Vacaciones a la vieja usanza. Tu coche no es último modelo, precisamente, pero tiene que llevarte a ti, a tu pareja y a los niños a la playa. Estos días lo has tenido bastante desatendido y ahora cruzas los dedos para que, en pleno viaje, no sufra un calentón por las altas temperaturas y eche por tierra unos días que necesitas más que nunca.
Si ves salir humo por las rendijas del capó puede que ya sea demasiado tarde; algo no funciona bien y es posible que la avería pueda ser más gorda de lo que incluso puedas temer si no reaccionas a tiempo. Echa un ojo a este artículo y quizá podamos hacer que la avería económica no haga saltar por los aires tu descanso estival y tu cuenta corriente.
Hay muchas razones por las que puede salir humo de tu coche en pleno viaje. Las altas temperaturas no son un buen aliado y si el coche ya tiene unos añitos y has descuidado el mantenimiento básico puede convertirse en carne de cañón perfectamente. Alternadores, manguitos, recalentamiento del cableado, obstrucciones en conductos... el correcto funcionamiento de la refrigeración de todos los elementos claves del coche es fundamental. También vigilar que la temperatura del motor, del aceite o del resto de líquidos no suba por encima de lo normal.
Si en plena marcha empiezas a ver un hilillo de humo saliendo bajo el capó, por norma general, detente inmediatamente pero no pares el motor del coche, déjalo al ralentí para que el propio motor regule su temperatura.
Generalmente el humo aparece 'de repente', porque los indicadores de temperatura que tenemos en el salpicadero del vehículo están programados, en la mayoría de los casos, para mantener la aguja en el centro de la escala casi todo el tiempo y, cuando la temperatura sube, la aguja se desplaza hasta la zona roja muy deprisa.
Como ya hemos dicho, detén el coche con seguridad y pon el cambio en punto muerto. Si ves claramente salir abundante humo o vapor del vano, será mejor que pares el motor. Si la humareda no es muy grande, como dijimos antes, deja el motor al ralentí y observa si comienza a retroceder la aguja. En ese caso, espera y comprueba que regresa al centro. Si no retrocede pasados unos minutos, para el motor definitivamente.
Si te quieres disfrazar de súper héroe y tratar de detectar el problema tú mismo e intentar solucionarlo, más vale que extremes las precauciones: el agua de refrigeración de un motor sobrecalentado se encuentra a presión y puede comenzar a hervir violentamente e, incluso, puede salir rociada si se quita el tapón.
Por eso, siempre debe esperarse a que la temperatura baje, y el tapón, en caso de aventurarte, debe desenroscarse despacio, empleando un trapo o una toalla y parando cada vez que se llegue a un punto en el que comienza a salir vapor a presión para evitar que nos salpique y nos provoque quemaduras. ¡Ojo con esto!
-Una sobrecarga por el exceso de peso que remolca el coche.
-Falta de agua en el circuito de refrigeración, que a veces es tan fácil de solucionar como rellenar el depósito.
-Por una conducción deportiva anómala buscando siempre la parte alta del cuentavueltas y revolucionar en exceso el motor del coche.
-Un pequeño atasco en los conductos de la refrigeración que impide la circulación del agua.
-Una avería en el termostato o en la bomba.
-La obstrucción del radiador o el mal funcionamiento del electroventilador.
Si has detectado y podido solucionar el problema, enhorabuena, deja reposar el motor un rato y retoma con prudencia y precaución el viaje, llevando el coche a revisar nada más llegues a destino. Si ves que la cosa está complicada, lo mejor es que llames al servicio de asistencia en viaje de tu seguro y cruza los dedos para que “la broma” sea lo más llevadera posible.