“Los coches tienen que tener una edad mínima de 15 años y si es todoterreno, 20. Hay joyas auténticas. El año pasado vimos un coche que tenía 28 años y 350.000 kilómetros”. Estas palabras son de Javier, uno de los participantes de la primera edición del Chatarras Raid y que repetirá en la segunda, entre el 16 y el 22 de marzo.
El Chatarras Raid es una aventura solidaria que recorre Marruecos a lo largo de 3.000 kilómetros y durante seis etapas. En la primera edición fueron 60 coches mientras que en la segunda van a participar 220 y ya hay abierta otra en noviembre para los que no les venía bien esta fecha. Tal y como sus propios organizadores lo definen: “Es el raid más alocado, divertido y espectacular en el que lo único importante es disfrutar y en el que para participar hay que estar un poco tronado”.
Para participar, además de estar ‘tronado’ tienes que pagar una inscripción de 1700 euros que incluye la presencia de dos personas “más la chatarra”, el ferry, los seguros, los desayunos, las cenas y una noche final de hotel en Marrakech.
Javier, voz autorizada, nos lo explica, además de los requisitos para participar, el tema de las categorías, que tiene su miga: “Unos se llaman Tronados, que son los que van directamente con un route book, simplemente a interpretar viñetas y a tirar hacia delante. Y los otros, Domingueros, que vamos con un track que nos indica el camino como si fuéramos con Google Maps”.
Y cuando habla de domingueros lo hace en toda la extensión de la palabra pues, a pesar de ir con coches ya entrados en años, no tienen ni la más mínima noción de mecánica. “Voy a ser sincero. Nosotros, el año pasado, nos planteábamos meter una caja de herramientas básicas. Y tanto mi mujer como yo, al final, dijimos que era peso innecesario porque no tenemos ni la más mínima idea de mecánica. Tuvimos suerte. En los 3.000 kilómetros más los 2.000 de subir y bajar desde Asturias no tuvimos ningún pinchazo ni ninguna avería mecánica. Sólo nos tuvieron que reparar un pequeño golpe en el cubrecárter y el muelle de sujeción del capó, que fue apretar un tornillo”.
Visto así, no es de extrañar que no vean sus coches como reliquias sino como máquinas cien por cien fiables. “Cobra más sentido que nunca lo de que ya no se hacen coches como los de antes. Por lo menos el Peugeot 205, que es el que llevamos tanto nosotros como muchos participantes. También hay mucho 4 latas”.
Javier, que está más cerca de los 60 que de los 50, participa en el Chatarras Raid junto a Maite, su mujer, aunque en este desafío involucran a mucha más gente: “Nosotros somos los que vamos, pero en el fondo aquí intervienen toda la familia y todos los amigos porque son claves en la parte solidaria de la aventura. Ellos nos ayudan a recopilar tanto juguetes como ropa o material escolar que donamos en Marruecos”.
La parte solidaria es lo que más especial hace a este particular raid. Cada participante debe llevar al menos 10 kilos de comida, que se entregan en el banco de alimentos antes de cruzar a Marruecos, y otros 10 de material escolar para donar una vez en el país africano. “En Marruecos nos reciben con los brazos abiertos y nos tratan de un modo espectacular. Más allá de que les lleves juguetes o ropa, son gente súper agradecida. Reciben lo que les das como si fuese el mayor regalo del mundo”, aseguran.
La organización del Chatarras Raid podría asemejarse a la de un Dakar, pero con todas las salvedades del mundo. “Vivimos una especie de Dakar low cost, pero con una organización increíble. Los mecánicos hacen auténticas maravillas. Tanto los que llevamos desde España como los que son contratados de Marruecos”, explica Javier.
Y también relata cómo es el día a día: “Hacemos jornadas de ocho y nueve horas en el coche. El día comienza a las seis de la mañana. Te levantas, te aseas tienes que recoger el campamento, que está formado por un montón de tiendas individuales que montamos cada día en el lugar que toque. Ahí tenemos nuestras duchas, nuestros baños y un comedor para desayunar y cenar. Cuando está todo listo nos dan una charla de seguridad para conocer los puntos peligrosos y detalles que debemos tener en cuenta. Y a continuación salimos. Suele ser sobre las 8.30. Las llegadas nunca son antes de las 18.30”.
En ese campamento hay algún que otro participante que se permite sus particulares ‘caprichos’. “El participante que más lujos lleva es uno que va en una Mercedes Vito medio camperizada y puede dormir ahí en lugar de hacerlo en la tienda. Eso es lo máximo. Todos vamos con lo mínimo”, nos cuenta un Javier que cuenta las horas para comenzar su segundo Chatarras Raid.
Dentro del coche, los paralelismos con los raids oficiales también son muchos. Jornadas maratonianas, mucho calor pero no tanta velocidad. “La mayoría de la competición, el 80%, es por pistas muy duras y con muchas piedras, pero también hay desierto y dunas. De hecho, el año pasado pasamos por la duna de Mezouar, que es la mayor duna que te puedes encontrar ahí. Acabas con los riñones hechos polvo. La velocidad media no va más allá de 60 por hora. No creo que se supere. Tampoco te interesa ir mucho más rápido porque sería arriesgar más y la puedes liar”, narra Javier.
Afortunadamente, en la primera edición apenas hubo sustos: “El año pasado no hubo grandes problemas, más allá de algún participante que se desvió de la ruta, pero no tardaron en localizarle y además sabían que estaban bien. Imagina si estaban bien que habían sacado las sillas, el paquete de jamón y estaban esperando a que llegase la organización descansando”.
Uno de los enemigos para esas eternas jornadas al volante es el calor. No hay que olvidar que estamos hablando de coches con un mínimo de 15 años de antigüedad y, por tanto, ciertas limitaciones en lo que a comodidades se refiere. Bien lo sabe Javier: “Nuestro coche no tiene aire acondicionado, así que el calor lo combatimos bajando las ventanillas. El problema es que no te das cuenta, sacas el brazo y te lo abrasas con el sol. Yo llegué con un brazo que parecía una gamba”.
Lo que menos importa es la clasificación oficial. “Aquí no es cuestión de quién gane o quién quede segundo, sino que entre todos tenemos que llegar. La organización está preocupada por todos y también entre los participantes se genera un vínculo en el que todos estamos pendientes de todos. Desde el primer momento en que pisamos arena se formó una camaradería y una solidaridad tremenda. Tú podrías estar meando contra un árbol y pasaban a tu lado se paraban a preguntarte si había algún problema. Por supuesto, cuando había algún problema con algún coche, todos echábamos una mano en la medida de nuestras posibilidades”.
Sí que conceden algo más de importancia a otras ‘clasificaciones’: “Se dan premios al coche más viejo y al mejor disfraz, con el que tienes que ir dos días. Esto tiene mérito porque debes estar con el disfraz las 48 horas y terminas oliendo a tigre”, comenta entre risas.
En cualquier caso, todo compensa a tenor de lo vivido y lo que está por llegar en la segunda edición: “Lo más satisfactorio de esta aventura, además de lo que vives, es la cantidad de amigos que haces. Conoces mucha gente que, en cuestión de horas, son como de la familia. Hemos hecho muchos amigos”.