El próximo mes de julio dejará de fabricarse el Ford Fiesta, tras 47 años de ininterrumpida producción, hasta cinco generaciones distintas y 22 millones de unidades vendidas en el mundo. El fin de una era, como dicen. El Fiesta, cuyo nombre español era toda una declaración de intenciones (fue elegido por Henry Ford II pensando en el mercado europeo) fue lanzado en 1976 y se convirtió rápidamente, en uno de los turismos más populares por su diseño y ligereza.
En nuestro país, sin duda, el Fiesta tiene su propia historia ya que ha sido parte la cultura automotriz (y del imaginario popular) de manera casi ininterrumpida durante casi medio siglo. Cuando empezó a producirse, las listas de espera para adquirirlo duraban un año. Y casi todo el mundo tiene un recuerdo nostálgico del Fiesta: viajes en familia, sin duda, pero sobre todo muchos recuerdos ligados a su espíritu juvenil y su enfoque en brindar una experiencia de conducir divertida y accesible. Y claro, está 'esa' canción de los Hombres G. La relación del Fiesta con España sin embargo va mucho más allá de la nostalgia.
Corría el año 1973, la crisis del petróleo apretaba y el mercado de coches norteamericano, tradicionalmente volcado con los coches grandes, de alto consumo y potencia, empezaba a plantearse la necesidad de modelos más económicos, siguiendo la estala de la industria del viejo continente, que privilegiaba más el estilo y la versatilidad que el tamaño y la envergadura.
Se dice que el propio Henry Ford II, nieto del fundador de la marca, volvió de un viaje a Roma con la mente puesta en un Fiat 127 que había alquilado para pasear con su esposa. Le sorprendió lo divertido que podía ser conducir un coche urbano y ligero. De vuelta a Detroit (que antes de ser una de las ciudades más peligrosas de EE UU fue la Meca de la industria automotriz global) tenía ya una idea fija: fabricar un coche que se pareciera a esos "pequeños y divertidos" coches europeos pero que mantuviera el espíritu de su marca.
Sus ingenieros se pusieron manos a la obra y en apenas tres años le entregaron el modelo que bautizaron, provisionalmente 'Bobcat'. La Fiesta estaba por comenzar.
Con el mercado europeo en mente (de hecho, en EE UU su producción inicial duró escasos tres años) Ford planeaba vender al menos 500.000 coches el primer año, pero aún poniendo a punto sus dos plantas europeas, la Ford de Saarlouis (Alemania) la de Dagenham (Reino Unido) no le salían las cuentas, por lo que se decidió a implementar una tercer planta en Almussafes, Valencia, que se convirtió en la verdadera cuna de del Ford Fiesta ya que se inauguró en 1976 para el lanzamiento del nuevo turismo, que se produjo allí en sus distintas generaciones hasta el año 2012.
Originalmente, el Fiesta tenía una carrocería compacta de 3,5 metros de largo que albergaba un motor delantero 1.0 de cuatro cilindros con 40 CV de potencia en posición transversal. Pesaba tan solo 700 kilos y alcanzaba una velocidad de 130 km/h. Algunos de sus hitos son que fue el primer coche de su segmento en ofrecer una motorización diésel (1984), incorporar el antibloqueo de frenos ABS (1989) y en ofrecer el airbag del conductor como equipo de serie (1994).
Con el paso del tiempo, el coche fue incorporando otros avances tecnológicos y de diseño, siendo la lanzada en 2016 su quinta y última generación, que ha seguido actualizándose hasta el año pasado, con la incorporación de motores híbridos y paneles totalmente digitales. Se va, pues, por todo lo alto.
Para muchos de nosotros, sin embargo, el Ford Fiesta seguirá siendo siempre ese coche de líneas rectas y dinámicas, un modelo sencillo y divertido, un ícono de los 80.