La historia de la modernización de España pasa por mirar con lupa lo que nos ocurrió en la década de los ochenta. Esto es así porque se trata de la década en la que se produce la incorporación masiva de la mujer al mundo laboral, uno de los fenómenos más importantes que nos pasó en el siglo XX. Ello no fue un mero proceso numérico, en el pasado también habían trabajado las mujeres de manera episódica (en Europa en las guerras mundiales) en tareas consideradas menores (desde limpiar suelos hasta trabajos manuales como las cigarreras). El cambio de los años ochenta fue que por primera vez las mujeres pudieron a trabajos refirmasen su carrera profesional, desarrollar un propósito vital en el mundo laboral.
La universalización de la educación y los nuevos aires de libertad que llegaron desde Europa tuvieron mucho que ver con esa mutación. Poco a poco los valores sociales fueron cambiando, aunque hubiera siempre una “primera mujer” que tenía que ser algo. De hecho, nosotros somos uno de los países que ha cambiado más en menor tiempo en muchísimos órdenes. Sin embargo, no todo cambió de igual modo y existe un factor de desigualdad en origen: la brecha en los cuidados y la maternidad. Aunque el sexismo hubiera retrocedido, madres y abuelas eran las encargadas de hacerse cargo de la “segunda jornada”. Hoy, aunque en menor proporción, esto sigue siendo así. Sin embargo, ello apunta una paradoja. Las mujeres se han dedicado históricamente a la compra, la limpieza, recoger a los niños y cuidar los mayores. Sin embargo, fueron esas jóvenes en los ochenta las que entraron con brío en el mundo laboral. ¿Cómo pudieron lograrlo?
Que las mujeres fueran derribando barreras ayudó a ir perdiendo su papel subsidiario frente a los maridos. El cambio en la regulación (por ejemplo, que los maridos dejaran de controlar los ahorros familiares) que ellas tuvieran acceso a anticonceptivos y el aborto para controlar autónomamente su cuerpo fue importante. Sin embargo, economistas como Doepke, Tertilt y Voena dicen que este cambio, esta especie de “revolución tranquila” no se puede entender sin el papel que jugó la tecnología a la hora de liberar la fuerza de trabajo femenina. La generalización de la sociedad de consumo y, más en concreto, la tecnificación de los hogares es un factor poco estudiado, pero a su juicio clave. A lo largo de los años 70 y 80 fueron llegando los electrodomésticos en la mayoría de los hogares, algo que se acompañó de la modernización de España.
Este hecho habría de cambiar radicalmente el tiempo que los hogares tenían que dedicar al trabajo doméstico. Comparemos ir a lavar al río con hacerlo en una lavadora; cocinar sin microondas que tenerlo a disposición o poder conservar los alimentos más tiempos sin tener que ir al mercado cada día. Todo eso liberó una ingente cantidad de horas de trabajo… esencialmente femenina. La economía fue cambiando de una industrial a una de servicios. Estar formado, y no tener fuerza para usar maquinaria pesada, da más ventaja para conseguir empleo. Ante esto las barreras legales se iban derribando y un sueldo más en casa pasó a ser un activo más relevante. De manera casi invisible, pero imparable, se destruyó la clásica división sexual del trabajo a mediados del XX.
Esto también les dio más fuerza a ellas, dándoles más poder de negociación dentro del hogar y ganando cada vez más protagonismo social. En parámetros muy materialistas… Si ambos contribuyen a mantener la familia, ambos tienen algo que decir. Por eso fueron las mujeres de los ochenta fueron las que abrieron camino. Hoy sus hijas se escolarizan más que ellas y, por primera vez, ya hay más graduadas que graduados con estudios superiores. La brecha tanto salarial como de conciliación continúa justamente porque el talón de Aquiles del sistema es la maternidad y su incapacidad para impedir una transición por ella que no dañe la carrera profesional de la mujer. De igual modo, su acceso a la vivienda hoy es mucho más complicado que el que hubo en tiempos, con lo que también su emancipación residencial. Problemas nuevos que también lastran sus decisiones de maternidad.
Ahora bien, por más que hayan cambiado preferencias, valores y expectativas, estos no son del todo independientes de que el gran cambio en España se vivió con el nacimiento de la democracia. Quizá eso explica por qué las reivindicaciones de igualdad puedan ser tan transversales entre generaciones. En pocos casos como en la lucha de las mujeres se puede ver tan claro cómo su libertad se levanta sobre el sudor de las que nos abrieron camino. Sobre su constancia y fortaleza de nuestras madres está levantada la sociedad que hoy conocemos. A todas ellas, feliz día.