende que, a su hijo el cambio puede costarle aceptarlo. "Nuestro hijo quiere a su abuelo, pero decidimos arreglar para mi padre una sala de casa donde se reunía con sus amigos y, claro, siente cierta invasión, aunque espero que se haga a la idea", explica Carlos.
Marta y César, ambos de 51 años, son matrimonio. Marta nunca se ha llevado bien con la madre de César, que actualmente necesita ayuda. Por este motivo, han pensado que en casa con ellos estará mejor atendida. “No es algo fácil para mí porque me lo ha hecho pasar mal en el pasado, pero César me ayudó cuando mis padres necesitaron su ayuda y ahora creo que debo ceder y poner de mi parte por el tiempo que pueda seguir entre nosotros", asevera Marta.
La señora tiene una enfermedad degenerativa, pero se encuentra muy dispuesta y colaborativa, y con ganas de compañía. “Noto a mi suegra muy entrañable y sin entrometerse en asuntos que nos competen solo a nosotros dos como hacía antes, casi no la reconozco. Eso me hace acercarme con más ganas a ella", indica esta nuera.
La decisión de tener al suegro o a la suegra viviendo bajo el mismo techo puede decidirse por varias circunstancias; entre ellas, problemas de salud, cambios en la situación financiera o la necesidad de compañía. “La intención de llevarse a casa a ese familiar puede ser buena, pero la adaptación a la nueva dinámica puede ser un reto tanto para la pareja como para el suegro o la suegra", destaca Celia Rubio, psicóloga y terapeuta de parejas.
La también sexóloga considera hablar en conjunto para que se dé un buen ambiente, atendiendo a los roles de cada uno, los límites, la gestión del espacio compartido, la preservación de la intimidad o saber cómo manejar las diferencias generacionales.
Para superar los obstáculos que puedan surgir, Rubio propone:
Comunicación clara y planificación: Establecer reuniones regulares para discutir expectativas y planificar actividades familiares. La comunicación constante es clave para evitar malentendidos y asegurar que todos los que viven juntos se hallen en el mismo punto.
Definición de roles y responsabilidades: Delimitar responsabilidades ayuda a todos a contribuir de manera significativa al hogar y evita conflictos. Establecer límites claros desde el principio en términos de roles, responsabilidades y límites personales contribuirá a una convivencia más armoniosa. También, en cuanto a decisiones familiares y actividades cotidianas.
"Con comunicación abierta, respeto mutuo y adaptabilidad, es posible transformar la vida en común en una experiencia enriquecedora para todos”, subraya la profesional.
Para María Banda, psicóloga y sexóloga, existe una tendencia creciente hacia la prolongación de la juventud adulta en la sociedad presente. “Los tiempos para conseguir empleo se extienden, dejando el hogar parental más tarde y formando nuestras propias familias a edades más avanzadas. Este cambio de dinámica familiar tiene profundas implicaciones en las relaciones íntimas y en el cuidado de los seres queridos”, alude.
Banda, que también es terapeuta de parejas, entiende que durante la crianza de los hijos se complica la conciliación entre la vida laboral y familiar y los padres se encuentran agotados y con falta de tiempo. A medida que los hijos crecen se superpone el cuidado de los adolescentes con el de los padres, abuelos u otros familiares mayores: “La adolescencia, con sus desafíos propios, requiere atención y comprensión, mientras que los mayores pueden volverse más dependientes y menos flexibles”, manifiesta la experta.
“Imaginar una situación en la que conviven adolescentes, padres y suegros en el mismo hogar puede resultar abrumador. Sin embargo, con un poco de imaginación y determinación, es posible mantener la intimidad y la conexión emocional”, indica la experta.
Para que la pareja no sufra y reconecte, la psicóloga sugiere: