Soy Silvia Matos, tengo 32 años y siempre me sentí una niña, aunque hubo un tiempo en la que lo aparté y pensé que era un chaval gay al que le gustaba vestirse de mujer. Vamos, un rollo. Nací en Canarias y soy una mujer trans que ha estudiado moda y que tiene su propio negocio, donde además doy trabajo a otras trans que no lo encuentran. La sociedad nos sigue considerando 'bichos'.
En el colegio no tuve mucho problema, porque yo siempre tomaba el pelo antes de que me lo tomasen, pero era el chico gay del recreo. Unas navidades presenté las actuaciones del salón de actos vestido de chica y se armó. Casi me echan. Les decía que era una chica, pero que mis padres me habían rapado la cabeza porque los Salesianos eran el colegio más cerca de casa. Otra gente ha sufrido bullying, pero yo he tenido suerte y nunca se han pasado mucho conmigo, básicamente porque siempre he ido por delante y me da igual lo que me digan. Me llamaban mariquita, pero luego se cansaron.
Una persona cuando es diferente tiene que luchar en su día a día para los que vienen, de hecho, nosotras estamos donde estamos gracias a las de la Transición. Y eso es muy cansado. Luchar cada día es agotador, la verdad.
Hay mucha desinformación. Yo misma no sabía que existía la palabra trans hasta que fui adulta. Siempre me he sentido una mujer, fue un alivio cuando oí la palabra que me definía. Mi padre no me dejaba estudiar moda porque decía que había que estudiar una carrera de hombres. Vengo de una familia muy cerrada. Se murió de repente, en una Nochebuena, nos quedamos todos muy tocados. Pero mi madre después de aquello me animó a irme a Madrid a hacer lo que me gustaba. Así que empecé mi transición el mismo día que comencé el Máster de moda.
En los 90-2000 no había médicos que supieran que hormonas tenías que tomar, ni psicólogos que entendieran bien qué es ser transexual, así que te fiabas de tus amigas. Yo tenía una amiga peluquera a la que le conté mi caso y me dijo: nena, tú te tienes que tomar estas pastillas, cuantas más te tomes, más mujer serás. Luego empecé en la Ramón y Cajal en la UTIC, que a día de hoy le han quitado la palabra trastorno, y ahora se llama la Unidad de Identidad de Género.
Claro que me han pasado cosas desagradables. Me echaron de una empresa al enterarse de que era trans y acabé un proceso de selección en otro trabajo, pero al dar mi DNI y ver que ponía Matías cambiaron de idea. También me han hecho proposiciones deshonestas a cambio de dinero, eso está a la orden del día.
Hasta que creé mi propia marca de ropa interior especializada en trans. Estoy mucho más tranquila desde que puse en marcha Translingerie, mi propio negocio de lencería especializada, que incluso me sirve para dar trabajo a otras trans que no lo encuentran.
Recibo pedidos de varios países y también tengo entre sus clientes a menores, TL mermaids se llaman los menores trans en inglés, a los que quiero pensar que ayudo a encarar con menos problemas su día a día. Una de las cosas que más me emocionan es ver a algunos abuelos que vienen con sus nietos a por los binders, que son las camisas especiales para que los chicos se puedan llevar los pechos hacia las axilas y les permiten sentirse planos y hacer sus actividades diarias sin llevar los hombros hacia adelante. También vienen padres a por las braguitas trucadoras para las niñas, que llevan el pene hacia atrás sin que se salga nada para hacer ballet o lo que sea. Después de esto, incluso protagonizé una campaña de una empresa de empleo que animaba a no tener miedo al cambio.
El accedo al trabajo sigue siendo uno de nuestros mayores retos. El 90% de las mujeres trans tiene problemas, sobre todo si es de cara al público, ellos tienen menos problemas. Es por el cispassing. ¿Sabes qué es? Significa que una persona trans puede pasar por el sexo contrario al que ha nacido sin que la gente se dé cuenta. Es una pena que exista esta palabra, porque al fin y al cabo es transfóbica: qué más da que tengas más o menos cara de hombre o de mujer para ser un buen profesional o una buena persona. Es una vergüenza.
Falta empatía. Aún, mucha. Que la gente se dé cuenta que no solo existen hombres y mujeres, que hay mucha diversidad. Lo más difícil es enfrentarte a la familia y la sociedad. Mi familia ahora lo lleva bien, pero antes tenía miedo. Siempre he dicho que nacer trans es en realidad lo más bonito, porque vives en la misma vida cómo es ser un hombre y cómo una mujer. Como una mariposa. Es muy satisfactorio ver cómo nace de ti la persona esa que siempre fuiste por dentro.
Cis, trans, passing y más: el diccionario definitivo para hablar bien sobre género y sexo