“Se nos rompió el amor”, como dice la popular canción (de usarlo o no) eso pertenece a la intimidad de cada pareja, lo que es más complicado y de lo que puede ser partícipe el entorno, es el modo de proceder con la custodia de los menores y lograr que los problemas de adultos no hagan mella en ellos.
Eva Bach y Cecilia Martí, autoras del libro ‘El divorcio que nos une’ (Plataforma Editorial, 2023) recomiendan que en una separación cada adulto se haga cargo de sus emociones y que se trabaje por alcanzar un bienestar personal, permitiendo el paso a las buenas intenciones y los buenos actos. Asimismo, personas que atraviesan esta situación coinciden en que los niños han de ser lo primero por encima de sus egos.
Según el informe ‘Transformación y crisis de la institución matrimonial en España’ del Observatorio Demográfico CEU-CEFAS, de diciembre del pasado año, los españoles se casan cada vez menos (la mitad que hace 50 años) y hay más divorcios (aproximadamente el 50 por ciento).
El indicador coyuntural de divorcios se reduce precisamente porque cada año las personas se inclinan menos por el matrimonio.
Son muchas las personas que eligen la soledad, ser pareja de hecho, formar un hogar monoparental (un solo progenitor y uno o varios hijos) o bien, convertirse en familias reconstituidas (al menos un miembro de la pareja añade hijos de una anterior relación).
Los datos evidencian que quienes deciden darse el ‘sí quiero’ tienen más hijos, y con hijos, la separación o divorcio no promete resultar un proceso ni ligero ni simple.
Los datos recogidos por el servicio de Estadística del Consejo General del Poder Judicial identifican 24.404 divorcios y separaciones en el segundo semestre de 2023 en nuestro país. Concretamente 13 fueron las demandas de nulidad del segundo trimestre, suponiendo un descenso del 13,3% respecto a las presentadas un año antes.
Las demandas de guarda, custodia y alimentos de hijos no matrimoniales, tanto consensuadas como no consensuadas, mostraron incrementos interanuales. La cifra de las consensuadas corresponde a 6.202 y la de las no consensuadas es 7.151.
Elena, de 53 años y Mario, de 52, tienen dos hijos y se encuentran en trámites de divorcio tras 17 años casados. Ambos decidieron romper su matrimonio porque de un tiempo para atrás se veían como compañeros de casa y no como una pareja. “Quiero mucho a Elena, pero llegamos a un punto donde discutíamos por cualquier mínimo detalle y nos apetecía estar más separados que haciendo cosas juntos”, declara Mario, ingeniero de automatización y control.
Elena, enfermera, asegura que lo que más les importa es la faceta de ambos como padres y considera que es algo que hacen bien y los niños son conscientes. “Mario es un buen padre y nos entendemos bien como educadores o amigos que velan por el bienestar de unos niños maravillosos que nos quieren”, explica.
La expareja procura aunar fuerzas para dedicarse a sus hijos y ocasionalmente pasar buenos momentos juntos en familia, sin que vean enfados. “Nuestro modo de llegar a acuerdos es pensar en lo mejor para ellos y nosotros resolver los temas de adultos sin implicarlos”, expresa el hombre.
Ernesto, de 48 años, óptico-optometrista y Mari Luz, de 51 años, trabajadora social, tuvieron bastantes problemas para llegar a un consenso sobre la custodia de su hija pequeña. “Queríamos que todo fuese amistoso, pero luego algunos familiares se entrometieron y eso dificultó nuestra buena fe inicial”, cuenta la trabajadora social.
“Hablábamos por medio de nuestros abogados sin acercar posturas y pensando tendría las de ganar sin considerar que nuestra hija estaba en medio”, afirma Mari Luz.
Según explica, en una ocasión recibió el consejo de una amiga que estaba pasando por el mismo proceso y desde ahí cambió todo a mejor: “Mi amiga me dijo que un día encontró a su hijo llorando y diciendo que ni su padre ni ella lo querían porque no se interesaban por lo que quería o cómo se sentía. Ahí me di cuenta de que debía sentarme con mi exmarido y hablar de tú a tú pensando en nuestra pequeña y sus necesidades”.
En ‘El divorcio que nos une’, de Eva Bach, pedagoga y una de las pioneras en la introducción de la educación emocional y el crecimiento personal en los ámbitos educativo y familiar y Cecilia Martí, orientadora y mediadora familiar, ambas expresan cómo encauzar el sentir de cada uno en las rupturas de pareja.
Conocemos el refrán de ‘lo que bien empieza, bien acaba’, no obstante, como señala Martí, también maestra, en las relaciones no puede asegurarse siempre: “No existen fórmulas mágicas, cada caso es único y especial”.
Del mismo modo, refiere que, aunque no sea fácil, puede lograrse por agradecimiento por: el tiempo compartido, por lo que cada uno de los miembros de la pareja haya aprendido en la convivencia y por amor a los hijos.
"En el momento de la separación tiene que existir una mayor comunicación para decidir cómo va a ser la vida de los hijos de ahí en adelante, pero resultará difícil cuando no ha habido una buena comunicación durante la relación”, destaca la también autora junto a Bach de ‘Por amor a mi familia’ (Plataforma Editorial, 2013).
Esta educadora, manifiesta que si la pareja está mal es complicado seguir juntos, quiera hacerse por los hijos o no. “Hay quien piensa que, por mal que estén los padres, un hijo siempre estará mejor si sus padres están juntos. Decimos en el libro que, para una mala convivencia, mejor una buena separación y un buen ejemplo para los hijos”.
“Si uno está decidido a dar el paso y separarse es importante aclarar asuntos delante y detrás de los hijos pues estos lo perciben todo”, puntualiza.
Bach, escritora, autora de, entre otros ‘Cómo cuidar la salud mental’ (Plataforma Editorial, 2022), perfila que cuando una separación se lleva a cabo en un tono respetuoso y amable, puede hablarse de varios los aprendizajes para los hijos:
La formadora certifica que una pareja que ha pasado por un proceso doloroso e ingrato de ruptura puede, con paciencia y buena disposición, transformar en afecto el sufrimiento con. Apunta que serán precisos un par de requisitos:
Para Bach, tener en mente hacer daño a la otra parte más que en el bienestar de los hijos, suele ocurrir normalmente porque la persona está completamente superada y cegada por sus emociones. Esta licenciada en Ciencias de la Educación aclara que es muy peligroso porque puede desembocar en una espiral de violencia y cometerse verdaderas atrocidades.
"Desarrollar habilidades emocionales, ser conscientes de lo que sentimos y adquirir recursos para calmarnos y afrontar alguna transformación es lo mejor para nosotros y para nuestro entorno y es la mejor prevención, el mejor regalo y la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos”, comparte Bach.