Los coches, como el cuerpo humano, se deterioran con el paso del tiempo. Es algo inevitable. A medida que se suman años y kilómetros en la carretera, las piezas van perdiendo sus cualidades originales y poco a poco van haciendo mella en el rendimiento de nuestro pobre vehículo. Sin embargo, y a pesar de que no hay coche que pueda librarse de las visitas al taller llegada una cierta edad, existen una serie de factores que pueden acelerar este desgaste.
Conducir de forma imprudente, un mantenimiento pobre y descuidado, unas condiciones climatológicas adversas o incluso unas carreteras en mal estado son aspectos en los que no solemos reparar, pero que pueden tener un efecto muy negativo sobre nuestro coche y, consecuentemente, en nuestra cartera.
En este sentido, una de las piezas que más puede resentirse por estos factores externos es la barra estabilizadora, un componente de la suspensión poco conocido que juega un papel fundamental en la seguridad y comodidad de nuestro vehículo.
La barra estabilizadora es la pieza encargada de minimizar el balanceo que sufren los vehículos cuando toman una curva. Se trata de una barra cilíndrica de metal con un componente elástico que une las dos ruedas de un mismo eje, generalmente el delantero, y las conecta a la carrocería para aumentar la estabilidad del automóvil y evitar que uno de los dos lados se hunda.
Esta pieza se acopla al chasis gracias a unos casquillos de goma y unas bieletas que cuentan con dos rótulas que admiten ciertos movimientos a la vez que mantienen la barra fijada en el lugar que le corresponde.
Gracias a su diseño, la barra estabilizadora actúa sobre las ruedas obligándolas a mantenerse a una altura similar y reduciendo el balanceo. Lo hace oponiéndose a la inclinación natural que causa la inercia cada vez que un coche toma una curva y que provoca que las ruedas se compriman al tiempo que las interiores se descarguen. A través de su propia rigidez torsional, la barra espaciadora reparte la fuerza de suspensión de las ruedas interiores a las exteriores para reducir la presión y evitar que el coche se levante de un lado, logrando, a su vez, que se reduzca el balanceo.
Por norma general, la barra estabilizadora, entendida como el cilindro metálico que conecta ambas ruedas y las une al chasis, no suele sufrir averías a lo largo de su vida útil. El único peligro que corre es su propia rotura y, aun así, las probabilidades son bastante reducidas dada su propia flexibilidad.
El problema viene, en cambio, con los componentes que sujetan la barra a la carrocería, es decir, con las bieletas y los casquillos de goma, también conocidos como silentblocks.
En el caso de los casquillos de goma, los problemas suelen producirse por un defecto de fábrica o por un accidente que ha descuadrado el sistema de suspensión o el chasis del automóvil. Cuando esto ocurre, estas piezas se desgastan, provocando ruidos al tomar una curva o al atravesar terrenos irregulares.
Además, en casos extremos, este desgaste puede acabar desembocando en un problema de holguras y comprometer la estabilidad de todo el vehículo. En estas situaciones, sería imprescindible sustituir las piezas y llevar el coche al taller para que un especialista pueda examinar si tiene más problemas.
Los fallos de las bieletas, por su parte, son más habituales y suelen estar relacionados con el propio paso del tiempo, el mal estado de las carreteras y una conducción agresiva. Cuando se dan estas situaciones de forma reiterada, estas piezas pueden ganar holgura y aumentar la inestabilidad de nuestro coche. Para solucionar este problema, basta con cambiar las piezas por unas nuevas, una sustitución que, por suerte, suele salir bastante bien de precio.