Soy Pablo, tengo 48 años y vengo de Tenerife, de una zona muy bonita a la que amo que se llama Anaga. Estudié administración, pero en esa época andaba muy perdido, la verdad. Si ahora volviese atrás elegiría estudiar algo que me gustase más. Tras la crisis se quedé sin trabajo en el Cabildo y me dedico a la agricultura y a la ganadería. Vendo hortalizas en el mercado y he llegado a tener 60 cabras. Lo pequeño que tengo he decidido cultivarlo yo, ser mi propio jefe. Ahora ha hecho una pausa para hacerse la mastectomía, pero en breve comenzaré un proyecto ecológico. Aprendo mucho de las personas mayores de mi alrededor, saben mucho del campo.
Somos unos 20 vecinos. Cuando lo decidí bajaba con el coche y les dije: 'mira, yo a partir de ahora me voy a llamar Pablo'. Y me dijeron: 'de acuerdo, qué bonito el nombre'. Depende también de la actitud con la que tú vayas en las comunidades pequeñas. No voy con un cartel, pero no me oculto si sale el tema. Tengo una vecina de 83 años que me peinaba la melena de pequeña, y que me dijo: 'no pasa nada, si eso yo lo he visto por la tele'. Es evidente que habrá comentarios por detrás, pero es mejor no detenerse en eso. Sí tuve problemas con un hombre que conocía y vino a saludarme: 'hola Alicia', y le dije, 'no, soy Pablo'. Y siguió insistiendo: '¿No eres Alicia?'. Me da igual, no me vas a hacer daño, el daño me lo hice yo al tener miedo todos estos años. Gracias a la mujer que fui soy el hombre bueno que soy ahora.
La menstruación me vino a los 10 años y fue un trauma para mí. Mi abuela me compraba lacitos de terciopelo rojo y yo intentaba manchar los vestidos para que me los quitasen, pero volvían a ponérmelos. Esa época fue un pozo, estaba perdido. Fui matando al chico adolescente que era por miedo. No puedo judgar a padres ni a vecinos, porque si ni yo mismo entendía lo que me pasaba. Todo el mundo me decía además que era guapísima.
Incluso me busqué un novio varios años, solo quería que no se viera el hombre que había en mí. Me sentía disfrazado, es una sensación de vacío enorme. Me limité a sobrevivir. Me faltaba información, no había internet, ni conocía la palabra trans ni encajaba con las mujeres lesbianas. Fue a raíz de ver en Gran Hermano a un chico trans cuando supe lo que era. Y empecé a caminar, con secretismo, pero identificado. A ese chico lo quise mucho como persona porque fue una etapa de mi vida, lo que yo elegí vivir, no había otra opción. En ese sentido digo que de todo se aprende. Siempre le voy a dar gracias a la mujer que fui, a Alicia, soy el hombre que soy ahora.
En el 2006 muere mi padre, estaba muy unido a él y me quedará siempre la pena de no haberle dicho lo que me pasaba. Aunque yo creo que él lo intuía. Se lo hubiera dicho y estoy seguro de que me hubiese acompañado al psicólogo. Seguro que sí. Le echo mucho de menos, pero hay que seguir adelante.
Empecé a salir con una chica heterosexual. Comencé con Miguel, un psicólogo estupendo que nos ha ayudado a muchos trans de la isla, a los 35 años. A los 40 me dio la autorización de ir al endocrino y empezar a hormonarme. Me costó mucho romper la mujer que creé para empezar a ser el hombre que soy, tenía mucho miedo a la sociedad y al propio cambio conmigo mismo. Lo de la voz fue algo rapidísimo y la barba también. Todo el mundo me dice que me la quite, pero me encanta.
Actualmente me doy el Testel, la testosterona, cada dos semanas y me lo inyecto yo mismo en el muslo. Tenía que haberlo hecho antes. Hay que intentar no retrasar las decisiones importantes para ser feliz. La paz que sientes cuando te ves como te quieres ver es indescriptible. Hay que intentar no retrasar las decisiones importantes para ser feliz.