Las familias encogen y lo harán más: por qué tus hijos tendrán menos primos y más bisabuelos

La abuela de Cristina (57 años) nació en 1913. Era la mayor de una familia de 11 hermanos, de los que sobrevivieron nueve. Murió en 1984 a los 71 años. La madre de Cristina ronda hoy los 90. Tenía dos hermanas -la menor falleció recientemente- y es madre de dos hijos, aunque, en la práctica, quien puede ocuparse de ella es su hija mayor. El otro hijo vive a 700 kilómetros de su ciudad.

Cristina recuerda una infancia rodeada de familiares: además de sus padres y su hermano, abuelos, tíos, primos, tíos abuelos, primos segundos y una red extendida de vecinos y amigos. Era habitual coincidir y verse mucho porque las familias procuraban vivir en el mismo barrio, incluso, a veces, en el mismo edificio.

Por la cuenta que trae

En 2024, las circunstancias de Cristina han cambiado. Los descendientes de esa antaño gran familia han menguado. "Cuando era niña, los hermanos de mi abuela se cuidaban unos a otros, se ayudaban. Mi madre tenía apoyo de su madre, sus hermanas, sus tíos o sus primos. Ahora, soy la única que puedo cuidar de ella. Los demás se han han cambiado de casa, en otro barrio o en otra ciudad, o se han ido a una residencia o ya no están. A veces pienso qué pasará con mi marido y conmigo. Tenemos una hija de 17 años, pero no creo que cuando se independice viva cerca de nosotros; de hecho, su idea es trabajar en un entorno internacional. Por la cuenta que nos trae, mejor cuidarnos para estar bien, no dar la lata y evitar ser dependientes", reflexiona esta mujer que, según anticipan los datos de esperanza de vida, en España podría vivir hasta los 86 años.

En teoría, dispondría de unos 30 años de vida en los que es probable que, incluso practicando lo que se llama el envejecimiento activo, necesite todo tipo de ayudas para mantener la salud. Según afirma, no cree que vaya a tener mucha ayuda familiar.

Estadística certera

El caso de la familia de Cristina es de los que abonan el grueso de la estadística. En España, en 1984, la esperanza de vida era de 74 años y el número de nacimientos, según el INE, fue de 473.281 bebés, lo que supone un porcentaje de natalidad del 1,7. En 2022, hubo 329.251 nacimientos. Por tanto, las parejas españolas tuvieron una media de 1,2 hijos, medio punto menos que hace 40 años.

Introduciendo la variable de la esperanza de vida (83 años en 2024 vs. los 74 de 1984), aparece un escenario peculiar: las familias se acortan porque tienen menos hijos y la red de parientes decrece, pero también se alargan porque pueden convivir más generaciones que antes. “La parentela lateral va a cambiar. El número de hermanos, primos, tíos y sobrinos va a ir disminuyendo”, explica en El País Diego Alburez, investigador del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica (Alemania) y responsable de un estudio sobre la transformación de las familias en los próximos años publicado por la revista PNAS. El experto va más allá: "Veremos familias cada vez más intergeneracionales, con más mayores, con mayor diferencia entre las edades de los parientes”. Los demógrafos llaman a este fenómeno 'paso de la familia horizontal a la vertical'

Generación sandwich

¿Cómo ha afectado este fenómeno a la estructura familiar y social? "Hay un cambio total en nuestro país en la configuración de las familias desde hace años y se va acrecentando precisamente por el envejecimiento y al tiempo por el menor nacimiento de bebés. Esto, unido a otros cambios, como más frecuencia de divorcios, más familias monoparentales y al hecho de que se tienen menos hijos y más tarde, junto a la variedad de las tipologías familiares hace que la composición de las familias se transformen y que también se transforme la estructura de cuidados. Hasta ahora, muchas mujeres eran cuidadoras. Ahora, la mujer trabaja y no puede dedicarse tanto. Los inmigrantes han venido a cubrir gran parte de estos trabajos de cuidados. También los abuelos, a veces, deben ser los sustitutos de los padres. Pero según van envejeciendo, esa posibilidad se dificulta", señala Guillermo Fouce, doctor en Psicología de la Universidad Complutense y presidente de Psicología Sin Fronteras.

El alargamiento de la estructura familiar, con núcleos en los que pueden coincidir bisabuelos y bisnietos implica una reordenación de las jerarquías entre parientes. En La Odisea, Ulises huye de una de sus peripecias con su padre a los hombros y su hijo de la mano. La imagen, reproducida mil veces en el arte, era la enseña perfecta de lo que supone llegar a la madurez.

Hoy, el Ulises moderno seguiría llevando a un hijo, quizá no tan niño, y a su espalda podría llevar a un padre y quizá a un abuelo. Dicho de otra manera: toca cuidar varias veces y en varios tramos, a los menores, a los mayores y a los más longevos. En medio, la mediana edad, convertida en 'generación sadwich'.

Más para las mujeres

Siguiendo con la Grecia clásica, el Ulises huido ya no sería un héroe, sino una heroína. El sandwich generacional es un bocado destinado, en su mayoría, a las mujeres. El rol femenino empezó a cambiar originalmente en el contexto estadounidense en el momento histórico en el que las mujeres, a consecuencia de la II Guerra Mundial, se incorporaron al mercado de trabajo. Las personas empezaron a vivir más tiempo y se comenzó a tener hijos a edad más avanzada. Todo ello dio como resultado una generación de mujeres que iba a trabajar y, al mismo tiempo, debía continuar ofreciendo sus cuidados al resto de la familia. "Aunque haya habido cambios en los útimos años, son las mujeres quienes se encargan de la crianza de los hijos y del cuidado de los mayores. Se habla de abordar la revolución de los cuidados, sociedades que pongan el cuidado en el centro y lo posicionen como una obligación y un derecho ciudadano, que se reconozca y se remunere. Pero esto está pendiente, aún es algo feminizado y muy poco reconocido. La ley de Dependencia ha empezado a incluir la figura del cuidador, pero aún nos queda muchísimo camino que recorrer", asegura Fouce.

Como señala el experto, la mujer sigue ocupándose de centralizar la intendencia de los hogares, el suyo y parte del de sus mayores. A ese entramado de deberes flotantes, discurriendo en una y otra parte de la agenda social y profesional, se le llama 'carga mental'. Puede pesar mucho y no apunta maneras de cambio. Los expertos señalan que las mujeres son conscientes de su responsabilidad y de que quizá no recibirán los mismos cuidados que ellas procuran. De ahí que cobre importancia otras estructuras sociales, al margen de una parentela menguante.

Familia elegida

El concepto de 'familia elegida' es relativamente reciente. Incluye a los amigos más cercanos, esos en los que se confía plenamente, con los que se han compartido muchas experiencias y conocen nuestra historia vital. Aunque a veces se habla de la familia elegida de manera un tanto frívola, cada vez más se piensa en ella como una alternativa a la familia de sangre, sobre todo en las últimas etapas de la vida.

Como muestra, las pioneras que viven en Residencial Santa Clara, un cohousing en Málaga compuesto por apartamentos de algo más de 50 metros con terraza, vistas envidiables a la playa y servicios comunes igualmente envidiables. Aurora Moreno (85 años) es una de esas pioneras. Como cuenta en Uppers, tuvo la idea a los 30 años y hace cuatro pudo llevarla a cabo: "Era voluntaria de la parroquia y con mi grupo ayudábamos a unas personas mayores que vivían en una residencia. Estaban bien asistidos, pero se percibía la soledad. Faltaba el cariño y la amistad de unos con otros. Ya de mayores es más difícil hacer nuevas amistades. Pensando esto fue cuando me di cuenta de que yo no quería envejecer así, quería hacerlo junto a mis amigas y en una continuidad de nuestras casas". Fue así como nació esta cooperativa de futuro.

Más recursos públicos

Con todo, los expertos aseguran que la familia, aun en su nueva fisonomía, seguirá siendo el principal proveedor de cuidados hacia los mayores. No solo cuidados, también solidaridad y afectos, algo especialmente relevante en una sociedad donde muchas mujeres deciden no tener hijos o las familias acogen a otros miembros, como los descendientes de las nuevas uniones o los que se aportan al matrimonio o a la pareja de hecho. La familia, por tanto, debe entenderse de manera amplia para poder atender un abanico de casuísticas cada vez más extenso.

En este entramado, parece difícil llevar la armonía familiar a buen puerto si solo depende de las posibilidades de cada persona. Por eso, los poderes públicos desempeñan un papel fundamental a través tanto de las leyes que ayudan a conciliar como del desarrollo de otras propuestas que surjan de la acción de empresas públicas y privadas. "Indudablemente, deberían destinarse recursos que, por un lado, facilitaran que hubiera una vida más sencilla para que haya más nacimientos y también para que se mejore el cuidado a los mayores. Que tengan más calidad de vida: no solo se trata de que vivan más años, sino de la calidad de vida de esos años", concluye este psicólogo social.