A la final con mi hijo, crónica de una victoria: "Ha sido muy emotivo, una oportunidad para estar juntos"
Fred (54) y Borja Nowak (24) son padre e hijo y aficionados del Villarreal, que ayer consiguió el título de la Europa League en su primera final europea
Ambos se desplazaron a Gdansk, Polonia y acudieron al campo en un viaje paternofilial que escondía una promesa desde hacía mucho tiempo
"Cuando Riquelme falló el penalti en 2006, mi hijo se puso a llorar y yo le prometí que la próxima vez que el Villarreal llegase a una final iríamos a verla, fuese donde fuese"
Todo son alegrías en Vila-real, un pueblo de la Comunitat Valenciana de 50.000 habitantes cuyo equipo, el Villarreal Club de Fútbol, ha conseguido alzarse con la Europa League en Polonia tras una final frenética y disputada contra el Manchester United, que le triplica en presupuesto. Más de 3.000 personas -al campo solo pudieron entrar 2.500, el resto vieron el encuentro en la 'fan zone'- se desplazaron hasta Gdansk, sede de la cita europea, para alentar a sus guerreros en el choque más importante de su historia.
Entre los incondicionales estaban Fred y Borja Nowak, un padre y un hijo de la localidad castellonense de Benicàssim. Hablamos con ellos para que nos relaten las sensaciones de su inolvidable experiencia, que les ha unido más que nunca, en un viaje que esconde una promesa que, más de una década después, se ha terminado cumpliendo.
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Martes, 25 de mayo: el avión y la llegada a Polonia
Muy temprano, ambos salen desde Valencia hacia Gdansk. Fred corre con los gastos de todo: desde el billete de avión hasta los tickets del partido, pasando por el hotel donde se alojarán la noche previa al partido. Es una oportunidad irrepetible para estrechar lazos con su hijo. Para ellos, además, el viaje tiene una doble connotación sentimental. "Cuando supimos que era en Gdansk, por supuesto pensamos en ir, porque es la tierra de nuestro pasado", cuenta Fred. Su padre es polaco y su madre francesa; sus raíces le llevan allí.
Para entender lo que supone este viaje para ellos hay que remontarse a 2006. Eran las semifinales de la Champions League y el Villarreal se enfrentaba al todopoderoso Arsenal de Henry, Campbell y Reyes. En la ida, el 'submarino' había resistido los golpes de los ingleses, pero terminó perdiendo por 1-0. Un gol en el partido de vuelta, disputado en el estadio de los 'groguets', les daba la oportunidad de pelear el acceso a la final en la prórroga.
A punto de finalizar el encuentro, con 0-0 en el marcador, al Villarreal se le presentó una oportunidad de oro con un penalti a favor. Juan Román Riquelme se encargó de ejecutarlo, pero el arquero visitante, el alemán Jens Lehmann, lo paró. Aquello fue un trauma de dimensiones bíblicas para una afición y un equipo humilde, que se quedaba a las puertas de la final de la competición de clubes más importante del mundo.
"Yo soy socio desde hace 20 años o más. He visto al Villarreal en segunda B, en segunda y en primera. Cuando el Villarreal llegó a las semifinales contra el Arsenal, cuando Riquelme falló el penalti, miré a Borja y empezó a llorar. Así que le dije: 'hijo, cuando el Villarreal llegue a una final, donde sea, iremos", recuerda Fred. Y así ha sido. "Para mí es muy importante, porque cumplo mi palabra con mi hijo".
Pasan el día en la calle, disfrutando de las laxas medidas anticovid de Polonia -el uso de la mascarilla en la calle no es obligatorio, cuenta Borja-. Pasean por el centro de Gdansk, atestado de aficionados amarillos desde un día antes del encuentro. Bengalas, bufandas, cánticos de 'alé Villarreal' y una premisa clara: esta final no se puede escapar. "A lo mejor no se repite nunca, había que ir sí o sí", zanja Fred, visiblemente nervioso en las horas previas al partido.
Miércoles 25: el día de la final
Se levantan temprano y repiten el ritual del día anterior: paseo por el casco antiguo, intercambio de impresiones y un encuentro con dos acérrimos aficionados que llegan el mismo día del partido: Raúl y Quim, amigos de Borja y seguidores incondicionales del 'submarino amarillo'. Se citan en un bar céntrico y deciden pasar la mañana calentando motores y discutiendo acerca de la alineación idónea.
"Le dije a Borja: hijo, cuando el Villarreal llegue a una final, donde sea, iremos"
Están tranquilos, porque han tenido que hacerse una prueba PCR antes de subir al avión. "Nosotros somos una familia. Venimos del mismo pueblo, nos da confianza estar juntos. A nivel coronavirus estamos tranquilos, sobre todo después de habernos hecho la PCR", relata Borja, realizador y emprendedor en la productora audiovisual 'Vermú Studio', que él mismo fundó hace unos meses.
"Hemos pasado una noche extraordinaria, con un gran ambiente, y hoy creemos que la liaremos otra vez", vaticina Fred. Llega la tarde y padre e hijo viajan en autobús -esta vez sí, con mascarilla, una de las pocas circunstancias en las que el cubrebocas es obligatorio- hacia los alrededores del estadio, cada vez más nerviosos pero convencidos de que la noche, independientemente del resultado, se les quedará grabada a fuego en sus corazones.
El partido está cada vez más cerca. Pasan los controles de seguridad y llegan a las localidades que les han asignado. Ya no hay vuelta atrás. Se hacen las 21:00 horas. El árbitro mira el reloj y da un fuerte silbido. Comienza la final.
El partido: "la sensación es brutal"
Fred y Borja estallan de alegría, se dan golpes y gritan como descosidos cuando Gerard Moreno, delantero del Villarreal e internacional con la selección española, marca el gol que le da ventaja al 'submarino' en la primera parte. "Marca Gerard y piensas: esto no está pasando", relata Borja. El Villarreal aguanta el enérgico envite del Manchester United, que no consigue perforar la red del arquero Gerardo Rulli. 1-0 y fin de la primera parte. "La sensación es brutal".
Marca Gerard y piensas: esto no está pasando
Cavani empata el encuentro en la segunda, pero el Villarreal no se doblega. Rashford perdona en un mano a mano clarísimo. Fred y Borja no saben dónde ponerse. Huele a prórroga desde el minuto 70 y padre e hijo lo saben. El árbitro mira el reloj: se está terminando el añadido. Suena el silbato: el partido se decidirá más allá de los 90 minutos.
El Villarreal es mejor en la última media hora de prórroga, pero no culmina. La épica de los penaltis es cada vez más un escenario real no apto para cardíacos. Termina el tiempo extra y las pulsaciones van in crescendo: in crescendo"vamos a la tanda de penaltis, joder".
Comienza el intercambio de penas máximas y ninguno falla, hasta el punto de que los porteros, Gerardo Rulli y David de Gea, también han de asumir la responsabilidad de lanzar. Han marcado 10 jugadores de cada equipo, un hecho inédito en la historia reciente de las tandas de penaltis en finales europeas. Rulli marca. De Gea falla -o Rulli se lo detiene-. Una tormenta de lágrimas invade los rostros de los aficionados 'groguets'. "Somos campeones, papá". El Villarreal ha conseguido el primer título de su historia en la primera final que disputa.
Recomiendo mucho hacerlo a padres e hijos, vais a estrechar la relación sí o sí, tanto si se gana como si se pierde la sensación es brutal
A la salida del estadio todo son abrazos. "Ha sido algo muy emotivo, una gran oportunidad para enlazar vínculos y afianzar una relación. Recomiendo mucho hacerlo a padres e hijos, vais a estrechar la relación sí o sí, tanto si se gana como si se pierde la sensación es brutal", explica Borja, ya con un hilo de voz tras alentar sin descanso a su equipo. Su padre cumplió con su palabra: le dijo que iba a llevarle a la próxima final y, 15 años después, le llevó. El submarino se hundió, bajó a segunda división, volvió a subir, peleó su plaza en la Europa League y ganó a un histórico para alzarse con el título. En Polonia, donde nacieron, crecieron y vivieron los antepasados de Fred y Borja. Enhorabona, 'groguets'.