Quien tiene hijos adolescentes sabe que muchas veces las buenas maneras no van con ellos. De ahí a las faltas de respeto, solo hay un paso. La mala noticia es que los adultos que deberían saber manejar la situación no logran hacerlo porque hay demasiadas emociones en el ambiente. Ante un adolescente reactivo, se dan sentimientos de rabia mezclada con incredulidad. ¿Cómo es posible que esa persona que nos habla llena de prepotencia y soltando unos cuantos tacos sea el niño que hasta hace nada nos comía a besos?
Sin duda, lo más difícil es no reaccionar igual que él. Como explica en su cuenta de Instagram la profesora y escritora Diana Al Azem nunca debemos de ponernos a su altura: ni gritos ni palabras malsonantes. Cuando una situación está en un punto álgido de agresividad, añadir más agresividad solo consigue empeorar las cosas. Es algo que los adultos deben evitar a toda costa porque una mala palabra o un mal gesto no se quedan en la discusión, sino que puede crear un clima de malestar crónico.
Al Azem es consciente de todo esto y propone un sistema de cuatro pasos para lograr reconducir la situación. Parece increíble, pero se puede. El primer paso para lograrlo es esperar a que disminuya la tensión y para eso hay una receta infalible: dejar que pase un tiempo prudencial. Después, según Al Azem, es recomendable aplicar estos cuatro pasos.
La clave es describir lo ocurrido sin dejarnos 'secuestrar' por las emociones. Se trata de expresar de la manera más calmada y objetiva posible lo ocurrido. Veámoslo con un ejemplo concreto: "Esta mañana cuando te di los buenos días, no me respondiste y me cerraste la puerta de tu cuarto con un portazo". Esta manera de describir los hechos es diferente a "Esta mañana, cuando te di los buenos días, me pusiste mala cara y me diste con la puerta en las narices". Al incluir esas valoraciones subjetivas, volveríamos a abrir el conflicto de una manera agresiva.
El objetivo ahora es que el adolescente sepa que su comportamiento ha provocado dolor. Para poner límites hay que mostrar que los hechos tienen consecuencias, algo que forma parte de la educación desde que los hijos son pequeños. Siguiendo el ejemplo anterior, tendríamos que describir cómo vivimos ese momento: "Cuando hiciste eso, me sentí muy triste".
Los adolescentes tienen que empezar a formar parte activa de la comunidad familiar. De la misma manera que los padres colaboran para satisfacer sus necesidades, cuando los hijos van cumpliendo tienen que ir siendo activos como miembros de la familia. Una manera de empezar a hacerlo es dándoles algunas responsabilidades domésticas. A partir de ahí, también hay que hacerles ver que tienen una responsabilidad en el clima que se respira en casa. "Necesito que, aunque no estemos de acuerdo, tratemos cualquier tema sin llegar a los insultos": esta frase resume de manera clara la posición de los padres.
Después de pasar por los puntos anteriores, queda solucionar el conflicto con una petición clara de lo que solicitamos para que los comportamientos ineducados no vuelvan a producirse. Para concluir con el ejemplo, la frase que podría usarse es "Te pido que la próxima vez que pase algo así, podamos resolver la situación sin faltas de respeto".
Como explica, la psicóloga lo fundamental para revertir las faltas de respeto es que los padres sean consistentes en mantener estas rutinas. Es probable que los adolescentes no reaccionen bien a la primera, pero en lo que concierne a la educación la clave es ser coherente y no ponerse al nivel de los hijos.