La isla de Robinson Crusoe, Samarcanda y más: siete lugares de los cuentos de niñez a los que aún puedes viajar

  • Samarcanda, con su sobredosis de color, detalle y opulencia, fue testigo del paso de Marco Polo en su viaje hacia China

  • Sandokán luchó por recuperar su reino de Borneo que, en la actualidad, es uno de esos destinos que, literalmente, guarda rincones por descubrir

  • Puede que Ingolstadt te suene por ser la ciudad el Museo de Audi, pero también es el lugar en el que seguir los primeros pasos de Frankenstein

A los cuentos les debemos mucho. Tanto como horas de entretenimiento, ideas para tardes de juegos, en solitario o compartidos con amigos; el músculo que ganó nuestra imaginación y, por supuesto, nuestros primeros descubrimientos del mundo. Ese saber que había vida más allá de nuestra casa, del patio del colegio y del barrio. A ellos les debemos soñar con lugares lejanos y paisajes imposibles, que después entenderíamos que de imposibles no tenían nada y que visitarlos era tan sencillo como comprar un billete de avión. Nosotros recopilamos algunos de los destinos de vuestra infancia. Las aventuras que allí viváis ya corren por vuestra cuenta.

Laponia y un castillo de hielo y nieve como el de La Reina de las Nieves

Gerda viajó cientos de kilómetros para liberar a Kay del hechizo de frío y maldad al que le había sometido la Reina de las Nieves. Lo encontró en un increíble castillo de hielo en Laponia. En su periplo caminó, corrió y hasta se desplazó en reno bajo un cielo que, entre otras cosas, le regaló la vista con bellísimas auroras boreales.

Que Laponia, esa región del norte de Finlandia, se puede visitar no es ninguna novedad. Que durante tu estancia allí probablemente vayas a ver auroras boreales, tampoco. Ahora bien, la cosa cambia si de lo que hablamos es de dormir en un castillo de nieve. Quizá no sea tan gótico como el que uno se imagina cuando lee la historia de Hans Christian Andersen, pero existe y puedes alojarte en él. Eso sí, únicamente entre los meses de enero y abril.

Se llama SnowCastle, se encuentra en la ciudad de Kemi, a orillas del mar Báltico, y lleva construyéndose cada año desde 1996 con una temática diferente. Los trabajos comienzan en diciembre, se invierten unas cinco semanas en ellos y se emplea únicamente hielo y nieve como materiales. Una cuidada iluminación se encarga de crear ambiente y las esculturas, de imprimirle belleza y arte.

Entre Venezuela y Chile para visitar los paisajes de Robinson Crusoe

Daniel Defoe escogió la desembocadura del río Orinoco, en Venezuela, para situar la isla desierta en la que haría vivir durante 28 años al náufrago Robinson Crusoe. La coloca en algún punto cerca de las costas de Trinidad y Venezuela. “…como terminé por saber nuestra isla se hallaba en el gran golfo de su desembocadura. La tierra que se alcanzaba a ver hacia el O y el NO era la gran isla Trinidad, en la parte norte de las bocas del río”.

La isla en sí tendremos que imaginárnosla, lo que sí podremos visitar es esa desembocadura del río Orinoco y el Parque Nacional del que forma parte (Parque Nacional Mariusa-Delta del Orinoco). Se accede a él por vía fluvial y son muchas las empresas que organizan excursiones, viajes y experiencias para conocerlo.

No obstante, hay que decir que la isla Robinson Crusoe existe. Está algo alejada del Orinoco, no la baña el Atlántico sino el Pacífico y no, no es venezolana. Es chilena. Integra el archipiélago Juan Fernández, en la provincia de Valparaíso; actualmente está habitada y no siempre se llamó así. Si lo hace es porque en ella vivió durante cuatro años, entre 1705 y 1709, el marinero escocés Alexander Selkirk. Entonces sí que estaba desierta y los estudiosos dicen que fue su historia la que inspiró a Defoe para escribir su novela.

El Desierto del Sáhara de El Principito

“Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que tuve una panne en el desierto del Sáhara, hace seis años. Algo se había roto en mi motor”. Así comienza la trama propiamente dicha del mítico El Principito. Se cree que su autor, Antoine de Saint-Exupéry, se inspiró en su experiencia para crear esta historia. Y es que el francés era aviador y, como el piloto del libro, también tuvo un accidente al que sobrevivió en el desierto del Sáhara.

Con sus más de 9.000.000 km² de arena y ese mar de dunas infinito, el Sáhara es el desierto cálido más grande del mundo. No podemos garantizarte que vayas a encontrar el punto exacto en el que se inspiró El Principito, pero sí que es posible visitarlo y vivir experiencias como dormir en una jaima, disfrutar de una cena bereber, ver la puesta de sol, contemplar un cielo oscuro como ya no estamos habituados y, por supuesto, admirar el amanecer. Si consigues, eso sí, que ninguna duna, de esas que miden casi 200 metros de altura, te tape el horizonte.

 La universitaria Ingolstadt de Frankenstein

Fue precisamente esta cualidad de universitaria la que inspiró a Mary Shelley para utilizar Ingolstadt como escenario del principio de su famosa obra. Corría el año 1818 cuando se publicó y esta ciudad alemana, situada unos 80 kilómetros al norte de Múnich, destacaba por su universidad de Medicina. Allí acude a estudiar, y de paso a jugar a ser dios, el protagonista, Victor Frankenstein.

El casco antiguo y las calles medievales por las que vaga la criatura tras escaparse del laboratorio de Frankenstein siguen en pie esperando que los visites. Además, son varios los tours guiados, y hasta las gincanas, que invitan a recorrer Ingolstadt y sus edificios tras las huellas de esta historia. Y sin tener nada que ver con uno de los monstruos más famosos de la literatura universal, pero añadiendo enteros de interés a este viaje, diremos que Ingolstadt es hogar del Museo de Audi.

Samarcanda, el cruce de culturas de las Rutas de la Seda que siguió Marco Polo

Viajó por tierra desde Génova a China y en ese viajar, tremendos periplos para una persona de finales del siglo XIII, siguió las Rutas de la Seda y recaló en la que fuera una de sus ciudades más legendarias: Samarcanda. Marco Polo llegó a ella casi un siglo antes de que alcanzara el esplendor y la belleza que hoy la caracterizan y que le valió su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2001. No obstante, su nombre empezaba a sonar y ya apuntaba maneras.

Hoy en día, visitar esta ciudad uzbeka es maravillarse con la sobredosis de color, detalle, opulencia y belleza que el Imperio Timúrida puso en pie entre los siglos XIV y XV. Construcciones como el Registán y edificios como el sepulcro del emperador Gur-e-Amir son testigo de su glorioso pasado. Puede que El libro de las maravillas no pudiera describir con lujo de detalles todo lo que estaba por venir en Samarcanda, pero sí nos habla de su pasado y de cómo era la convivencia entre los pueblos que la habitaron.

La isla de Borneo, hogar de Sandokán

Borneo es esa enorme isla, una de las más grandes de la Tierra, ubicada en el Sudeste Asiático y cuya administración se reparten Malasia, Indonesia y Brunéi. La definición de paisaje de postal se hace realidad aquí, donde el blanco de la arena de sus playas, el turquesa de sus aguas y el verde de sus selvas forman una estampa hipnótica.

Visitarla no es cómodo, pero sí garantía de aventura y sorpresa. Sus entrañas esconden tantos misterios que a día de hoy siguen descubriéndose especies. No es de extrañar, por tanto, que Sandokán batallara tan ferozmente para recuperar el reino del que los británicos le habían despojado. Y es que esta isla es el lugar que el italiano Emilio Salgari escogió a mediados del siglo XIX para convertirla en el hogar del que acabó siendo conocido como el Tigre de Malasia.

Las aventuras de Huckleberry Finn a lo largo del río Misisipi

Si tenemos en cuenta que atraviesa 10 estados del centro de Estados Unidos, no es de extrañar que Mark Twain escogiera este largo río estadounidense como escenario para las peripecias de Huckleberry Finn. Su cauce y sus orillas no solo sirven de marco para las aventuras de Huck y de Jim, un esclavo que trata de huir de su destino, sino que nos introducen en la atmósfera de ese sur estadounidense de pasado hostil y buscavidas.

Los dos protagonistas usan una maderada para recorrer el Misisipi. En la actualidad, no será necesaria tamaña incomodidad si tenemos en cuenta que son varias las empresas que ofertan cruceros por este río. La puesta en escena es tal que algunos de los buques lucen la característica rueda de paletas y esa estética de barco de otra época con varios pisos y delicadas barandillas blancas. Aquí hablamos de Huckleberry Finn, pero, en general, cualquier novela de Mark Twain sería la perfecta compañera para surcar estas aguas.