De la noche a la mañana se deja de hacer los típicos planes con otros padres para que los hijos coincidan. Tu pequeño ya no lo es tanto y quiere ir con otros amigos a los que no se conoce de nada. Es un adolescente en pleno desarrollo, construyendo su personalidad e intentando buscar su sitio dentro y fuera de clase; una etapa en la que parte del éxito depende de las amistades que vaya forjando y que le van a acompañar para bien pero también para mal. En Uppers hemos investigado cómo ayudar a tu hijo adolescente a elegir buenos amigos con los que madurar de forma sana y responsable.
Un adolescente quiere a sus padres fuera de su cuarto y de su vida, quienes de repente tienen que acostumbrarse a que solo se les “utilice” de taxistas. Un día vuelve exultante y al siguiente mustio y apagado. Toda esta revolución es inevitable, le ha llegado el momento de ser más autónomo e independiente también a la hora de elegir a sus amigos con los que va a empezar a crear un vínculo.
Los padres, que asienten a esta etapa hasta con vértigo, comprueban cada día como su niño querido se está convirtiendo en un desconocido que además empieza a quedar con otros adolescentes que no sabes “de dónde han salido”. Ese “control” que se tiene cuando son niños para organizar sus planes y opinar sobre todo ha llegado a su fin.
Así, también ha llegado un momento de cambio para los padres, porque deben asumir otro papel; una figura que siga sirviendo de ejemplo, pero que además acompañe, guíe, aconseje, escuche y comprenda. Tal cometido no se genera por arte de magia, sino que requiere habérselo trabajado desde que el hijo es bien pequeño. Cuando todavía no se ha conseguido se tiene que seguir intentando sin tirar la toalla.
La clave está en que padres e hijos hayan aprendido a comunicarse y a charlar pasando tiempo juntos en la cena, paseando al perro, de camino al colegio… Con esas conversaciones diarias se genera confianza y respeto por ambas partes en cuanto a las opiniones, gustos, elecciones y aficiones.
De igual forma los padres deben asumir tanto su necesidad de independencia y de intimidad como de capacidad de decisión para elegir a sus amistades. Pero ¿qué sucede cuando resulta que el amigo de un hijo no es tan buena compañía como se creía y le proporciona más problemas que alegrías? En definitiva, es un adolescente que tiene que afrontar él mismo las contrariedades y resolverlas, y los padres, siempre acompañando, tienen que confiar en su criterio y asumir que van a cometer errores con los que seguir aprendiendo.
Cada adolescente busca identificarse con sus iguales para compartir con ellos sus experiencias y sus preocupaciones dejando a un lado toda la relación que ya mantiene con su familia. Sin embargo, imita con sus amigos el tipo de relaciones que tiene con sus padres y que debe ser aquella que le hace sentirse bien. Si hay respeto y está a gusto en casa, así se mostrará con sus amigos y así querrá que se comporten él. Del mismo modo, cuando en casa no se confía en él, se le acusa y se le reprocha actuará así con sus iguales.
Con todo ello, por mucho que a un padre no le guste un amigo de su hijo no conviene prohibirle que se relacione con él, en su mano tiene opciones para guiarle, aconsejarle y acompañarle, confiando en su criterio y asumiendo que va a cometer errores y después a aprender de ellos. También se deben poner límites principalmente por peligrosidad o por salud. En el grupo, lo sano es que se ayuden, se entiendan, se protejan, se valoren y se sientan acompañados en su desarrollo emocional y en el aumento de su autoestima.
Existen una serie de pautas con las que ayudar a tu hijo adolescente a elegir buenos amigos: