Comprarse un coche nuevo hace una ilusión tremenda. Es de esos bienes con los que muchos soñamos durante años hasta que disponemos del suficiente poder adquisitivo para hacer frente al gasto. Antes de elegir recorremos concesionarios y nos sentamos en el asiento mientras sujetamos el volante firmemente entre nuestras manos. Lo normal es fijarse en el precio final del vehículo y en los impuestos. Nada más.
Desde Uppers queremos que valores también qué gastos de mantenimiento tiene un coche porque tendrás que asumirlos. Es decir, cuánto cuesta el mantenimiento de un coche durante su vida útil. Decidir una compra tan importante sin ser consciente de esos costes asociados que van a acompañar a un vehículo a lo largo de diez, doce o catorce años, es como tirarse a la piscina dejando el flotador en el vestuario sin saber nadar.
La lista de factores que debemos barajar es bastante extensa si dejamos a un lado decantarnos por un motor eléctrico o de combustión barajando los precios de los combustibles y de la luz. En primer lugar, conviene analizar realmente nuestros hábitos y circunstancias antes de adquirir un vehículo particular. Nos tenemos que preguntar qué necesitamos y poner sobre la mesa las características de la familia.
Está claro que no tiene nada que ver una persona soltera con aquella que tiene cuatro hijos y dos perros. También influye si el coche se va a utilizar en mayor medida para viajar con sus correspondientes kilómetros a recorrer o nos vamos a limitar a circular por ciudad. Por tanto, es necesario definir las plazas, el tamaño del maletero y el tipo de carrocería (compacto, SUV, berlina…). Por mucho que lleves imaginándote años por carreteras sinuosas que se caen al mar en un biplaza, lo tendrás difícil viviendo en pareja y con tres niños. Siempre te quedará la opción del alquiler por unos días.
En cuanto al tipo de carrocería y tamaño tiene su lógica que cuanto más grande y sofisticado mayor es el coste del coche. Según los expertos de la automoción, por ejemplo, el mantenimiento de un SUV conlleva de media un gasto de unos 6.500 euros más, que un coche familiar de características y tamaño parecidos durante toda su vida útil.
Todo sube en función de unas marcas y modelos, por no hablar de las premium y de las más sofisticadas. Se incrementa el precio del seguro, de los recambios, de las reparaciones, de los mantenimientos, de los neumáticos y del consumo. El gasto medio estimado en estos básicos es de 0,06 euros por kilómetro. Si se trasforma este dato a una vida útil de 13 años, un coche podría suponer unos 10.000 euros más para el propietario.
Por otra parte, en el caso de que se vaya a conducir por ciudad habría que decantarse por un tipo más ligero, manejable y pequeño. Al contrario de cuando se hacen muchos kilómetros que se busca una mayor seguridad, eficiencia, comodidad e incluso un maletero de alta capacidad.
De igual modo, para las ciudades sería aconsejable un híbrido o un eléctrico mientras que para aquellos que se pasan la vida en la carretera encaja más un motor diésel. A la vez es imprescindible estudiar las prestaciones del motor para valorar el posible consumo de combustible y que esos kilómetros no disparen el gasto en las estaciones de servicio.
Normalmente, al analizar el precio final de un coche nuevo, los de gasolina son los más baratos, a continuación, se posicionan los diésel, seguidos de los híbridos para situarse en los de mayor importe los eléctricos. Otros condicionantes que no nos molestamos en valorar son, por un lado, el impuesto de matriculación y, por otro, la financiación, si es que no se dispone de la cantidad en efectivo.
Los concesionarios y las marcas ofrecen sistemas de financiación que aparentemente nos convienen. Incluso como reclamo realizan descuentos importantes cuando se firma la operación con ellos. Sin embargo, lo que se descuenta al principio seguro que después se va a pagar en intereses. En cualquier caso, merece la pena consultar con nuestra entidad bancaria y con otras las condiciones de los préstamos de este tipo para elegir el menos gravoso.
En último lugar, en la decisión final tiene que influir las características de la localidad o urbe en la que vivimos, las posibilidades de aparcamiento o la necesidad de una plaza de garaje, al igual que las restricciones de tráfico en función de las emisiones de los vehículos.