Reinventar el amor cotidiano: otras formas de besar en tiempos de coronavirus
En lugar de beso, Lucía recibe hoy un poema de sus abuelos Toni y Antonio por su primer cumpleaños mientras la escritora Laura Riñón regala sus besos "a todas las personas que se han despedido sin decir adiós en este tiempo"
Hay besos sinceros y besos traicioneros. Besos de saludo y besos que te tocan el corazón. Besos de esquimal y besos romanticones. Son pura expresión del alma. Hoy, Día Internacional del Beso, tendremos que olvidarnos de este gesto tan universal que conecta a los seres humanos. Testigos y cronistas de nuestro nuevo tiempo, en Uppers hemos jugado a buscar diferentes formas y nos hemos quedado con tres besos que nos estremecen.
El de bienvenida a la vida
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Hoy hace un año, Antonio Bóveda y Toni Sánchez pasaban una larga noche en la sala de espera del hospital aguardando con impaciencia e infinita alegría la llegada de Lucía, la segunda nieta para él (abuelo materno) y la séptima para ella (abuela paterna). En una silla y como dos jabatos. Los años les tiene bien acostumbrados a la irregularidad y a lo inesperado como parte expresiva de la vida. El confinamiento es solo algo más. Extraño, pero necesario. Y lo acatan con un estoicismo admirable, igual que el resto, con la certeza de que este aguacero nos hará a todos un poco más fuertes y de que el bicho no les va a arruinar la celebración del primer cumpleaños de Lucía. Aunque su mayor deseo sería abrazar hoy a la niña y cantarle antes de que apague la vela de su tarta, imaginarán que las cosas suceden como si fueran auténticas. Pura magia, igual que este ripio infantil de Gloria Fuertes, el abrazo más hermoso que hoy le pueden dar:
Para Lucía
Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima más que tu nombre.
El beso a los que se fueron sin decir adiós
"Mamá ideó un método para que olvidáramos las cosas feas que nos ocurrieran…" Con la misma delicadeza con la que arranca su novela 'Amapolas en octubre', la escritora Laura Riñón nos regala las siguientes palabras como esa manera auténtica que su protagonista encuentra de hacernos sentir importantes y únicos. Indestructibles:
"Quisiera regalar mis besos a todas las personas que se han despedido sin decir adiós en este tiempo. A los que no podrán volver a abrazar a los suyos y a los que han dejado en esta pandemia una parte de ellos. Quisiera regalar todos los besos que tengo a los que no encuentran consuelo. A los que han luchado y siguen haciéndolo, a los padres que aguardan pacientes y a sus hijos confinados, a los jóvenes amantes que no soportan el distanciamiento, y a los que están solos sin haberlos buscado, a los que velan por nosotros y a los que nos arrancan sonrisas a diario. Apenas recuerdo los besos que no di a lo largo de mi vida, aunque sé que fueron unos cuantos, ni tampoco cuántos fueron los que me robaron. La memoria es selectiva en tiempos de guerra y de duelo, y solo nos devuelve los días felices de nuestro recuerdo. Sé que en las noches insomnes a las que sobrevivimos, la pena se enredará con la impotencia de muchas vidas a las que quizá, les vendrá bien este beso que les regalo”.
Luis a su madre Marité: "Guárdalo, no me puedes besar"
Rescatamos la historia de Marité, de 87 años, del diario 'La Región', un periódico local de Ourense. El alzhéimer le está robando los recuerdos, pero sigue reclamando su beso de buenas noches. Ella no entiende de confinamientos ni virus desconocidos, pero a su gente le sobra calma y cariño para contárselo cada día y las veces que hagan falta. "Cada día es una novedad y hay que explicarle de nuevo qué está pasando", explica su hijo Luis Rivera. Aunque la enfermedad le ha borrado una parte de su memoria, eso no le impide ponerse de punta en blanco cada tarde con la intención de acudir a su misa diaria. Se pinta, se arregla y toma su bolso. A su lado, Julio, su esposo de 90 años que ha conseguido burlar la desesperanza del encierro sacando a la luz su pasión oculta: la radio. Con unos altavoces y un micrófono, ha conseguido crear Radio Concordia, una modesta emisora con la que improvisa desde casa durante una hora.
Por edad y patologías, ambos están en el grupo de riesgo principal en esta crisis y Luis sabe que toca cuidarles. "Seguimos todos los protocolos de protección. Y todas las noches, y es algo que no entiende, mi madre me quiere dar un beso. Yo le digo: guárdalo, no me puedes besar".
Esos besos, como el de Lucía y tantos otros, tendrán que esperar. Nos quedan muchos más. Besos al aire de balcón a balcón. Besos que alguien recoge en la mano a vuelapluma y los devuelve después soplando muy lejos. O el beso en forma de jota que regala cada tarde, desde su balcón, Luis Alberto Maicas, un bombero jubilado cuya alegría ha llegado ya a las redes. La emoción del beso está hoy más presente que nunca-