En 2019 una de cada seis personas mayores fue objeto de maltrato, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud, una circunstancia que pasa inadvertida entre los familiares más próximos y que contrasta con otros estudios que muestran que los mayores de 60 son los que sienten más satisfacción con su vida.
En cualquier caso, es ya un uso social que en edades avanzadas entregamos el bienestar de nuestros mayores a residencias o a cuidadores especializados. O lo delegamos en el familiar que vive con ellos o más cerca de ellos. Confiamos en que los cuiden, y así ocurre generalmente, pero también debemos estar atentos a cualquier signo que indique que algo no va bien. Para esto, debemos conocer qué implica el maltrato y en qué círculos se produce con más frecuencia.
El maltrato también puede cometerse como abandono de la persona mayor e implica privación de alimentos, medicamentos o tratamientos médicos y vivienda. El maltrato propiamente dicho puede ser físico e incluye golpes, empujones o patadas y el uso inadecuado de medicamentos. Si es psicológico o afectivo incluye insultos, amenazas, humillaciones y la tendencia a controlar los actos de los mayores, lo que puede acabar en encierros o aislamientos. Los abusos sexuales o el expolio económico son otras de las manifestaciones del maltrato.
Los maltratadores a menudo disfrutan de una relación de confianza con los mayores. Pueden ser, por tanto, sanitarios, cuidadores o familiares. De hecho, según la OMS, el 90% de las personas que los infligen son familiares adultos, la mayoría de ellos con cónyuges o parejas.
No hay apenas datos sobre el maltrato a las personas mayores en hospitales, residencias y otros centros de atención permanente. Sin embargo, una encuesta a trabajadores de residencias realizada en Estados Unidos indica que las tasas pueden ser elevadas. Según esa encuesta, un 36% de los trabajadores habían observado que había maltrato físico; un 10% había cometido agresiones y un 40% habían ejercido maltrato psicológico. Es decir, según esa encuesta, más de la mitad de los empleados que trabajan en centros sanitarios o asistenciales estaban implicados en situaciones de maltrato de una u otra manera.
Sin embargo, solo se denuncia el 4% de los casos. Primero porque en muchos países no hay un servicio de asistencia específica contra el maltrato al mayor. No es el caso de España, donde cada comunidad autónoma dispone de una conserjería de familia o servicios sociales, además de las áreas que la mayoría de los ayuntamientos de las grandes ciudades dedican a los mayores.
Aun así, los mayores apenas notifican casos de maltrato. ¿Por qué? Según indica el informe de la OMS, porque temen represalias, no quieren causar problemas a su maltratador, especialmente si es un familiar, carecen de las facultades mentales necesarias (lo que hace que el maltratador actúe con total impunidad) y sienten vergüenza.
El maltrato tiene unas consecuencias devastadoras para las víctimas. Puede causar lesiones físicas, agravamiento de enfermedades o incapacidad permanente. En el plano psicológico, provoca ansiedad, sentimiento de soledad y, lo peor de todo, pérdida de la dignidad, la confianza y la esperanza.
El conflicto físico y emocional, vivido quizá durante años, influye negativamente en su esperanza de vida: un estudio llevado a cabo durante 13 años por la OMS revela que las personas mayores que sufren maltrato tienen el doble de probabilidades de fallecer que las que no lo padecen.
Normalmente, el ámbito en el que hay malos tratos suele ser un ambiente desestructurado, en el que puede haber dificultades económicas, poco arraigo social y, en algún caso, enfermedades mentales.
El perfil del maltratador suele tener las siguientes características:
Otras figuras que influyen en el entorno de las personas mayores maltratadas son aquellas que por su cargo o responsabilidad conocen, intuyen o detectan acciones irregulares que pueden considerarse abusivas o negligentes hacia un mayor y no ponen en marcha las acciones correctoras precisas. Entre estos destacan banqueros, notarios, comerciantes, cuidadores o tutores. También son importantes las personas del entorno, vecinos o amigos que son testigos de malos tratos y no dan a conocer la situación.
No se dispone de datos para elaborar un único perfil de víctima. Los perfiles de las víctimas se configuran en función de sus características, el autor del maltrato y el tipo de abuso. Sin embargo, sí coinciden algunos rasgos. Según un informe de la la Fundación Viure i Conviure de la Obra Social de Caixa Catalunya, las personas mayores que son proclive a ser víctimas de maltrato físico:
Los expertos coinciden en que la vigilancia debe ser ejercida por todos: familia, profesionales, asociaciones y sociedad en general. Por lo que respecta a las personas mayores es conveniente encontrar la forma de poder salir de su aislamiento, buscando interlocutores válidos a los que expresar sus inquietudes, sus temores y prevenir de esta forma situaciones que acaben en maltrato.
Estas son las situaciones ante las que debemos estar alerta:
Cuando presenciemos algunas de estas señales, debemos ponernos en contacto con los servicios sociales o de salud de nuestra comunidad autónoma o con las comisarías o juzgados de guardia, si es necesario. Además, en hospitales y centros de salud, los profesionales sanitarios contactarán con las autoridades ante algún indicio de maltrato.